CAPÍTULO TRIGÉSIMO OCTAVO | Canon perpetuus

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Denisse tenía en sus manos un pequeño recogedor al inclinarse en la biblioteca, guardaba en una bolsa negra los restos de Thom el gnomo del tiempo con mucha delicadeza.

Los trozos de cerámica estaban regados hasta la alfombra, y eran mucho más pequeños que los pedazos de Bob cuando Jake se paró por accidente en él.

No tenía mucho tiempo allí limpiando cuando su cuerpo sintió una leve fatiga que llegó incluso a aturdirle, de modo que Nick al verla socorrió a ayudarla a sentarse en el sillón.

—Yo terminaré de limpiar, ¿está bien? —dijo al tomar la bolsa y ponerse a barrer al gnomo deshecho en la sala.

Denisse se quedó sentada en el sofá, trataba de recuperarse al inhalar y exhalar profundamente, mientras miraba con atención el reloj averiado en la pared. Palidecía cada día de manera tan lenta, que era difícil percatarse hasta que la diferencia se hacía notoria, algo que empezaba a reflejarse.

Al ver a Nick terminando de barrer, sólo pudo concluir para sí misma que no quería permitir que su enfermedad se opusiera a su vida, pero el cáncer era algo que la superaba; un gigante que pretendía ignorar, aunque crecía en su interior. 

Karla y los niños se habían ido, así que de nuevo estaban solos en casa. Nick se sentó a su lado en el sofá resoplando al recostarse con amaño. Ambos permanecieron en silencio por varios segundos como si estuviesen buscando las palabras en el vacío.

—¿Estás bien? —preguntó Nick mirando el árbol de navidad con desdén y melancolía, de modo que no encontraba gracia en todas las luces y decoración que le embellecían. En medio del árbol resaltaba su carta aún sin abrir, por lo que deseaba que permaneciera allí sin ser vista.

—Sólo me siento cansada —Denisse sonrió con debilidad para hacerle saber que sólo quería recostarse a tomar una siesta para descansar su cuerpo.

Nick se puso de píe y tomó las cartas que los niños colgaron en el árbol para leerlas junto a Denisse en el sofá, pero dejado la suya escondida entre las ramas del árbol; él ocultaba sus temores más intensos, y ahora encubría también sus deseos, porque ahora sus mismos deseos estaban plagados de miedo.

Ella se recostó en Nick como si se refugiara, sin percatarse de la carta entremetida en las ramas del árbol de navidad, al momento en que él se acomodaba los lentes para facilitar su lectura antes de leer el deseo de Josh.

—Este año Josh pidió dos cosas —expresó Nick al pasarle la carta a Denisse para que leyera las grandes letras que pinto Josh en la hoja con un color azul celeste—. Una consola de video nueva y una bicicleta.

—Supongo que también habrá que comprarle una a su hermano menor, ¿qué pidió Charles? —preguntó al cerrar la carta y dejarla sobre la mesa mientras esperaba que Nick abriera la otra.

La expresión entusiasta de Nick cambió completamente al leer la carta de Charles, sintió aquellos garabatos que formaban palabras como un fuerte golpe en sus entrañas; su sonrisa se transformó en una expresión de tristeza en sólo un instante, a lo que Denisse quiso apresurarse a tomar la hoja de papel y leer: "Querido Santa, quiero que papá regrese a casa".

Ambos voltearon a mirarse, al tiempo que Denisse cerraba la carta, para dejarla luego a un lado del sillón. Los dos sintieron una aflicción insondable al considerar la perspectiva que los niños tenían de lo que sucedía con sus padres.

—¿Crees que Karla deba hablar con ellos? —preguntó Denisse frunciendo el ceño con preocupación.

—No —interrumpió—. No es bueno que ella lo sepa ahora. La próxima vez yo hablaré con los niños.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora