CAPÍTULO DÉCIMO SÉPTIMO | Arrullo de estrellas

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Había pintado sus labios con un fino labial, y con su rostro maquillado lucía su mejor vestido al caminar de manera seductora. Su rostro y su cuerpo le hacían parecer diez años menor de lo que era en realidad, pero su sonrisa era falsa, y eso se notaba a la distancia. Felicidad superficial a su elegante paso, belleza banal en su ornamentaría, propósitos vacíos en su destino, seguridad aparente y cosméticos.

—Luces especialmente hermosa hoy —dijo de forma cariñosa—. No pude evitar mirarte desde que entraste. No quiero que te sientas incomoda puedo retirarme si quieres, pero tuve que armarme de valor para venir a conocerte; ha decir verdad, soy bastante tímido. Seguro que todo el tiempo estas escuchando halagos, no quisiera ser un pesado más en tu lista, simplemente no he podido pasar de largo. ¿Sabes?, suelo llegar siempre tarde a todos lados, me habría gustado conocerte antes, quizás este sea el mejor momento para nosotros. Ya sabes lo que dicen nunca es tarde para estas cosas del corazón.

De un momento a otro, Claire se quedó mirando fijamente sus ojos a través del espejo con el que conversaba consigo misma. Se sintió ridícula y decidió salir del baño con una sensación terrible de soledad.

Se sentó con su bolso en el sillón de cuero marrón en la sala de su casa y se quedó allí mirando al vacío en total silencio. En su interior era diferente: sus pensamientos hacían un ruido insoportable y aturdidor para la consciencia, aquel bullicio emergió en una lágrima recorriendo su rostro, una solitaria gota de desolación.

°°°

—Habla Steve Straub, ¿con quién tengo el gusto? —contestó alguien desde la otra línea.

—¡Steve!, que bueno escuchar tu voz después de tanto tiempo, soy Nick. ¿Me recuerdas? —estaba sentado en el sillón de la entrada de su casa, esperando que Denisse se terminara de vestir para salir a acampar esa noche.

—¿Nick?... ¡Nick! ¡No lo puedo creer!

—Sí, sí, sí. Cómo digas, no tengo mucho tiempo, así que iré al grano. ¿Recuerdas cuando te contacté con los del museo para que expusieran tus primeras pinturas? —Nick guardaba su lista de números de nuevo en la billetera, Steve asintió al teléfono—. Si la memoria no me falla, creo que me debes un favor.

—Te debo el éxito de mi carrera como artista, lo que necesites sólo dímelo.

—Te van a llamar del museo central de arte moderno esta semana, sea lo que sea que te digan vas a decir que si ¿cuento contigo? —preguntó Nick, pero Stephen se quedó en silencio—. Mira es un favor personal, incluso puede ayudarte en tu carrera, nunca te haría daño, eres mi creación preferida, no habrá problemas legales, nada de eso, incluso te servirá como marketing, sólo no me preguntes de qué se trata y cuando lo veas, tampoco quiero preguntas. Quieras o no te van a llamar, vas a tener que decidir si me devuelves el favor o no.

Nick colgó el teléfono y caminó hasta el coche que estaba aparcado frente al garaje.

Denisse terminó de vestirse y se dispuso a ver de nuevo la lista de cosas que había escrito para llevar esa noche. Nick se impacientaba en el auto tocando la bocina. El pronóstico de la radio decía que sería una noche despejada, pensó que la velada era perfecta para su plan de acampar.

—No falta nada —repitió Nick recostado en el volante del Volkswagen mientras ella confirmaba desde la ventana que todo estuviera en orden—. Lo empacamos todo, no tienes que hacer esto.

—Debo mirar que todo esté apagado —Denisse volvió a entrar a la casa.

Nick dejó caer su cabeza sobre la bocina con un profundo suspiro, para que minutos luego Denisse regresara y por fin decidiera entrar en el coche.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora