CAPÍTULO TRIGÉSIMO NOVENO | Ostinato

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Parecía que hacía meses nadie se preocupaba por el tablero de anuncios junto a la puerta del salón. El mismo entablado se hallaba oculto tras una inmensa cantidad de volantes sobre otros, creando varias capas de papeles y folletos. Funerarias, abogados, asilos, servicios de jubilación, seguros de vida, entre otros servicios que podrían interesarles a las personas que allí se reunían. Sin embargo, un nuevo letrero parecía sobreponerse a todo, uno que manifestaba un agridulce consejo de un sarcástico publicista: 

Feliz navidad, celebra esta época en familia como si fuera la última.

°°°

Tocó el timbre de la casa de Joe, luego esperó con su gran abrigo mientras sostenía una caja de galletas y al pequeño felino. Se pasó gran parte de la tarde planeando cómo haría para entregarle a Ferlly de nuevo a su vecino, frente al espejo se imaginaba qué diría o cómo se vería al estar en la puerta de su casa, cambió su ropa al menos cinco veces antes de salir, buscaba vestirse de la forma correcta para entregar un gato. Fueron horas decidiendo si debía usar mucho o poco maquillaje, del mismo modo hizo con su cabello al preguntarse como tendría que estar.

Estaba avergonzada, aunque no era su culpa que el gato escapara de nuevo. Antes de que cayera en una crisis existencial Joe abrió la puerta.

—Hola —dijo Claire apenada con él al sonreír forzadamente—. Encontré a Ferlly en la ventana hacia el patio trasero.

—Es un gato travieso, tuve la corazonada de que estaba contigo, ¿por qué no pasas adentro un momento? —ofreció Joe con amabilidad a lo que ella asintió mientras sostenía la caja y el gato.

Él cerró la puerta y la invitó a estar en la sala para que pudieran conversar de manera más tranquila, Claire dejó al gato cerca a la camada antes de entablar una conversación con Joe.

—Mi hermana y yo horneamos estas galletas así que traje una caja para mí, pero me temó que no puedo comer tanto, así que pensé en traértelas.

—Es un buen detalle de tu parte —comentó al recibir el obsequio de Claire con un gesto de gratitud—. Me siento muy apenado por todo lo que has hecho por mí y por Ferlly. Es la segunda vez que vienes hasta acá y encima traes galletas; no sé cómo agradecerte tanto.

—No es la gran cosa, vivimos a pocos metros —él la invitó a sentarse mientras dejaba la caja sobre una pequeña mesa—. No podré quedarme por mucho tiempo hoy, justo tengo un compromiso familiar.

—No hay ningún problema, si gustas podemos sentarnos a hablar en otra ocasión. Seguro cuando Ferlly vuelva a escapar al patio de tu casa —ambos rieron y se miraron a los ojos hasta que su risa se disipó en el silencio, como si ambos se hubiesen enterado de algo que les hizo vivir un momento un destello de luz en sus oscuros ojos, los dos se encontraron y temieron a eso.

—Prometo quedarme más tiempo la próxima vez que Ferlly pase por mi casa —respondió ella interrumpiendo ese instante revelador que por alguna razón evitó de inmediato—. No quisiera llegar tarde hoy.

Joe la acompañaba de regreso a la puerta al terminar la efímera visita, por lo que antes de llegar a la salida por el corredor, tuvo una idea:

—Yo puedo llevarte si no te molesta, tómalo como un gesto en agradecimiento por Ferlly y las galletas, ¿qué te parece?

°°°

Observaba detenidamente a Nick mientras conducía el auto, no le quitaba la mirada ni un solo segundo, aún así él estuviera atento solamente a la carretera, el viejo ni se enteraba que los ojos amorosos de su esposa estaban sobre él. No era su vista lo único que clavaba en Nick, sino que sus pensamientos también eran acribillados por la imagen de quien amaba.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora