CAPÍTULO TRIGÉSIMO QUINTO | El miedo del deseo

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Encontraba en la nostalgia una forma de vida tan sublime como el pasado cuando era presente, podría destacarse aquella inclinación a la destrucción emocional, como un deseo intenso de recordar. Llevaba años sin abrir aquel álbum de fotos familiar, lo había encontrado en la mudanza y luego de hallarlo en una de las cajas lo abrió entre sus piernas sentado en su silla de ruedas. Cada foto era una pesadumbre intensa que le hacían añorar vivir aquellos días; al lado de aquellas sonrisas impregnadas en el tiempo a través del papel se consideraba infeliz aún cuando no lo era. No quería ver aquellas fotografías, pero lo necesitaba.

En medio de todo el caos que aún rodeaba la casa, Whitney encontró a su padre en la sala observando el álbum de fotos, de manera que decidió sentarse a su lado para acompañarlo en su triste viaje.

—Era hermosa —comentó Walter al ver que su hija se hacía junto a él—. ¿No crees?

—Lo era —Whitney admiró la fotografía de su madre en el álbum, tenía una jovial sonrisa y su cabello era abundante, su mirada se mostraba alegre y llena de felicidad—. Casi no hablamos de ella.

—¿La recuerdas? —preguntó al acariciar la foto con su dedo tembloroso.

—Era una niña, nunca supe lo que sucedió —ella cerró el álbum para que el recuerdo no siguiera hiriendo—. Tenías razones para no volver a hablar de ella.

—Hay muchas cosas que mereces saber de tu madre, pero son cosas que no estoy preparado para expresar.

°°°

Estaba sentada junto a la ventana, mientras leía uno de los libros que tenía en su inmensa biblioteca, se sumergía en una romántica historia en la que lograba desconectarse del mundo, era ella sumergida en las letras. Al otro lado del sofá se encontraba el gato arrinconado con sus ojos cerrado acompañando a Claire en su silencio. Ella sólo esperó a terminar el capítulo para cerrar el libro y voltear a acariciar al Felino, el cual ronroneó cuando Claire pasó su mano por su bello pelaje gris.

De momento volteó a ver por la ventana a su vecino con una cantidad impresionante de volantes en sus manos, los cuales había pegado por todo el vecindario en busca de su mascota, apenas llegaba a su casa luego de pasar toda la mañana pegando anuncios. Claire volteó a ver a Ferlly quién ya la estaba mirando a los ojos como sabiendo lo que ella pensaba en ese momento: devolverlo a su dueño.

Dejó su libro en el sofá luego de ponerse de pie y preguntarse qué haría con todas las cosas que había comprado para su efímero compañero; la comida, el tazón y un par de juguetes de la tienda de mascotas. El gato la siguió hasta la cocina y se quedó observándola mientras guardaba todo en una gran bolsa de tela. Tuvo que perseguir a Ferlly por toda la sala para lograr agarrarlo y llevarlo entre sus brazos.

Claire se miró al espejo con el gato a un lado y la bolsa al otro, buscaba verse presentable para entregar de vuelta a su pequeño compañero; por lo que empezó a practicar como le explicaría a su vecino el incidente con su mascota.

—Hola... Buenas tardes... ¿Qué tal?... ¡Hola!... —repetía frente al espejo buscando las palabras para ir a tocar la puerta del lado—. Soy Claire, vivo aquí junto... No... Me llamo Claire... El otro día encontré a este pequeño... ¡Maldición!

Una vez afuera caminaba a un paso apresurado entre el piso nevado como si golpeara la acera con furia, una cerca separaba ambas casas, había también un árbol y un faro de luz junto al camino, en ambos aparecía el anuncio del gato desaparecido.

No tardó en llegar a la puerta de su vecino y suspirar para preguntarse si tocar o devolverse. Al golpear la madera no habría marcha atrás, pero aún tenía tiempo para pensárselo incluso estando justo en la casa.

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora