CAPÍTULO CUADRAGÉSIMO TERCERO | En la tierra como en el cielo

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La angustia del cielo descendió con frenesí esa mañana, lo que es majestuoso y divino en la gloria, es terrible en el mundo. Lo celestial hecho escabroso cubría las calles con un espesor nubloso e impalpable. Las tinieblas inundaron las carreteras como un mar blanco, la niebla ahogaba la mañana de invierno.

Las nubes gobernaban las aceras y consumían todo a su paso, de manera que sólo daba lugar a la incertidumbre de la niebla. El frío era aterrador y helaba hasta los huesos, el viento gélido se paseaba entre la confusión que provocaba la extensa nube.

Veía a una mujer alejarse con prisa entre la neblina que asediaban su alrededor, de modo que observaba como la nubosidad consumía lentamente a la joven hasta hacerla desaparecer.

—¡Karla! —gritó Nick al tratar de seguirla sin lograr ver algo más allá de una vieja farola de luz. Lo único que vislumbró al caminar fue ese momento en el que se esfumaba frente a sus ojos.

Cruzaba la carretera mirando a todas partes, esperando encontrar a su hija, pero apenas podía verse rodeado de la espesa nube. De repente estaba perdido, no sabía a dónde iba o de dónde venía. El viejo daba vueltas buscando una señal de ella, cuando él mismo no sabía dónde se hallaba.

—¡Karla! —esbozó sintiendo el frío subirle por todo el cuerpo. Tenía un nudo en su garganta y las ideas desesperadas se sumaban.

Una pequeña luz se aceraba a él, de modo que se hacía más grande y visible, un coche se detuvo al ver la sombra de Nick en medio de la carretera. El sujeto bajó el vidrío del auto para asomarse a mirar con claridad, ya que su parabrisas se hallaba empañado por el frío.

—¡Hey! —llamó el hombre al anciano que parecía desorientado y congelándose a la intemperie—. ¿Se encuentra bien?

Nick volteó a verlo con la expresión de su rostro desconcertado y aturdido en medio de la niebla.

°°°

Tras tocar la puerta en varias ocasiones y no recibir respuesta alguna, regresó a la sala con Denisse. Su padre no quería salir del cuarto, y deducía que no quería ser interrumpido en su soledad. Whitney se sentó en el sillón frente a Denisse sin poder proferir una palabra al sentirse incapaz de ayudar en lo más mínimo.

Karla huía, y Nick iba tras su búsqueda, su padre se hallaba encerrado, y no tenía palabras para expresarle a Denisse que aún seguía sentada frente a ella. Por suerte Denisse sabía poner a otros antes que a sí misma, por lo que dejando a un lado sus propios conflictos y todo aquello que sentía en ese momento, suspiró y logró tomar la iniciativa de ayudar como siempre lo hacía.

—La última vez que hablamos en el WW, tenías muchas cosas encima y sé que todo a ha ido empeorando cada vez. Eres una mujer fuerte ¿sabes?

Whitney se quedó impávida en su sillón al recostarse como quien se deja caer al vacío, no tenía fuerza para mantenerse firme un instante más, era abandonarse y echarse a la suerte en el espaldar de cuero que cubría los cojines.

Era un lugar pequeño en el que a mucho esfuerzo cabían con todas sus cosas, pero justo en ese instante, todo se hacía demasiado grande, de modo que al considerarse a sí misma, se veía diminuta y perdida entre la inmensidad de su entorno. Sumida en el sillón luchaba por poner en orden sus ideas sin lograrlo. El sofá era inmenso, la mesa gigantesca, el viejo comedor se hacía descomunal, las paredes se alejaban, techo se expandía y la vida le quedaba grande.

—Me siento atada a esto, papá dice que sólo me exijo demasiado, pero no hay otra manera, tengo que arrastrarlo todo conmigo; quizás tenga razón y estoy cargando con demasiadas cosas, situaciones que al final no puedo llevar, o en las que no puedo hacer nada, como ocurre justo ahora.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora