CAPÍTULO VIGÉSIMO NOVENO | Rosas de invierno

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No recordaba cuál había sido el último silencio incomodo entre ambos. Cada uno miraba a un lado diferente en la cama, como si de alguna manera quisieran evitar encontrarse bajo las cálidas cobijas. Ya a oscuras en la noche, el silencio retumbaba en sombras de soledad, aun cuando se encontraban a no muchos centímetros del otro.

Denisse continuaba con los ojos abiertos en medio de la penumbra, y por su parte Nick no podía conciliar un instante de sueño dado lo difícil que se le hacía sentirse exento de todo. No tardó para enterarse que se mantendría despierto, que los pensamientos le invadirían hasta el insomnio y que aquel sentimiento de desesperanza permanecería angustiándole hasta la madrugada.

Al cerrar los ojos no dejaba de pensar que era una noche solitaria como la anterior, con la leve distinción que ahora ella estaba al otro borde de la misma cama, por lo que era mucho más angustiante. Nick suspiró y volteándose hasta quedar con la vista al techo se decidió a intervenir en lo insufrible:

—¿Estás despierta? —preguntó a baja voz, a lo que ella asintió con un simple gesto lanzado al vacío de la habitación.

Nick se quedó perplejo ante el recuerdo de Claire en el estacionamiento del hospital, por lo que sintió la responsabilidad de intentarlo, luego de ceder a la acusación que seguía palpitando en sus pensamientos más intensos; Denisse se volteó hacia él esperando escuchar lo que su esposo tenía por decir, pero él no sabía cómo poner aquellos pensamientos en palabras, ni siquiera conocía cuál debía ser la manera para expresar esa carga que sofocaba su mente; armándose de valor dejó escapar un interrogante, similar a un frágil intento de dar luz a su noche.

—¿Crees que es demasiado tarde para el tratamiento?

Ella sólo tomó sus sábanas para cubrirse y darse la vuelta de nuevo al otro lado sin contestar, y al retornar su mirada al oscuro vacío sus ojos destellaron un oasis en el desierto árido de su alma; apenas logró contener sus lágrimas. Nick aún con su supuesta marginación al escuchar su ahogada respiración puso la mano sobre su hombro en el silencio.

°°°

Whitney se hallaba dormida en su cuarto, mientras Walter recostado en su cama no lograba dormirse, a su lado tenía una pequeña lámpara que iluminaba débilmente la habitación. Sobre la mesa de noche tenía una campana a la que podía acudir si necesitaba ayuda de su hija, pero esa vez decidió intentarlo por sí mismo. Necesitaba ir al baño, cosa que vio como un desafío, recuperó mucho la movilidad en sus manos, aunque le faltaban fuerzas todavía para hacer muchas actividades, supuso que podría ir hasta el baño que tenía a pocos metros de la cama.

Con mucho esfuerzo se apoyó en sus brazos para alcanzar a sentarse mientras sentía un fuerte dolor en la columna, cada movimiento debía hacerlo lento y le ocasionaba un padecimiento casi insoportable, pero su fuerza de voluntad lo llevaba a superarse a sí mismo. Jadeando logró sentarse al borde la cama, era momento para levantarse, sabía que no podía mantenerse en pie, así que se lanzó hacia la pared para sostenerse. Sus piernas temblaban hasta el último músculo, le costaba demasiado mantenerse en pie apoyándose en la pared; demasiado tarde se enteró que se trataba de una pésima idea, presentía que iba a colisionar contra el piso en cualquier momento, que en alguno de sus delicados pasos su cuerpo dejaría de responder. Sentía como si caminara sobre el mar, con la incertidumbre de hundirse en el agua, se abría paso en lo imposible para llegar al baño, de manera que no podía mirar hacia abajo porque sabía que caería inevitablemente en un mar de desilusión del cual nadie podría rescatarle.

Con sus ojos cerrados y con un profundo miedo en su interior, entró al baño y cerró la puerta. Sentado en el inodoro suspiró y descansó de su travesía en la odisea de sus temores.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora