El continuo movimiento se abrió espacio entre los grumos blancos que inundaban la calle, como una manecilla del reloj que se atascaba y se devolvía un poco para intentar cruzar al otro lado con fuerza, pero sin éxito alguno; de manera que regresaba atrás y volvía hacia adelante siempre, del mismo modo que un limpiaparabrisas tratando de remover la nieve sin poder lograrlo por completo; los chicos jugaban en la nieve que se arrumaba en el patio de la casa, mientras Karla los vigilaba desde la entrada con sus brazos cruzados, sus dos hijos acostados en el jardín de hielo formaban ángeles en el invierno. Tenían sus abrigos impermeables, unos guantes grandes que no les permitía mover mucho los dedos de las manos y un gorro que les cubría hasta las orejas.
Denisse se acercó a su hija en la puerta de la casa esa mañana de sábado con los abuelos, ambas rieron al ver a los chicos jugar con la nieve, acostarse, correr y formar figuras. A ella le encantaba ver a sus nietos jugar, era como si al verlos reír y divertirse de un lado para otro le devolvieran algo de vida a su agónica añoranza que no daba tregua.
Josh era el mayor con apenas siete años, siempre estaba inventando nuevos juegos para pasar el rato con su hermano Charles quien tenía dos años menos, constantemente terminaban peleándose, pero no pasaban diez minutos para que de nuevo estuvieran juntos curioseando el mundo con risas y nuevas locuras. Charles tenía una chaqueta azul celeste, que resaltaba aquel gorro para el frío de un verde marino que cada cuanto se caía en la nieve, era mucho más tímido que su hermano mayor; en el frío las pequeñas gafas que usaba se le empañaban cada tanto con su respiración humeante y el gélido viento, por lo que debía detenerse cada tanto a limpiar el cristal con la tela de la camiseta gris que vestía debajo; Josh por su parte, siempre lo esperaba arqueando una ceja que recién aprendía a mover.
Nick se acercó a Denisse y Karla en la puerta para despedirlas, tenían pensado que sería un buen plan que madre e hija salieran aquel día a divertirse, mientras el abuelo cuidaba de los pequeños Josh y Charles. Nick abrazó a Denisse y luego a Karla antes que caminaran hacia el auto que ella había aparcado junto a la acera.
—Pórtense bien —ordenó Karla abrazando a sus hijos en la entrada de la casa—. Obedezcan al abuelo o lo sabré —los niños asintieron y fueron a abrazar a la abuela Denisse—. No vamos a tardar, diviértanse y cuiden del abuelo.
Nick se quedó en la puerta sonriendo y agitando su mano esperando que subieran al auto y se marcharan felices, llevaba un fino suéter de lana para el frío.
Una quitanieves pasaba cada hora por la carretera para despejarla y prevenir accidentes para los conductores, de manera que arrancaron en el coche luego de asegurar el cinturón.
—¡Muy bien, niños! —dijo Nick saliendo a la nieve cuando auto se marchó—. Que empiece la diversión...
Los tres pusieron manos a la obra a formar grandes bolas de nieve y amontonarlas para hacer un muñeco, tenían la costumbre de hacer uno cada año, y tanto Josh como Charles tenían experiencia con el abuelo. Por casi una hora estuvieron allí en la nieve, cuando Nick ya se sentía agotado por el frío aire que inhalaba y el esfuerzo de moldear la nieve en sus manos.
—Vamos a dentro —dijo él estirándose y colocando las manos en la cintura para alivianar el leve dolor en su espalda.
—¡Pero aún no terminamos! —reclamó Josh mientras se extendía para colocar más nieve sobre aquella masa amontonada de hielo que apenas tenía forma.
—Hay que buscar una bufanda y una zanahoria de la cocina, yo buscaré la caja de galletas dónde guarda las botones —explicó Nick para convencerlos de entrar un momento a la casa para concluir murmurando—. La abuela se pondrá furiosa cuando vea que usamos su bufanda...
ESTÁS LEYENDO
No me sepulten todavía
RomanceSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...