58.

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—¡Hey! Mi amor, ¿estás bien? —sintió un leve zarandeo y abrió sus ojos de golpe, encontrándose con el rostro de Yuta— ¿Estás bien? ¿Por qué lloras? ¡¿Te duele algo?!

La desesperada voz del japonés le hizo darse cuenta de que estaban en la habitación y que, a juzgar por el naranja rojizo del cielo, el sol apenas se estaba escondiendo.

—Yo... —habló desorientada.

No pudo decir nada más y simplemente limpió las lágrimas que ya comenzaban a secarse en sus mejillas.

—¿Estás bien? Respóndeme. ¿Te sientes mal? ¿Por qué lloras?

—¿Qué día es hoy?

—Es miércoles y ¿por qué actúas tan extraño?

Miércoles. ¿Cómo podía ser el mismo día y aún estando claro afuera? Siendo que ella se despertó cuando todo estaba totalmente oscuro.

—¿Tus amigos vinieron hoy? —el japonés asintió— ¿Y tú no estabas con una chica?

—¿De qué hablas? No tengo amigas, bueno sí, pero no de tanta confianza cómo para invitarlas. ¿Ya me dirás por qué lloras?

—Creo que tuve un mal sueño... Es todo. —habló con alivio al darse cuenta que sólo había sido producto de su mente.

—Oh, mi nena tuvo una pesadilla —el chico la miró con ternura y la rodeó con sus brazos para después besar su mejilla—. ¿Sobre qué?

—Estabas con una chica y hablabas de mí. Le decías que ya no me querías y que sólo era una pérdida de tiempo.

—¿Qué? Yo jamás diría eso de ti, si te amo más que a mi propia vida —besó delicadamente su frente—. Oye, tienes fiebre.

Nuevamente colocó sus labios sobre la frente de la chica y, en efecto, su temperatura estaba alta.

—Me siento mal. —hizo un leve puchero.

—No te preocupes, yo te cuidaré —él acunó su rostro entre sus manos y besó cortamente sus labios—. ¿Tienes hambre?

—Un poco... Sí.

—Te prepararé algo para que te sientas mejor. —sonrió mientras se ponía de pie para abandonar la habitación.

—Me encanta que sea tan lindo. —sonrió para ella misma y se lanzó a la cama, abrazando una de las almohadas.

Minutos después, también se levantó y fue detrás de él. Hacía frío. Nakamoto estaba recargado sobre la barra con los brazos cruzados, esperando a que la sopa estuviera lista. La menor se posicionó a su lado y lo abrazó.

—Hace frío.

—Es porqué tienes fiebre. Mejor regresa a la cama.

—No quiero estar sola.

Luego de eso ambos quedaron en completo silencio, hasta que la sopa comenzó a hervir.

—¿Y si mejor me esperas en el cuarto mientras termino de preparar esto? Enseguida iré contigo. Sólo falta servirla y ya.

—Bien, te espero allá.

Antes de irse, ella estiró sus labios hacia él, a la vez que cerraba los ojos. Yuta rió al verla así, pero de igual manera le dio un corto beso.

—La fiebre te hace mal.

—¿Por qué lo dices? Yo siempre te demuestro cariño. —frunció el ceño y salió de la cocina de regreso a la habitación.

Se lanzó a la cama y se envolvió en la sábanas, esperando a que Yuta regresara. Luego de unos minutos, él apareció con una bandeja donde cargaba el plato, un poco de fruta y jugo de naranja. Lo dejó sobre la mesita de noche y agarró el humeante plato solamente.

Tomó una cucharada de sopa, que sopló hasta enfriarla, y así llevarla directo a la boca de la castaña. Normalmente ella pensaría que aquello era una niñería, pero viniendo de él, le encantaba todo tipo de atención.

—Ya verás que pronto te sentirás mejor.

—Creo que con tu amor es suficiente para recuperarme. —rió suave. Yuta mostró una sonrisa que venía acompañada de un guiño.

—Bebe del jugo de naranja también.

Al terminar de comer, Yuta llevó los platos de vuelta a la cocina y los limpió. En cuánto acabó, regresó con ella. Se acomodó sobre la cama, recargándose en la cabecera de esta para así envolverla en sus brazos y acurrucarla en su pecho.

—Me encanta tu cabello largo. —comentó ella después de un momento en silencio.

—¿Ah, sí? ¿Debería dejarlo así o debería bajarlo?

—Cómo sea te ves guapo, pero me gusta mucho así.

—Lo sé. Sé que cómo sea te encanto.

Ambos rieron.

—Tienes razón.

Colocó sus manos bajo la polera de Yuta, teniendo acceso a su piel, y él se estremeció al sentir la temperatura de estas.

—¿Cómo puedes estar tan fría teniendo calentura?

—No sé. —rió y depositó un beso sobre el cuello del japonés.

Se dedicó a contemplar sus facciones por un momento y, por último, suspiró pesado.

—¿Qué ocurre? —cuestonó él ante la expresión que, en lugar de denotar cansancio, se escuchó algo triste.

—Es sólo que este fin de semana regresaré y ya me vi extrañándote un montón. —rió sin ganas.

—Oh, mi amor, pero nos volveremos a ver.

—Lo sé, pero también sé que tendré que esperar otro par de meses para eso.

—Prometo que en cuanto termine con mis planes aquí, regresaré contigo. Eso sí, si no me cambias por el Hansol ese.

—Hansol es sólo un amigo —rió negando—. En cambio tú eres la persona que más amo, Nakamoto Yuta.

Volvió a estremecer al oírla decir aquello.

—¿Por qué mi nombre suena tan bien viniendo de ti? —la miró con un mueca graciosa— Ya sé; es porqué me encantas.

Enseguida atrapó sus labios, formando un delicado beso al que ella no tardó en corresponder. Las manos de la chica vagaron desde su abdomen hasta su pecho, acariciándolo con suma suavidad.

—Tú también me encantas, Yu.

Sus caricias continuaron, causándole un cosquilleo al japonés. Nunca fallaba en alborotar sus hormonas.

—No, no —canturreó, apartando la mano de la menor—. Estás enferma. Ni siquiera tienes suficiente fuerza para levantarte ahora, mucho menos la tendrás después si sigues provocándome así.

—Me gustaría ver eso. —entonó desafiante.

—A mí también —dijo colocándose de pie—, pero tu amado profesor tiene trabajo que hacer. Así que mejor descansa.

La menor formó un mohín de tristeza mientras Yuta la cubría con la sábana y después besó cortamente sus labios.

—Pero quiero estar contigo.

—Descansa y, dependiendo de que tan bien despiertes, te complaceré con todo lo que quieras.

La menor asintió y una vez más Yuta besó sus labios para finalmente abandonar la habitación. Estaba consciente que Yuta tenía deberes y por mucho que quisiera pasar tiempo con él, no debía atrasarlo. Así que tal cómo él lo ordenó, se dispuso a descansar.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora