Navidad llegó para los últimos días del invierno, donde la nieve caía como una caricia y no había lugar para más tormentas o ventiscas; en aquellas últimas semanas el frío era casi acogedor. Toda sospecha de neblina y tempestad se había disipado con el paso de la semana.
Bajo el árbol se amontonaban las cajas de regalos, mientras que debajo del reloj —el cual llevaba casi un mes averiado en la pared de sala— yacían los calcetines de navidad y los bastones de decoración, junto al juego de luces danzando por todo el lugar.
En unos minutos estarían de un lado para otro preparando todo para la noche en familia, algunos estarían corriendo a hacer la cena desde temprano, otros sumando obsequios a la montaña que se formaba bajo el árbol, alguien tenía que cuidar de los niños y otros simplemente se sentarían a charlar. Aquel día prometía ser atareado y difícil para cada uno.
Sin embargo, mientras la mañana aún parecía tranquila, Karla terminaba de vestirse en su viejo cuarto, en el que había estado pasando las últimas noches; esos días eran un viaje al pasado en la habitación que parecía ser inmune al tiempo. Salía rápido de peinarse el cabello al improvisar un recogido ligero con una cinta.
De manera inesperada alguien tocó la puerta con un par de golpes secos, así que podía tratarse de alguno de sus padres, ya que sus hijos estarían llamándola a gritos al otro lado de la madera.
—Está abierto —indicó mientras ocultaba la ropa que había arrumado sobre la cama para elegir qué ponerse. No le sorprendió que la persona que atravesara la puerta fuera su madre, pero no por eso dejaba de inquietarle la razón para querer estar a solas con ella en la habitación. Aún arremetía la ropa contra el armario cuando su madre se sentó en la esquina de la cama sin saber como expresar lo que tenía para decir—. ¿Pasa algo?
—Será una linda noche —dijo Denisse cabizbaja sin dirigirle la mirada. Aunque sus palabras eran alentadoras, el tono con el que las pronunciaba no era nada confortable—. Los chicos estarán felices con sus regalos, y en general, todos celebraremos la que podría ser nuestra última reunión juntos.
Pero. Karla sabía que habría un "pero" dentro de su discurso que diera lugar a lo que realmente quería decir, le intrigaba el preámbulo y más cuando le veía sujetando un pequeño sobre en sus manos. Ella sólo supo estar en silencio y sentarse junto a su madre a esperar que tuviera las fuerzas para decirlo.
—Pero me preocupa Josh y Charles (sobre todo Charles), esta fue la carta que él escribió para navidad este año —Karla recibió la hoja de papel para desdoblarla en sus manos y leer la inscripción garabateada por su hijo: "Querido Santa, quiero que papá regrese a casa"—. Creímos que, con todo lo que sucedía, no era un buen momento para mostrarte esto, no significa que debas ir con Jack, sólo quiere decir que debes hablar de esto con los niños.
Denisse se puso de pie para dejar que Karla meditara en la maltrecha carta de navidad, pero antes de abandonar la habitación se detuvo para decir una última cosa.
—Cuando Charles se dio cuenta que nadie leyó la carta del abuelo lloró porque su deseo no podría cumplirse. No tienes que hacerlo si no quieres, pero puedes tratar de explicarles todo esto, creo que merecen...
Sus palabras se vieron interrumpidas por un ataque de tos tan fuerte que parecía ahogarse, Karla tuvo que dejar la carta encima de la cama para atender a su madre hasta que se sintiera mejor, aunque no se le hacía fácil respirar.
Ayudó a Denisse a caminar despacio hasta la cocina mientras se recuperaba al respirar con dificultad.
Denisse se sentó al momento que su hija le servía un vaso de agua para alivianar la garganta seca. Le sorprendía sentir esa presión en el pecho desde tan temprano, parecía que el simple hecho de habla con su hija ya le fatigaba. Luego de beber un trago de agua logró aclarar su garganta, aunque sabía que no podía platicar en exceso por un buen rato.
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No me sepulten todavía
RomanceSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...