CAPÍTULO QUINCUAGÉSIMO | All the way

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Las manos le temblaban. Lo sentía por la pulsera de perlas que intentaba de adornar su mano, era navidad por lo que se trataba una velada especial, una de esas que requerían vestirse bien, pero al mismo tiempo con familiaridad. Claire se hallaba sentada frente a su tocador, mientras se maquillaba al preguntarse a qué se debía su nerviosismo. Rizador de pestañas para cautivar con la mirada, rímel para darle color al alma, delineador para ocultar el tiempo, sombra para opacar la tristeza y labial sin motivo y sin razón.

Al terminar dejó todo de lado y suspiró para mirarse al espejo.

No estaba conforme con lo que veía, incluso sabía que cada día estaría menos satisfecha consigo misma, lo que la llevaba a pensar que por lo menos ese día estaría más bella que al día siguiente.

Hizo un leve ruido que dejaba salir un poco la presión que llevaba dentro en busca de alivio, golpeó la madera unas cuantas veces con sus uñas al voltearse a mirar la hora, entonces supo que salvaguardaba miedo. Luego de todos los infortunios que había vivido los últimos años, en cuanto a fracasos románticos, la habían llevado a una incredulidad constante en el deseo de no-morir en la soledad absurda en la que se hallaba. Aunque había quedado con Joe para pasar navidad con su familia, no le extrañaría que faltara a su cita —la cual prefería llamar "encuentro"—, que simplemente no apareciera y luego llegaría con una disculpa evasiva.

Lo presentía, pero no dejaba de asustarle, como si le temiera al dolor de una vaga ilusión ya perdida. Otra. Una nueva.

Ya se imaginaba la melancólica navidad de costumbre hasta que el timbre de la casa le hizo volver en sí, apartó la mirada del reloj y volvió a verse una vez más antes de ir a abrir la puerta. La suave campana que hizo eco en toda la casa deconstruyó en un segundo toda noción de soledad que formó alrededor de sus temores.

Se esforzó por ocultar el entusiasmo de ver a Joe en la entrada, pero la sonrisa se le escapaba por instantes como si no hubiera remedio.

—¿Lista para la navidad? —expresó con su gesto de alegría escondido tras su barba.

—Por un momento temí que no vendrías —dijo ella tomando su bolso y acomodando su bufanda antes de salir de su casa y dejar todo atrás.

—No todos los años tienes la oportunidad de pasar una navidad decente, no en mi caso. —Claire apagó las luces y cerró la puerta para caminar junto a Joe por el sendero hasta la acera donde esperaba la antigua camioneta.

El rugido del vehículo tuvo lugar al encender el motor, el coche pertenecía la época en la que fuerza era sinónimo de ruido, así que unas décadas atrás pudo ser considerado una camioneta potente en el mercado.

Claire se ajustó el cinturón de seguridad y miró hacia su casa al emprender rumbo por la carretera. De momento dejaba atrás en algún lugar del camino la soledad de eso a lo que temía llamarle hogar, sólo pretendía vivir ese momento dentro del coche ignorando el retrovisor. Contemplaba el camino adelante entre la nieve al sentir la calefacción equilibrar la temperatura.

No se trataba de un lujoso auto, pero tenía lo necesario para ser acogedor.

—Una bala perdida... —comentó Joe de la nada mientras conducía por la calle del casi desierto vecindario.

—¿Cómo dices?

—Mi padre daba clases de tiro, aún recuerdo esos días en mi juventud, decía que toda bala que no daba en el blanco no sólo era un desvío o una bala menos, sino que también era una bala perdida. —Claire le miró intentando entender a qué se refería con eso—. A veces pienso que he dejado atrás la oportunidad de haber acertado, por lo que ahora estoy en un sinsentido esperando impactar en ningún lugar, ¿has sentido eso?, ¿alguna vez has creído que eres una bala perdida?

No me sepulten todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora