No me sepulten todavía

CAPÍTULO VIGÉSIMO TERCERO | Un cambio ha llegado

Karla y Will estaban hablando en la sala del apartamento donde él vivía con su familia, sus hijos se habían dormido a esa hora y su esposa preparaba algo de comer en la cocina. Karla estaba sentada en el sofá con sus piernas cruzadas y sus dedos entrecruzados en su abdomen, como estuviera algo incomoda por estar allí. Tenía un blazer negro que contrastaba con unos jeans rotos justo que dejaban ver sus rodillas.

—Entiendo tú interés por el testamento, pero papá sigue ahí —comentó Karla mirando a su hermano con preocupación.

—Sólo digo que el testamento necesita ser renovado, es como prepararse antes que suceda lo peor, los testamentos son como el seguro de un auto, no esperas accidentarte, pero lo pagas, espero que me entiendas.

—Will, no es un buen momento —insistió ella en negarse a apoyarlo—. Mamá está enferma, ambos están luchando solos contra todo esto mientras tú estás pensando en la herencia. Los hemos abandonado en esto, en vez de estar aquí hablando de estupideces deberíamos estar con ellos.

La esposa de Will se disculpó al interrumpir la conversación al poner un par de bebidas sobre la mesa, ambos se quedaron callados por aquel momento hasta que ella se retiró.

—¿Qué haremos con él cuando mamá no esté? —preguntó Will de forma acusadora—. No podrá vivir solo en la casa, necesitaría cuidados y esas cosas; ahora mencionabas que los hemos dejado solos, entonces dime que vas a abandonar tu trabajo y tu familia por ir a cuidarlo.

—¿Por qué no? —respondió ella al mismo tono inculpador—. ¿Qué sugieres?

—Por eso te pedí que vinieras, necesitamos solucionar qué haremos con papá...

—Sé lo que pretendes —ella tomó su bolso y se dispuso a salir de allí—. No cuentes conmigo para esto.

Dejó su refresco servido en la mesa y Will se reclinó en el sillón con desaliento mientras Karla salía indignada. Justo cuando escuchó que ella abrió la puerta alzó la voz:

—Piénsalo bien, hermana: Qué es lo mejor para nuestro padre —se marchó sin siquiera mirar atrás y cerró con fuerza para hacer notar su disgusto. Will se quedó mirando las dos bebidas sobre la mesa en un silencio sepulcral.

Ella cruzó el corredor hasta llegar al elevador el cual tuvo que esperar por un largo en incómodo minuto. Miraba la pantalla que marcaba el cambio de nivel a nivel en el edificio, mientras cambiaba y se acercaba lentamente al piso veinticinco, Karla zapateaba con desespero como si así hiciera que el elevador llegara más pronto. Pensaba con el odio las presunciones de su hermano mayor y el poco tacto que tenía frente a las circunstancias tan duras que estaban viviendo.

—Infeliz —musitó antes que la puerta del asesor se abriera para ella.

Adentro de oía a bajo volumen una desagradable melodía tranquila y pacífica, mientras ella ardía cada piso hasta el estacionamiento. La música era como si alguien le gritara con furia que se calmara, algo que sin duda empeoraba las cosas.

°°°

Lograba sentir la refrescante brisa y el helado viento de la noche golpear su rostro continuamente, el sol se ponía al horizonte y el soplo de otoño se tornaba frío en la carretera, de manera, que Denisse cerró la ventanilla del auto.

—Las locuras de Wonder Woman —dijo Nick al conducir por la avenida—. Será una noche divertida y te verás hermosa ese día.

—He estado pensando en qué canción sería la apropiada —ella miraba las calles a través del cristal mientras meditaba en sus viejas canciones.