CAPÍTULO SEGUNDO | Felicidad intangible

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—Buenos días, Thomas —saludó Nick mientras agitaba la palma de su mano con una sonrisa.

—Es bueno verte, Nick —dijo al pasar con su carrito de mercar.

En las mañanas el supermercado no se hallaba tan lleno como después del mediodía, por esa razón Denisse prefería ir temprano. Ella colocaba las cosas en el coche al momento que Nick lo empujaba lentamente por el corredor número tres. —Pan integral, tostadas, aceite de oliva— mencionaba al acomodar cada producto.

—¿Vas a jugar hoy con tus amigos de la biblioteca? —preguntó Denisse al dirigirse por fin a la caja registradora.

—Un par de horas quizás —respondió al tiempo que sacaba las cosas para entregárselas a la joven que atendía.

Una muchacha delgada que jugaba desaliñadamente con su goma de mascar al atender las compras; tal desinterés reflejaba que odiaba su trabajo, pero sobre todo que detestaba aquel uniforme rojo del supermercado.

—¿Tarjeta o efectivo? —dijo ella mirándole a los ojos.

—Tarjeta —respondió Nick mientras sacaba de su bolsillo la billetera de cuero.

°°°

Nick conducía el auto con la maleta llena de mercado; se trataba de un viejo Volkswagen que cada tanto debía llevar al mecánico. Atravesaban el vecindario, el cual reflejaba por el parabrisas mucha frescura y tranquilidad.

—Ponte el cinturón —dijo Denisse por tercera vez.

—Estoy conduciendo despacio.

—Es por precaución —insistió ella con el ceño fruncido desde su asiento.

—No pasa nada, tengo cuidado, sé lo que hago, soy un conductor prudente.

—Entonces, usa el cinturón.

—¡Maldición! —susurró él mientras ajustaba el cinturón de su asiento—. Ya está.

De repente Denisse empezó a toser muy fuerte, pronto Nick apartó el coche a un lado de la carretera para detenerse.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó al sacar un pequeño inhalador de entre todas las medicinas que se hallaban en la guantera (aquello parecía más un botiquín que la guantera de un auto)—. ¿Tomaste tus medicinas?

Denisse usó el inhalador y recostándose en su asiento respiró con calma. Nick puso su mano sobre su hombro y ella tomó su mano indicándole que todo estaba bien.

—Es sólo el asma, olvidé tomar la medicina esta mañana —aclaró ella respirando profundamente—. Lo siento.

—Está bien, sólo recuerda poner la alarma para tomarlas —sugirió antes de regresar su atención al coche.

Trató de encender el motor, pero no lo logró. Una y otra vez, pero el auto seguía sin responder. Trataba de arrancar, pero luego emitía un sonido ahogado y se apagaba.

—¿Ahora? —preguntó Denisse agotada.

—Lo arreglaré —afirmó al quitarse el cinturón de seguridad para salir del coche—. No te preocupes, pronto llegaremos a casa.

En su interior no hacía más que odiar aquel viejo auto, y luego de patear el tubo de escape con la fuerza que pudo regresó a su asiento. El motor encendió de inmediato y logró arrancar el vehículo de nuevo.

—Nick... —le llamó ella sonriendo de forma burlona mientras él conducía.

—¿Ahora qué pasa? —respondió con frustración sin perder su mirada de la carretera.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora