CAPÍTULO SEXTO | Media noche

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Giraba en su propio eje como una botella en un juego de adolescentes, pero esta era lenta, suave y sutil, pero al mismo tiempo: imparable. Continua y continuaba dando vueltas en el tablero con la impresión de nunca pretender detenerse siquiera un instante, no había tregua ni manera de negociar un segundo. Después de los setenta no se busca matar el tiempo, el tiempo busca matar y no hay manera de huir. El reloj de madera colgado en la pared, con los números romanos marcaba las nueve de la noche.

Nick estaba en el sofá mientras movía su mano al ritmo de la canción de Nina Simone que pasaban por la radio. Una pequeña venda le cubría el dedo por la herida de las rosas, y él no le quitaba la vista al reloj. Lo acompañaban los chocolates sobre la mesa y las rosas a su lado en el sofá mientras esperaba a Denisse.

Llevaba casi dos horas esperando así que se levantó a buscar el teléfono, e hizo algo de lo que no quería hacer, de lo que se arrepentiría toda la vida, que se avergonzaría de contar en un futuro.

—¿Hola? —contestó Claire desde la otra línea.

—Claire, soy Nick —apenado colocaba su mano en la frente—. No me cuelgues el teléfono, por favor. Denisse no ha llegado y empiezo a preocuparme.

—¿No ha llegado a casa?

—¿No está contigo? Por favor dime que está contigo.

—Hace varias horas tomó un taxi, dijo que era tiempo de volver contigo, creí que ya estaba en casa —mientras ella hablaba Nick sentía como el miedo empezaba a consumirlo de pies a cabeza.

El interrogante se desarrollaba como un crescendo en su mente que retumbaba en cada pensamiento, ese que lentamente se hacía más y más fuerte: —¿Dónde está Denisse?

—¿Nick? ¿Nick, estás ahí? —preguntó Claire.

—Lo siento, Claire. Tengo que encontrar a Denisse pronto.

¿Qué estaba haciendo? ¿A dónde había ido? ¿Escapó? ¿Qué estaba intentando? Cada pregunta sin respuesta habría nuevas inquietudes cada una peor que la anterior. Colgó el teléfono con la mano temblorosa y la mirada perdida.

Caminó hasta la sala, dónde la canción se hacía sonar aún más fuerte, tropezó con el sofá y luego con la mesa; tan aturdido estaba que no reconocía su propia casa. No sabía que buscar, a dónde ir, qué hacer, ni siquiera que pensar.

Miraba a su alrededor buscando una respuesta: las rosas en el mueble, los chocolates en la mesa, el radio, la biblioteca. Corrió hacia el teléfono y temblando llamó a su hija.

—¿Hola?

—Karla... tú mamá no está.

—¿De qué hablas? Mañana iremos al hospital...

—No —interrumpió Nick—. Desapareció, no sabemos donde está, debería haber llegado hace unas horas, pero no está.

—Llamaré a mis hermanos, no te preocupes, salgo para allá en el auto.

—Por favor... ven.

La herida de su corazón se abrió y sangró nuevamente empañando aquella venda que trataba de cubrirla superficialmente. El tiempo pasaba y en cada segundo la desesperación se acentuaba con mayor fuerza. No soportaba estar sentado esperando simplemente, caminaba de un lugar a otro en la sala de la casa. Todo aquel dolor, frustración y miedo era una bomba de tiempo que deambulaba del tapate de bienvenida hasta la biblioteca.

La eternidad ya no se veía tan lejana y extensa, sino que la vivía en un segundo. Ocurrió lo inevitable, arrancó de la pared aquel reloj y con fuerza lo rompió contra el piso deseando con todas sus fuerzas detener el tiempo. Con impotencia tiró las flores dejando en la sala un piso lleno de pétalos rojizos. Por último, fue a la cocina y arrojó lo que quedaba de pastel contra la pared.

Tomó un retrato que se mostraba sobre la nevera, se sentó en el piso a llorar y rogar que Denisse no estuviera haciendo una locura mientras abrazaba la fotografía. Allí estaba Nick, recostado junto a la mancha de crema que había dejado en la pared.

—¿Dónde estás? —era la pregunta que repetía una y otra vez.

°°°

Bajó del auto con la bufanda puesta, pasó de largo junto a Bob y tocó el timbre al llegar a la puerta, pero nadie respondió. Las luces estaban apagadas y todo permanecía en total silencio. Karla buscó en el bolsillo de su blazer unas llaves que conservó durante años y abrió la puerta. El reloj roto en el piso y las flores regadas por toda la entrada.

—¿Papá? —llamó ella, pero no había nadie en casa.

°°°

Faltaba poco para la media noche, las calles se hallaban vacías y el único ruido era aquel viento helado que azotaba la solitaria carretera. Caminaba deprisa como si el tiempo se le agotara por momentos pareciera que intentara correr peros sus piernas ya no estaban para eso. "Dijo que era tiempo de volver contigo" eran las palabras que Claire le había mencionado y creía que ahí estaba el mensaje que Denisse le había dejado.

—Es tiempo de volver con Nick —repitió agitado cruzando la carretera.

Era Denisse, aquella mujer parada en el puente de la calle Apton del cual sólo se percibía una silueta en las sombras. Ella miraba de pie el agua que corría bajo el puente, tranquila, suave, apacible. La luz de la farola reflejaba en el agua a la anciana en lo alto del viejo puente. Nick quedó a pocos metros de ella.

—Sabía que vendrías —comentó ella sin dejar de mirar el pequeño arroyo.

—Estaba preocupado por ti —caminó hacia ella lentamente—. Te esperé, tenía una sorpresa para ti, pero tú quisiste darme una antes.

—Quería ir a un lugar, pero no quería estar sola, quería venir a un sitio en el que pudieras encontrarme. Antes de mañana, antes que todo esto se salga de control, quería que vinieras conmigo, como antes.

—Sé cómo te sientes, y tu sabes lo que siento yo también. No vuelvas a irte así.

—Lo siento, no volverá a suceder —Denisse abrazó a Nick—. Pero quédate conmigo, aunque sea sólo un momento.

Denisse tenía el poder de brindar calma en los momentos más intensos, como el ruido de un arroyo en una fría noche, era el refugio en medio de una batalla, la calma rodeada de tormentas.

—Lamento que tengas que pasar por todo esto —agregó Denisse mirándole a sus ojos rojos de tanto llorar aquella noche.

—No, no lo lamentes; pase lo que pase, estar a tu lado será siempre el lugar para mí, y no habrá otro sitio mejor en el mundo. Ni ahora ni en el final de los tiempos.

Denisse se percató de la herida en su corazón y le dolió en lo más profundo.

—¿Qué sucedió?

—Había comprado un ramo de flores para ti.

  —Voy a cuidar de ti, hasta que sanen las heridas. 

Sus hijos y Claire estaban desesperados buscándolos por cielo y tierra, mientras ellos se tomaban de la mano en el puente del arroyo a la media noche. No pretendían revivir el pasado o traer a colación un recuerdo; Denisse pretendía crear un nuevo momento,  uno que pudiera palpar y sentir junto al hombre que toda la vida amó.

 No pretendían revivir el pasado o traer a colación un recuerdo; Denisse pretendía crear un nuevo momento,  uno que pudiera palpar y sentir junto al hombre que toda la vida amó

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No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora