CAPÍTULO DÉCIMO | Nubes del cielo

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Regresaba a casa en el asiento trasero de un taxi, con el nuevo gnomo a su lado. Miraba por la ventana como todo lo que estaba adelante pasaba rápidamente. La ansiedad le traía recuerdos que hacía mucho creyó haber olvidado, pero ahí estaban de nuevo, acribillando sus pensamientos.

A través de la ventana veía al pasado: una nube de humo expulsada por sus labios. vapor grisáceo. Una caja de cigarrillos junto a la billetera. Nube artificial. El verdugo sujetado entre sus dedos. Viento teñido de gris. Un beso a la muerte. Exhalar el alma. Uno por la alegría, otro por la tristeza y otro por cada sentimiento posible. Incluso por los sentimientos ausentes. Quién habría imaginado que ese pequeño placer tendría un precio tan alto.

—¿Sucede algo? —preguntó el taxista interrumpiendo su meditación.

—No sé qué estoy sintiendo con exactitud —contestó Nick volviendo su mente al taxi—. Es una composición de dolor, ansiedad, miedo, tristeza y culpa. Siento que pelean dentro de mí.

—¿Y quién va ganando la pelea?

—La culpa, ella es la gran vencedora.

°°°

Era la primera vez en casi cincuenta años que sentía claustrofobia en su propia casa; era una gran casa con muchos espacios y con buena iluminación, pero ella se sentía atrapada, similar a lo que sentía en la cámara de resonancia. Estaba ahogada, no sentía que encajaba y decidió salir. Simplemente al estar fuera de la casa y sentir el viento fresco logró restablecerse, supo que no necesitaba ir demasiado lejos. Trajo una sábana y la caja de chocolates para acostarse en césped y mirar las nubes mientras comía aquellos dulces. Pasó al menos dos horas ahí hasta que Nick llegó en el taxi.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Nick acercándose mientras ella seguía mirando al cielo.

—No soportaba estar adentro sola. Simplemente quería... No sé, esperarte aquí —dijo al dirigirle la mirada—. Te guardé el último chocolate de la caja.

Nick posicionaba el gnomo en el mismo lugar que antes ocupaba Bob.

—¿Cómo se llama el nuevo inquilino? —inquirió ella sin quitarle la mirada.

—Thom el gnomo del tiempo, eso dijo el sujeto de la tienda. Le entregué los trozos del gnomo anterior, creí que reutilizaría algo, pero solo le hizo una tumba en el patio.

—Ven —Denisse sugirió que se acostara en la sábana con ella.

— ¿Sabías que hay gente pasando y vecinos mirando? —dijo sentándose a su lado—. ¿Qué es lo que haces?

—Nada, sólo estoy aquí, respirando, sintiendo —Nick se recostó a su lado y tomados de la mano miraron al cielo, ella tomó el chocolate de la caja y se lo dio de comer a su esposo.

El cielo funcionaba como un escenario donde las nubes modelaban lentamente cambiando sus formas. Todo el mundo vivía a su ritmo, dedicando tiempo a las 'cosas importantes' mientras allá arriba la naturaleza daba un espectáculo increíble, pero pocos conocían la existencia del show.

—Esa nube de ahí —señaló Nick luego de varios minutos sin decir una palabra—. Es nuestra nube.

—¿Nuestra nube? ¿Por qué nuestra nube?

—Tiene la forma de un corazón y los corazones me recuerdan a ti.

—Entonces ahora tenemos un lugar en el cielo —ella cerró sus ojos y suspiró.

Aquel suspiro era el escape de muchos sentimientos que la agobiaban en su interior, emociones que quería huir y encontraron su camino en la espiración. No necesitaba calmantes o antidepresivos, él era lo único que necesitaba para reparar el daño de su alma y su cuerpo.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora