No me sepulten todavía

CAPÍTULO DÉCIMO QUINTO | Angustia inmarcesible

El ruido de la tetera roja era bastante molesto, indicaba que el agua estaba en su punto; ella dejó el pequeño libro que estaba leyendo para terminar de preparar su té. Tomó la tetera con un guante de algodón y sirvió su bebida caliente. Volvía a sentarse a la mesa revolviendo con una pequeña cuchara, retomó su lectura acompañada de un trago caliente.

"Cómo preparar un buen té" era el nombre de aquel manual. Se suponía que había hecho uno de manzanilla, pero su sabor era algo muy diferente; tenía un gusto a soledad muy amargo de digerir y de mala sensación. Al probar el primer sorbo lanzó el manual al bote de basura y derramó el té en el lavaplatos. Había un sinsentido en su boca y un vacío sentimiento que recorría su garganta.

Se preguntaba por qué su té no era bueno, ¿cuál la diferencia que tenía con el té de los demás?, ¿en qué se había equivocado? Su hermana Denisse lo hacía perfecto, siempre hizo el mejor té del mundo, pero ella nunca aprendió a hacerlo.

°°°

El tablero de madera al lado de la puerta estaba atestado de promociones, todos los que pasaban hacia el salón se fijaban en al menos dos de los folletos que cubrían el tablero. Junto al anuncio de la empresa de seguros de vida, colocaron una nueva publicidad de otra organización: Es mejor prevenir que lamentar, funeraria Paradise. 

La sesión del grupo de apoyo para personas con cáncer comenzó puntual como tenían por costumbre. James, quién dirigía el grupo, llevaba un termo en el que cargaba café y dejaba al lado de su silla; sumaba varios minutos hablando hasta que quiso darle participación a los asistentes. Rossy que era la más hablaba se notaba decaída y sin muchos ánimos de participar, así que James animó a Denisse a mencionar algo de la conversación que habían tenido fuera del grupo.

—Hola, soy Denisse.

—Hola, Denisse —saludaron todos en unísono.

—Es la segunda vez que vengo a una reunión y quiero compartirles una decisión que tomé con respecto a mi enfermedad: no haré el tratamiento de la quimioterapia. Mi familia no está de acuerdo, pero me apoyan, entienden y respetan mi elección. Por lo que, a lo sumo tengo un año de vida según los médicos.

—Gracias, Denisse por abrirnos tu corazón y contarnos esto tan importante —respondió James con una forzada sonrisa que trataba de ocultar todo el peso emocional que sentía por cada uno de los que le acompañaban en la sala—. Cada uno tiene una perspectiva diferente de la vida y por eso tomamos caminos diferentes ante situaciones similares, eres muy valiente Denisse. Un aplauso para ella.

Denisse se ausentó toda la reunión en ese incomodo aplauso, se quedó con la mirada perdida sin ver o escuchar a ninguno por un buen tiempo; en el lapso sólo pensaba en todas las cosas que algún quiso hacer que no alcanzó a realizar. Se percató en el instante que en su memoria tenía un lugar para las frustraciones y sueños rotos. No se trataba de una sensación insatisfactoria de su pasado, mucho menos de dudar si fue feliz o no; pero no evitaba pensar en aquellas metas que nunca se alcanzaron. Desde dicha perspectiva sentía que la vida se le estaba pasando de largo. La tos irrumpió sus pensamientos y le obligó a salir apurada hacia el lavado.

Nick estaba sentado de copiloto en el auto de Karla mientras ambos esperaban a Denisse hasta que la reunión terminara. Llevaban allí casi treinta minutos, su hija recién traía tres vasos de café al coche. Nick recibió el suyo y colocó el de Denisse en el portavaso.

—Siempre es difícil adaptarse al principio —explicó Karla mientras se acomodaba en su asiento—. Pero es algo que puede ayudar mucho a superar todo esto.

—Todo sea porque tu madre se sienta mejor.

Nick tomó un trago de aquel café caliente, realmente le traía mucha calma el beber un poco de ese café, que por desgracia no podía tomar con tanta frecuencia.