—Le hice venir esta mañana por el informe que la enfermera presentó esta semana —explicó el médico mirando a Whitney a los ojos—. Creemos que hay un tratamiento que puede hacer que el señor Walter Wayne se recupere por completo, con un estilo de vida saludable podría vivir hasta quince años más.
—Es una noticia increíble —dijo con los ojos encharcados de lágrimas—. No se imagina la alegría que me da.
—El señor Wayne sólo tiene problemas cardiacos y no son extremos, suponemos que es algo que se puede manejar y que con la terapia puede mejorar...
—¿Pero? —irrumpió Whitney asentando un poco su emoción inicial.
—Pero el seguro médico no cubre el tratamiento por lo que puede resultar muy costoso para ustedes llevarlo a cabo.
—Lo pagaremos —afirmó ella sin dudar un solo segundo.
Abrió la puerta del bar y caminó observando todo a su alrededor con melancolía, llevaba en sus manos una silla de ruedas. Colgó su bolso del perchero al entrar en su despacho y la silla de ruedas en el pasillo, después, dejándose caer en la silla frente al escritorio, resopló bastante agotada. Con cuidado sacó la caja donde guardaba el dinero que tenía bajo llave en uno de sus cajones, lentamente contó el dinero sobre la mesa y a dejar el registro en la pequeña libreta. Al terminar se reclinó sobre el asiento desesperanzada para luego tomar el teléfono y anotar el número de Nick. Estuvo a punto de llamar cuando una idea le detuvo en seco.
—¡Papá! —saludó emocionada al entrar al cuarto de Walter con aquella silla de ruedas, él la seguía por el cuarto con su mirada en silencio—. Hay buenas noticias. Los médicos dicen que hay posibilidad que te mejores, que puedas volver a moverte y hablar como antes. Mientras tanto podemos usar esta silla para ayudarte.
Walter sabía que Whitney le ocultaba algo por lo que al tenerla cerca le agarró la mano y la miró como preguntando que sucedía, el semblante de ella cambió por completo y silenció frente a los ojos de su padre.
—Bien —dijo Whitney sentándose junto a la cama para explicarle a su padre las complicaciones del asunto—. No quiero preocuparte con esto. El tratamiento es costoso y tendremos que vender el bar para poder pagarlo.
—Vender... el bar —repitió Walter con mucho esfuerzo asombrado ante la idea.
°°°
Karla le ayudaba su madre a tender la cama y doblar las sábanas. El cuarto de sus padres siempre le inspiraba respeto, sobre todo cuando era niña; la habitación era como una fortaleza, que cuando entraba se sentía segura, y mientras recogía las cobijas recordaba las noches de su infancia en las que venía corriendo a la puerta cuando tenía pesadillas y su padre siempre le abría para que durmiera en medio de ellos; sólo ella podía hacerlo, ninguno de sus hermanos antes, tuvo el privilegio. Cuando Will o Jake vivían un mal sueño gritaban el nombre de su madre y ella iba a despejarles sus miedos hasta dejarlos dormidos nuevamente. Pero Karla llamaba a Nick, y él no veía reparo en traerla dormida hasta aquella fortaleza impenetrable para sus miedos, después de todo era la menor de la casa y la única pequeña de la familia. Aún después de tantos años, ese era el lugar en el que se sentía más segura.
Al terminar no se aguantó las ganas de acostarse allí, aunque sea un par de minutos y recordar con una sonrisa sintiendo el aroma de sus padres en la cama. Denisse no se tardó en aparecer en la puerta trayendo una taza de té para ella.
—Gracias —dijo Karla al sentarse para recibir la taza—. No sabes cuánto extraño esto.
—Quiero mostrarte el vestido para esta noche —Denisse abrió el armario y sacó de entre su ropa su nueva proeza en tela—. Hace poco fuimos al centro comercial a comprarlo, tu padre lo vio primero.
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No me sepulten todavía
RomantizmSon pocos los amoríos que cruzan la barrera de la juventud, aquella época de las aventuras, los riesgos y las nuevas experiencias, pero todo tiene un final. La vejez es, por excelencia, la antesala a la muerte y no hay mejor momento para despedirse...