CAPÍTULO DÉCIMO SEXTO | Bonhomía

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—¿Cuántos años tienes, Nick? —interrogó Bill luego de dejar el auto listo.

—Hace poco cumplí setenta años —observó de nuevo su viejo coche y no se hizo esperar para encenderlo—. ¿Por qué lo preguntas?

—Tengo un familiar, es 15 años menor que tú y no es capaz de sostenerse en pie sin ayuda de su caminador, mucho menos podría conducir un auto, está sordo y tiene mala visión ¿cuál es tu secreteo? —el Volkswagen dio marcha sin problemas.

—Es cómo los libros de superación: vive de la manera más tranquila posible, ama y no te olvides de soñar —respondió mientras sentía el coche como nuevo.

—Esas cosas son basura, no estoy bromeando, ¿cómo lo haces?

—Muy bien —dijo Nick volviendo su atención en Bill y apagando el motor—. Mi secreto es que conseguí una mujer, una mujer por la que vale la pena seguir viviendo y levantarse cada mañana.

—Eso también parece un libro de autoayuda —bromeó Bill al cerrar la puerta del piloto.

—Di lo que quieras, Bill, tú te lo pierdes.

—Nick —lo llamó para que volteará a verlo—. Eres el mejor.

Le había dicho a Whitney que pasaría aquel día a visitar a Walter al hospital, para que ella pudiera hacerse cargo del viejo bar. 

Mientras conducía el Volkswagen escuchaba una emisora que le recordaba a su amigo Walter; tarareaba la canción mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde. En el paso de cebra cruzaba una anciana con la ayuda de un joven que pasaba por la acera. —Aún existen las buenas personas— pensó al voltear la mirada hacia el hospital que estaba a pocas calles; no evitó ver el gran letrero luminoso del lavado de autos. Nick suspiró y observó su vehículo desde adentro, en definitiva necesitaba una limpieza luego de haber pasado varios días en el taller de Bill.

El cobro para coches era a través de una caja automática. Debía insertar el pago por una pequeña rendija que permitía levantar la barrera de la entrada para pasar con el coche. Nick sacó su mano por la ventanilla del auto para meter en billete con mucho esfuerzo al estirarse y colocarlo de manera correcta. Por un segundo la maquina succionó el billete como si fuera aceptado, pero enseguida volvió a salir el dinero, la pequeña pantalla daba el mensaje que había un error con el pago.

Nick tomó el billete y lo cambió por otro de su billetera. Volvió a intentarlo, pero la maquina tampoco lo recibió.

—Maldición —balbuceó Nick tomando el billete para estirarlo y alisarlo con el volante de su coche antes de hacer su tercer ensayo—. La tercera es la vencida.

'Hay un error en el trámite, por favor inserte de nuevo, no se reciben billetes en mal estado'.

Un auto llegó a hacer fila tras el Volkswagen para entrar en el lavado. Nick sacó todos los billetes que tenía e intentó con cada uno, pero al final ninguno funcionó. El segundo coche llegó a ser parte de la fila para entrar al lavado y las bocinas empezaron a sonar.

—¡Muévete, anciano! —gritó uno de los conductores.

—No puede ser cierto —Nick desesperado bajó del coche y se paró frente a la maquina para introducir un nuevo pago. 'Hay un error en el trámite...' Nick miro a su alrededor para asegurarse que ningún trabajador estuviera mirando y golpeó la máquina.

Al insertar nuevamente el dinero, la barra para entrar se levantó.

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No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora