50.

3.4K 286 42
                                    

La castaña cruzó la puerta y las miradas venenosas y cuchicheos no tardaron en alcanzarla. No veía la hora de salir de aquel maldito infierno y por fin alejarse de toda esa gente hipócrita. Sólo era cuestión de aguantar un poco más.

Necesitaba a Yuta más que a nada y el simple hecho de no saber nada de él la volvía loca. Quería escuchar su voz, que le dijera que estaba bien y que aún la amaba. ¿Era mucho pedir?

Yukhei faltó a clases ese día, lo que significa que escucharía comentarios degradantes todo el día sin tener a nadie para distraerla de todo eso. Suspiró pesadamente y se colocó en su lugar. Ya era normal escuchar las voces femeninas detrás de ella y por eso se dispuso a ignorarlas.

Agradecía grandemente que Yuqi se haya prestado para acompañarla sin ningún problema. Debía admitir que le ponía muy contenta saber que su amigo se fijó en alguien cómo ella. Yuqi no se le apartó en todo el día e incluso la acompañó en la salida.  Habrían caminado juntas a casa si no fuese porqué Hansol estaba allí, esperándola.

—¿No te gustaría que te acompañáramos, Yuqi? —preguntó la castaña una vez estando cerca del chico.

—No es necesario, gracias. Me tengo que ir ahora. Cuídense. —sonrió amplia mientras agitaba su mano.

—Tú igual, cuídate —le regresó el gesto. Una vez que Yuqi estuvo lejos, se giró para ver a Hansol—. ¿Por qué viniste?

—Yo estoy bien, ¿y tú? —entonó sarcástico mientras colocaba las manos en sus cintura y elevaba una ceja.

—Bien, gracias —sonrió falsa—. ¿Qué haces aquí?

—¿Que no es obvio? Vine por ti.

—¿Para qué?

—Simplemente quise hacerte compañía. ¿Hay algo malo con eso?

—No en realidad, pero quiero estar sola.

—Déjate de tonterías —tanteó la nariz de la chica de forma juguetona—. Ahora vamos.

Se giró sin esperar respuesta y a la castaña no le quedó más alternativa que seguirlo.

—Hansol... —le llamó ella, recordando que había un tema que le quería mencionar.

El baile era en un par de días y, aunque no quería presentarse, Yukhei le había insistido en ir. No tenía pareja, y su mejor amigo estaba ya fuera de lista sabiendo que probablemente iría con Yuqi.

—Dime.

—Quería saber si tú... podrías acompañarme a nuestro baile. —mencionó con timidez y sin ser capaz de mirarlo.

—¿Al baile? Pensé que irías con Yukhei.

—Sí, bueno... Él ya tiene pareja. —rió nerviosa.

—Oh, en ese caso, está bien. Iré contigo. —sonrió cálidamente; la chica le devolvió el gesto.

Había algo en Hansol que le transmitía una calidez y confianza inexplicable. No era para tanto, pues desde que lo conoció más a fondo, él se mostró tan sincero y atento. Era una increíble persona.

—Gracias.

Ambos continuaron su camino en silencio y, por primera vez, aquello atmósfera se sintió incómoda en lo absoluto.

(...)

—¿Gustas algo? ¿Un jugo o algo de comer? —preguntó tan pronto cómo él tomó asiento.

—Se me ocurre que tal vez podríamos ver una película mientras comemos alguna botana. ¿Te parece?

—Me parece excelente —sonrió amplia—. ¿Me ayudas con las cosas?

—Claro.

Hansol se puso de pie y ambos se dirigieron a la cocina para preparar algo y también para buscar chatarra adicional que devorarían una vez acabando su merienda. Al cabo de unos cortos minutos, ya estaban listos. Escoger una película tampoco fue difícil, pues Hansol conocía varias y aseguraba que eran muy buenas.

Hay que admitir que Hansol era muy bueno eligiendo películas, pues la cinta era bastante entretenida. Era una comedia romántica. Le sorprendió saber que le gustaba ese género, pues el parecía ser de los tipos que disfrutaba más de la ciencia ficción o suspenso.

—No quiero dormirme antes de que acabe la película, pero estoy muy cansada. —admitió, recargándose sobre el hombro del chico.

—Está bien. Será mejor que descanses, además ya casi termina.

—Puedo aguantar un poco más.

Trató de mantenerse despierta, pero estar cómodamente recostada sobre él le relajaba y sólo hacía que el sueño comenzara a dominarla. Entonces cayó dormida poco después y siendo seguida por Hansol, quien sólo recostó su cabeza sobre el brazo del mueble y cerró sus ojos.

(...)

La castaña se movió involuntariamente sobre el sofá, obligándose a sí misma a despertar. Fue entonces cuando cayó en cuenta de que no era precisamente el sofá sobre lo que descansaba, sino más bien Hansol.

Él estaba levemente inclinado hacia atrás y ella descansaba sobre su pecho, rodeándolo con sus brazos. No iba a mentir, su estado somnoliento le hizo una mala jugada y por un momento pensó que Hansol era Yuta.

Se apartó despacio de él procurando no despertarlo, pero falló en el intento.

—¿Qué hora es? —preguntó él con voz ronca.

Se percató que ya estaba completamente oscuro y que probablemente era súper tarde. La castaña cogió su celular para verificar la hora.

—Las ocho con treinta.

—Aah —soltó en un bostezo y estiró los brazos—. Debería irme. Tengo que estar temprano en mi trabajo mañana.

—Qué lástima. Me hubiera gustado que te quedaras un poco más. —soltó, creyendo que aquello sólo había sido un pensamiento

Bueno, fue uno en voz alta.

—No te preocupes. Te veré mañana. —tanteó su cabeza con gentileza.

La castaña sonrió de manera tímida. Quiso golpearse allí mismo por permitir que sus pensamientos controlaran su boca y haberla dejado cómo una tonta.

—Está bien, te acompaño a la puerta. —rápidamente se puso de pie y Hansol la siguió.

—Le pasé bien. Gracias por invitarme. —dijo bromista, sabiendo que él solo se había invitado.

—Cuando quieras —ella rió por lo bajo—. Gracias por hacerme compañía. A diferencia de mis días anteriores, este ha sido el mejor.

—No me gusta verte triste —revolvió su cabello cariñosamente—. En fin, debo irme. Nos vemos.

Seguidamente, Hansol se acercó a ella y depositó un suave beso en su mejilla. La chica quedó ligeramente perpleja con la acción, pues era la primera vez que Hansol se atrevía a hacer algo así.

—Adiós, Solecito. —fue lo único que logró articular.

Hansol rió ante el apodo y apretó cariñosamente su mejilla mientras le guiñaba un ojo. La menor sintió un leve calor apoderarse de estas y desvió la mirada.

—Me gusta ese apodo. Ahora sí, adiós.

Involuntariamente, posó una mano en su mejilla mientras lo veía alejarse, sintiendo una rara sensación en su estómago. Ese beso tan simple fue algo inesperado y que no le molestó en lo absoluto.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora