La niebla se aclaró un poco al medio día, de modo que Nick pudo conducir el viejo Volkswagen de regreso a casa con su esposa Denisse. La preocupación por Karla lo hacía un viaje de incertidumbre, no sabían si estaba bien, qué hacía o dónde estaba. Denisse observó a Nick mientras manejaba por la despejada carretera, ella percibía la nostalgia que vivía en ese momento. Su hija había desaparecido en la neblina sin dejar un indicio del lugar a dónde iba.
"¿Nos equivocamos?" se preguntaba Nick tras el volante. Aunque el coche iba en línea recta por la avenida, su mente daba vueltas en pensamientos críticos. Solía ser muy duro consigo mismo, por lo que sus ideas eran como martillazos al corazón. Ardía profundamente asumir lo que sucedía.
Aunque Denisse vivía la misma carga a su manera, también sentía por a través de Nick. Ella podía aclarar su mundo y lo sabía, por lo que no dejó que el asolador silencio se perpetuara con la niebla y el fuego. No obstante, al abrir sus labios lo que vendría después sería impredecible para ella. Ni los sesenta y seis años de vida que sumaba le enseñaron a reparar un corazón destrozado.
—Volverá —susurró Denisse—. Sólo necesita tiempo para asimilar esto.
—Es mi culpa...
—No —interrumpió rápidamente, como si no quisiera dejar que cayera de nuevo en el mismo círculo de juzgarse a sí mismo y echarse la responsabilidad de todo lo malo que sucede a su alrededor, quería detener ese sentimiento angustioso de su corazón, pero no sabía cómo hacerlo—. No eres tú, sé que esto es demasiado para todos... Pero no eres tú. Tú sólo has sido comprensivo, y sólo yo puedo decir que todo lo que has hecho, siempre, ha sido pensando en lo que es mejor para todos...
Nick apartó el coche a un lado junto a un árbol desojado y asolado por el fuerte invierno, allí apagó el motor del vehículo y agachó su cabeza tras el volante como si evitara llorar, sin embargo, sólo se quedó allí sin decir una palabra.
—Te culpas de mi cáncer, te culpas de la enfermedad de Walter, te culpas del divorcio de Karla, ahora de esto... Nick... No hay nada que pudieras hacer para evitarlo. Hiciste lo único que podías: amar, entender, escuchar, ayudar. Me siento débil, no sólo físicamente —ella se recostó en Nick como si tratara de refugiarse y darle entender lo que él significaba para ella—. A veces pienso que debería rendirme, porque mis fuerzas para luchar menguan, pero apareces tú... Tú haces que todo sea mejor. Eres la única persona que me hace olvidar que estoy muriendo.
Las ventanas del Volkswagen estaban tan empañadas que no lograba distinguirse nada de lo que estaba afuera, de modo que sólo el interior del coche gozaba de claridad. El coche detenido en el camino irrumpía con la carretera desierta que nadie parecía querer transitar, aunque la niebla por poco desaparecía, las calles seguían solitarias.
—Pensar que no puedo salvarte, me hace sentir que fallezco contigo —dijo Nick levantando su mirada hacia el parabrisas mientras ella seguía recostada en su hombro.
—Sé que no lo ves así, pero me salvaste desde el primer momento —ella acarició su brazo por encima del abrigo—. Ahora, vamos a casa...
°°°
Desde temprano Jake y su esposa Grace llegaron a la casa de Nick con su pequeño hijo Aaron. Denisse les había llamado para cuidar a los niños de Karla, mientras ellos visitaban a Walter.
Los tres niños jugaban al momento que Grace los vigilaba, los juguetes se hallaban regados por toda la sala y los primeros escalones al segundo piso. Jake por su parte, sólo estaba recostado en el sillón mirando un partido de hockey sobre hielo en la televisión; tenía a la mano varias latas de cerveza para pasar la mañana; el juego no había terminado cuando era momento de preparar el almuerzo.
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No me sepulten todavía
RomanceSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...