CAPÍTULO CUARTO | Deseo una balada

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En el lugar estaba oscuro, el frío abundaba en medio de las sombras y la temperatura no parecía que fuera a mejorar; era un lugar silencioso y carente de toda clase de movimiento, parecía tratarse de una noche en la Antártida o incluso el hábitat de un planeta lejano. Aquella porción de pastel continuaba en el refrigerador.

La preocupación de Claire por la salud de su hermana le hicieron olvidar por completo el pastel, el cual terminó de nuevo en la nevera.

°°°

Aquel sábado desde muy temprano Nick salió con la podadora a arreglar el césped en la entrada de su casa. El ruido del motor oscilaba entre lo molesto y lo arrullador. Por eso los sábados eran días especiales, donde recordaba su infancia en el campo.

—¡Cuidado con el césped! —advirtió Nick a dos chicos que jugaban por el vecindario.

Amaba tanto el jardín de la entrada como a su viejo auto, para él era el lugar sagrado de las memorias, el cual intentaba cuidar con mucho celo. Aquel par de horas los sábados en la mañana eran intocables.

Denisse se acercó a ofrecerle un zumo de naranja que traía en una pequeña bandeja. Nick lo tomó con agradecimiento.

—¿Irás conmigo al taller?, quedé ir con Bill a revisar el coche —sugirió Nick deteniendo sus tareas.

—Estuve pensando en todo esto —respondió Denisse pausadamente—. Quisiera pasar tiempo asolas, necesito pensar...

—Lo entiendo —dijo él lleno de compasión—. Haz lo que tengas que hacer, yo estaré aquí siempre que lo necesites.

—Lo sé —expresó con una delicada sonrisa—. Gracias, eres lo mejor que me ha podido pasar.

—Me esfuerzo por eso.

—Lo eres.

Al terminar cada detalle del césped se puso de píe con las manos en la cintura y observó todo el panorama de la entrada.

—¿Qué te parece, Bob? —le preguntó al gnomo de cerámica que tenían en el jardín—. Sé que te gusta.

°°°

Acostado en un skate llevaba metido más de media hora bajo un auto, la grasa y la mugre desparramada por el suelo, las herramientas regadas en cada rincón, las piezas metálicas abandonadas en todo el sitio, puertas de autos, llantas y toda clase de piezas de coches, que parecían estar echadas a su suerte; como si los Transformers hubiesen acabado de tener su batalla final en aquel pequeño taller para coches.

Nick se hizo pasó para mirar su coche desarmado. Ya llevaba muchas reparaciones a lo largo de los años, pero era la primera vez que lo veía en ese estado tan deplorable.

—El viejo, Nick —comentó Bill asomando su cabeza por debajo de un coche.

—¿Cómo van las cosas? —preguntó él sin quitarle la mirada a su amado auto.

—Creo que esta vez es un lío de los grandes —mencionó tratando de levantarse.

—¿Cuánto costará la reparación?

—No lo sé, Nick, no sé si pueda repararlo, tendría que cambiar toda la parte interna... y comprar nuevos repuestos. Como tu amigo, sugiero que compres un nuevo auto —aclaró Bill caminando hacia el coche—. Es más económico, dan menos problemas, este auto es viejo, los repuestos son difíciles de conseguir, cualquier arreglo puede valer una fortuna. Sin embargo, no podría asegurarte que un par de meses estés aquí de nuevo ¡No me molesta que vengas!, puedes venir cuando quieras a visitar, pero lo que digo es que puede que no funcione y lo único que lograrías es prolongar el tener que deshacerte de este coche. Sucederá tarde o temprano.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora