Un montón de periódicos regados en el suelo de la cocina, noticias de diferentes días, columnas e imágenes formaban un collage de información recolectada en semanas. Todo ese papel para no manchar el piso. Reconstruía la pared que había arruinado, una mezcla de concreto y otros materiales usaba para arreglar el daño con mucha calma. No trabajó nunca construcción, pero sabía lo suficiente del tema para hacer esa clase de cosas por cuenta propia, le hacía sentir útil, pero eso no evitaba que, por su inexperiencia en el área, desorganizara e hiciera un desastre alrededor. Denisse servía el té para aquella tarde al acompañarlo en la cocina pisando la inmensa cantidad de periódicos que cuidaban la fina baldosa.
—Aún debo comprar la pintura y las cosas para resanar —explicó Nick al tomar la taza de té con las manos salpicadas por el trabajo.
—Le dije a Claire que saldríamos hoy a tomar algo aquí cerca, hace varios días no hablamos y no quisiera que se sintiera alejada en este momento.
—Lo entiendo pero recuerda que debemos ir al centro comercial y luego a tu grupo de apoyo —sugirió Nick al tomar el primer sorbo de su té.
—Sólo será un par de horas, puedes pasar por mí al café, estaré en el palco mirando que llegues —él asintió con una sonrisa mientras ella contemplaba el muro de la cocina sorprendida por lo que hacía Nick—. Me alegra que estés arreglando la pared.
—Igual a mí, no soportaba un día más mirando ese desastre —expresó al voltearse a la pared—. Hago mi mejor esfuerzo por remediar cada daño; debí hacerlo antes, espero estar a tiempo para enmendarlo; no será igual, siempre quedará la secuela de mis actos. Es imborrable. Las cosas que hacemos no son tan efímeras como desearíamos.
—Pero ya no hay rastro del pastel —dijo ella abrazándolo fuerte—. Ni estará el horrible agujero en la pared. Son cicatrices que quedan luego de una herida. Cenizas luego del fuego. Nunca es tarde.
°°°
—Debe tener las manos limpias antes de darle de comer, también debe lavar la sonda con frecuencia —mencionaba la enfermara mientras inyectaba un medicamento—. veo que ha hecho un buen trabajo.
Whitney observaba con las manos cruzadas y recostada en la puerta del cuarto mirando atentamente a su padre Walter.
—No quiero sonar tosca al decir que es sorprendente que siga aquí —señaló la enfermera al recoger sus cosas para marcharse—. Ha mejorado desde la última vez, los doctores estarán sorprendidos con el informe. Deseo que pronto pueda recuperarse.
Whitney la acompañó a la salida guardando total silencio hasta cerrar la puerta. Caminó por el bar desolado a la luz de la mañana que entraba por la ventana, cada día se hacía más difícil y mucho más tenso pasar por el lugar enmudecida, en las noches con el ruido de la gente y la música, aquella soledad parecía disiparse, pero en las mañanas le impactaba lo que sentía al caminar entre las mesas.
Se sentó a la caja registradora a contar el dinero que quedaba de la noche anterior, en una pequeña libreta anotaba con su bolígrafo un abreviado informe de cuentas que tenía de cada semana. El ruido casi imperceptible provenía del ventilador que giraba lentamente en el techo a pocos metros de la oficina.
Resopló al recostarse en el espaldar de la silla y en silencio se quedó allí mirando a cualquier lugar de la puerta del bar a través de la ventana. Su respiración era lenta pero no tranquila, fruncía los labios en un gesto de preocupación.
—Maldición —musitó por fin entre dientes.
Debajo de la libreta tenía un anuncio impreso donde se leía: Este viernes una invitada especial en la tarima del WW. Y bajo de la mesa guardaba un pedazo de muro manchado con pastel de cumpleaños.
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No me sepulten todavía
RomanceSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...