CAPÍTULO QUINCUAGÉSIMO SEGUNDO| Oda de los derrotados

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En la madrugada el cielo se tiñó de un púrpura delicado, muchos lo llamaban la víspera de la primavera, así que la luz reflejaba un tono lila al entrar por la ventana e iluminar las orquídeas sobre el comedor. La mesa tenía un pequeño mantel violeta con bordados más oscuros en forma de rosas y espinos.

Karla estaba al comedor en la cocina con un vestido morado mientras tomaba café con su padre. Nick había puesto sobre la mesa un par de tazas con grabados magenta en forma floral, luego de servir con la vieja cafetera, la cual regresaba a su lugar bajo la alacena.

—¿Dormiste bien? —preguntó ella al ver su semblante exhausto y decaído al volver al comedor.

Nick tomó un buen sorbo de su café y luego suspiró para sentarse junto ella.

—Tomé las pastillas para dormir anoche, pero siento como si no hubiera lo hubiera hecho en varios días.

—Te hace falta descansar, es mejor que te quedes en casa...

—Es mejor que salga, siento que estar aquí está matándome. Quizás pueda distraerme un poco y... olvidarme de todo por un rato.

Denisse bajó hasta la sala con un albornoz de color lavanda, de modo que se detuvo a escuchar la conversación desde el otro lado sin que ellos se enteraran de su presencia. Aguzó su oído al acercarse a la pared tratando de distinguir lo que decían a la mesa con curiosidad.

—Está siendo difícil ¿verdad? —expresó Karla con mucha compasión—. Más de lo que esperabas...

—¿En qué momento nos rendimos? ¿Cuándo dejamos de luchar?

—Papá, tú no has dejado de luchar, aún estás cargando con todo esto...

—Quizás ese sea el problema. —Terminó su café y dejó su taza junto a las orquídeas.

Ambos se quedaron impávidos observando la taza vacía en un tenue sinsabor alrededor de su silencio.

Denisse se alejó de la pared y se retiró hacia la sala con la misma sensación de derrota. Se sentía presionada, aunque nadie tenía esa intención, se trataba de que todo se disponía a hacerle ver más allá de sus elecciones.

—Es hora de salir —intervino Karla moviendo la silla hacia atrás para ponerse de pie, de modo que al estar frente a su padre arrojó las llaves del coche sobre la mesa con un optimismo extraño, como si de un suspiro quisiera darse un nuevo aire—. Conduce, el motor del viejo Volkswagen te ayudará a despejarte un poco.

°°°

Nick conducía el viejo auto al que ya le hacía falta un vistazo de su amigo Bill, así que consideró mientras oía la radio que luego de su visita podría acercarse a "el hospital de su vehículo" que se hallaba a varios minutos tomando la avenida. Además, no le vendría mal charlar con Bill, podría ser un simple mecánico, pero parecía reparar más que coches y antiguas hojalatas, siempre que salía de su taller gozaba de cierta paz en sus pensamientos.

De momento Nick volteó a mirar a su hija, la cual tenía su cabeza recostada contra la ventana como si tuviese la vaga pretensión de escuchar y sentir cada vibración del interior del Volkswagen. Tal parecía que no era él el que necesitaba despejarse en la carretera después del invierno con una canción de fondo.

Ella descubrió la mirada de Nick cuando el semáforo de la calle Blumenberg les hizo detenerse, así mismo ella con una débil sonrisa le hizo saber que todo estaba en orden.

No era un camino largo, pero para Karla las calles se alargaban conforme a las extensas notas que marcaba la canción lenta que ponían en la radio, del mismo modo que se ensanchaban los pensamientos y preocupaciones en su cabeza. Por lo que una vez el motor volvió a la marcha sintió una vez más el corazón del viejo coche.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora