CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO | Recuerdos de arena

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Ambos vestidos de negro, él llevaba una corbata carmesí y ella un pañuelo del mismo tono. Las zapatillas y los tacones sincronizaban su paso lento pero firme. El traje y el blazer estaban impecables, sin duda, se preocuparon por arreglarse para salir muy temprano. El perfume era importante, de manera que ambas fragancias armonizaban. Tanta formalidad para caminar en los suburbios podría relacionarse a agentes inmobiliarios o vendedores de autos, incluso podrían estar promocionando una empresa funeraria. Pasaban de casa en casa al promocionar a la organización que representaban.

Nick terminaba de leer su libro cuando escuchó que alguien tocaba el timbre de la casa, echó su cabeza hacia atrás y resopló, odiaba que le interrumpieran —Maldición— farfulló cuando llamaron de nuevo a la puerta.

—¡Yo iré! —avisó él a Denisse al levantarse de la silla con esfuerzo y dejando el libro sobre la mesa de la sala—. Puedo hacerlo.

Abrió la puerta un poco deslumbrado por la luz de la mañana y observó a la elegante pareja.

—Antes que digan cualquier cosa quiero aclararles que no estamos interesados en comprar nada o estar asociados a ninguna multinacional, mucho menos en pertenecer a un multinivel ¿entendido? —dijo Nick—. Ahora, ¿en qué puedo ayudarles?

—Venimos a hablar de la palabra de Jehová...

—Se los dije, nada de multinacionales —interrumpió antes de cerrar la puerta.

Volvió a recostarse en su sillón tomando el libro de nuevo y estirándose un poco antes de retomar su lectura. Sumergido entre las letras, moviendo únicamente sus pupilas, tenía su mano en la barbilla y con la otra sujetaba el libro, por momentos un leve parpadeo y reacomodar sus lentes. Alzaba sus cejas leyendo la última página del libro.

Al cerrar el libro el único ruido era el de Denisse preparando el almuerzo y el aroma que llegaba hasta la sala le hizo suspirar. Dejó el libro en el estante junto a las demás novelas en su biblioteca. Al abrirle campo notó en el fondo un viejo papel empolvado y desgastado el cual tomó antes de ocupar el espacio con el nuevo libro. Sopló y sacudió aquel papel que era sujetado por una cinta roja que había perdido color.

'N&D' decía en la esquina del viejo papel. De píe junto a la biblioteca soltó la cinta y abrió la olvidada carta. La caligrafía era suya, se trataba de una carta que había escrito a Denisse hacía más de cuarenta años. El papel había tomado una tonalidad beige por el paso de los años y la tinta parecía eternizarse en la hoja.

Una minúscula lágrima cayó sobre el papel leyendo la carta, y una sonrisa se dibujó en su rostro al dóblala de nuevo. Limpió los lentes con un pequeño paño y dejó la carta sobre la mesa.

—¿Estás bien? —preguntó Denisse asomándose desde la cocina con las manos salpicadas de comida.

—Lo logramos —respondió Nick acomodándose los lentes otra vez.

—¿Qué logramos?

—Es algo que te escribí hace muchos años, estaba al fondo de la biblioteca —dijo tomando la carta y ofreciendo que la observara.

—La recuerdo, pero ahora no puedo verla, tengo las manos echas un desastre. ¿Puedes leerla por mí?

Nick la siguió hasta la cocina y mientras ella condimentaba la carne él abrió la carta para leerla en voz alta:

"No es un día especial, pero luego de esto será el más importante de todos. Las palabras nunca serán suficientes para decirte cuando te amo, desearía pasar el resto de mi vida tratando de explicar lo que siento dentro. El contrato dirá: hasta que la muerte nos separe, pero quizás me haga falta una eternidad para amarte. No me frustra saber que nunca será suficiente, todo lo contrario, me hace feliz saber que nunca terminará. Te escribo para pedirte que permitas que viva para amarte más allá de lo ordinario y perecedero, no encontrarás lo efímero en mis besos, ni lo fugaz en mis abrazos. Sueño con una noche, una noche inmortal, una noche que no termine, nuestra noche eterna".

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora