Desde el momento en el que el vaso plástico tocó la acera no dejó de recibir pequeñas monedas de poco valor, una tras otra durante toda la mañana. A él le funcionaba como forma de vida, a los 'generosos' que transitaban les servía para sentirse mejor consigo mismos. ¿Quién no se conmovería al ver un pobre anciano mugroso tirado en una acera? Se percibía más viejo de lo que realmente era con su barba desarreglada y varios días sin bañar (ni siquiera llegaba a los cincuenta años). Ese era el truco, cuantos más días sin bañarse más monedas acumulaba; entre más anciano pareciera, más corazones conmovía. Su propósito era potenciado por un sucio cartón en el que se leía: 'Ayúdeme por favor, soy viejo'.
Un hombre mayor pasó y misteriosamente echó en el vaso un papel doblado, no eran billetes, mucho menos se trataban de monedas. El méndigo frunció el ceño extrañado mirando al sujeto marcharse, luego sacó la hoja del vaso para ver de qué se trataba.
°°°
Tosía fuerte en el baño hasta ahogarse, siempre tenía que abrir el grifo para limpiar la sangre y luego regresar a la habitación.
—¿Recuerdas cuando acampamos? —preguntó Denisse acostándose en la cama—. Fue una linda noche en la montaña.
Recién Nick apagaba las luces y acompañaba a su esposa bajo las sábanas, tenía sus ojos cerrados parecía no querer abrirlos de nuevo.
—¿Sugieres que deberíamos hacerlo de nuevo?
—Will ni siquiera había nacido cuando fuimos —explicó al voltearse para mirar a Nick.
—Hice la cuenta, nueve meses antes de que Will naciera estábamos acampando. ¿coincidencia? —Nick abrió los ojos y se encontró con la mirada de Denisse.
—También me gustaría volver al puente de Apton y pedir un deseo contigo.
—Sabes que no funciona así, hay lanzar la moneda —sonrió Nick con ternura—. Iremos, pero hay un cincuenta porciento de probabilidad que yo pida el deseo una vez más.
—La vida puede resultar tan irónica que puede ser cierto después de tantos años.
—Irónica —repitió él dejando decaer su semblante.
Denisse acarició con la palma de su mano la mejilla de Nick, aquella piel arrugada y marcada por la edad, era un constante recuerdo de lo lejos que habían llegado.
—¿Qué sucede? —preguntó Denisse limpiando una sencilla lágrima que tenía intenciones de recorrer su rostro.
—Sabes que es culpa mía, yo debería tener ese cáncer, no tú.
—¿De qué hablas?
—Fui yo quien te hizo esto... El cáncer. Si nunca te hubiera invitado a fumar conmigo ahora estarías bien, nada de esto estaría pasando.
Nick se volteó a llorar en silencio evitando que Denisse le viera.
—Cada segundo lucho por evadir esa realidad, al final no logro conseguirlo —agregó Nick sin mirarla—. Espero que puedas perdonarme. Porque no he podido hacerlo por mí mismo.
Guardando silencio ella le abrazó por la espalda y allí se quedó por unos minutos. Denisse se sentía mal por Nick, el hecho de intentar ponerse en sus zapatos por un instante le era doloroso, imaginar lo que estaba sintiendo.
—No puedes culparte de esto, tú no causaste esto. Te necesito aquí y ahora, el pasado no es algo que podamos cambiar —expresó Denisse rodeándole con sus manos—. No puedo perdonarte porque lo único que has causado en mi vida ha sido satisfacción y felicidad, no puedes estar arrepentido de eso.
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No me sepulten todavía
RomanceSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...