Capítulo 20

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Marizza se había quedado muy mal luego de la llamada. Tomó un coso que parecía una clase de pechera, en dónde metió a Candela, se aseguró de que los broches estuvieran bien cerrados y dijo como pudo:

lalcec...lalcec—parecía que sólo eso se le había quedado en la cabeza luego del llamado.

Pablo reconoció el nombre que ella estaba pronunciando y junto a Cande y Marizza salió de la casa para ir al parking.

Se iban a subir al coche de Marizza, pero Pablo la vió tan mal que no la dejó manejar.

—Vos estás loca, no estas en condición de manejar —dijo Pablo apartando a la chica del lugar del piloto para llevarla al otro lado del auto y meterla en el asiento trasero.

Ella se puso el cinto de seguridad, este pasaba sobre Marizza y por ende Candela. Una vez que Pablo vió eso arrancó.

[...]

Luego de lo que pareció una eternidad de camino, al fin llegaron a la clínica. Allí los hicieron esperar otro toco de tiempo para que los pudieran atender.

La clínica tenía un ambiente realmente re pesado, era obvio que un hospital no tendría una muy buena onda. Digo, un lugar en el que llegan cientos de personas con diferentes emergecias no es lo más apacible del mundo o tiene la mejor vibra.

Justo en ese ambiente de la mierda estaban Marizza, Cande y Pablo, cuando les llamaron de urgencia.

De repente. Un doctor se acerco a ellos. Marizza y Pablo se pusieron de pie, ella tenía sostenida a Cande y él la abrazaba a ella.

—Señorita Andrade...?—preguntó el policía.

—Sí, dígame...—la voz de Marizza estaba cortada.

—¿Podríamos hablar un momento?—preguntó el doctor.

Pablo iba a soltar a Marizza, pero ella habló:

—Por favor, vení conmigo. —pidió.

Él le dió una sonrisa de lado y la apretó más hacía su cuerpo. Los tres comenzaron a avanzar siguiendo al doctor.

Cuando se apartaron de la sala de espera entraron a una sala aparte, una en la que había una mujer esperándolos.

—¿Quién es ella? —preguntó Marizza.

—Ella es Mónica, se especializa en casos así —dijo el doctor.

—Casos así...? —preguntó Pablo.

El ambiente en la habitación se hizo más pesado, tanto que casi se podía cortar la tensión con un cuchillo.

—Niños huérfanos—dijo finalmente el doctor.

Marizza sentía que le faltaba el aire, se sentía incapaz de respirar, era como si le tuvieran el pecho comprimido con un trozo de concreto. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero luchó con todas sus fuerzas para contenerse.

No iba a llorar delante de extraños...

—Me esta diciendo que Mia y Manuel...—No había voz más cortada que la de Pablo.

—Lamento decirle que sí —dijo el médico.

La mujer esa "Mónica" se comenzó a acercar a ellos de manera cautelosa.

—¿Qué hacé?—preguntó Marizza.

—La nena, me la tengo que llevar —dijo la mujer tratando de tomar la manito de Cande.

Marizza por instinto dió un paso hacía atrás.

—Señorita Andrade, deme a la nena—pidió la mujer.

La Vida Como La Conocemos(Pablizza).       [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora