Capítulo 43

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A la mañana siguente, cuando Marizza despertó se dió cuenta de algo que le lastimó internamente. Estaba sola. Esperó un momento, quería oir el ruido de la ducha, lo que significaría que Pablo estaba alli o al menos oir que estaba abajo, pero no, no lo escuchó nada.

—Pablo —Lo llamó Marizza. No obtuvo respuesta alguna. La chica bufó y colocó sus manos en la cabeza.— Ya soy una más.

Se envolvió en la sábana de la cama, buscó algo para usar ese día, entró al baño y se decidió a tomar una ducha.

Una vez que estaba allí se metió y comenzó su clásica rutina de las mañanas, sólo que esa vez tenía la cabeza en mil cosas que, hace dos noches, no le habría pasado por la cabeza que la tendrían tan absuelta.

[...]

Cande estaba sentada en el sofá, viendo sus caricaturas, esas malditas caricaturas que los cuatro odiaban, pero ella amaba.

—Ay Cande, quién diría que sólo así estás tranquilita, mi amor—dijo Marizza al ver a Cande tan entretenida con los dibujos.

Ella siguió limpiando. Estaba ordenando los juguetes de Cande ya que usualmente estaban botados por todos lados y solían ser potencialmente peligrosos para cualquiera de los tres, así que Marizza los metía una caja, para que así fuese menos desastroso.

Le era algo rara aún la rutina de ama de casa, pero la niña aún era demasiado pequeña y ella odiaba la idea de que pasara mucho tiempo sin ella o Pablo. Además Marizza aún trabajaba, seguía escribiendo y llendo ocasionalmente a grabar, esto claro acompañada de la bebé.

[...]

Una vez que terminó de hacer sus cosas decidió darse un tiempo para jugar con Cande y hasta tratar de estimilarla para que la pequeña hablara o caminara.

Es así como tomó unas fotos que estaban en la casa, fotos en las que aparecían todos: Sonia, Franco, Martín, Juan Carlos, Sergio y Mora.

—Mirá mi amor, mirá quién está aquí!—dijo Marizza mostrando la foto a la nena. —Son tu abuela Sonia, tus abuelos Franco y Juan Carlos.

La nena sólo veía la foto.

—No entendes un carajo, ya lo veo—dijo ella a la bebé.

Se estiró y tomó otra foto, una en la que sólo estaban los cuatro, ese cuarteto que seguramente, sus padres se arrepentian de crear o más bien reunir.

Esa era una de las fotos que se habían sacado de camino a su gira, estaban Mia, quien llevaba a Rosita, Manuel, Marizza y Pablo, los tres sonreían enormemente.

—Acá están Mamá y Papá, bombón. Aquí teníamos como. 17 o 18 años de máximo—Marizza señaló la foto de Mia y dijo—Vos me récordas muchísimo a tu madre ¿Sabés?.

—A mi me recuerda muchísimo a vos, por una rara razón—escuchó una voz tras ella.

En ese momento Marizza volteo y se encontró con Pablo, ahí tras de ellas con un muñequito y dos rosas, una blanca y otra roja.

—Físicamente es igual a Mia, pero su personalidad pinta para ser como la tuya—dijo Pablo.

—Umm... Mirá vos—fue lo único que dijo.

Cande, al percatarse de la presencia de su tío aplaudió para mostrar alegría. Esto a Marizza la enternecio y la hizo tomar a la bebé para llevarla cerca de Pablo.

—El tío Pablo te trajo un juguetito, cariño!—dijo Marizza a la nena con dulzura. Ella tomó el juguete de manos de Pablo y comenzó a moverlo, causando que la niña riera.

Él sólo veía atento la escena de Marizza siendo buena y, en cierto punto, maternal con Candela. Sonrió.

— A vos también te traje algo—dijo Pablo. Él le entregó las dos flores a ella, sólo llevó dos porque sabía que ella no era pretenciosa con eso.

—Gracias. No me siento muy bien, iré a dormir. Qué tengas buenas noches —dijo ella secamente.

Ella logró llegar a la planta alta de la casa y recosto a su sobrina para que esta descansara, la cubrió con una cobija y la dejó allí recostada. Ese era el momento en que entraba al armario a buscar algo que ponerse para dormir, y mientras buscaba en su ropa, sintió que le daban un jalón por la cintura.

—¿Qué te pasa? Me tratás para el orto de nuevo—dijo Pablo, quién la tenía rodeada con los brazos.

—No tengo nada. Soltáme y sal del cuarto, por favor—dijo Marizza.

—Hoy a la mañana...—Pablo comenzó a hablar.

—La mejor jodida mañana de mi vida, sola en la maldita cama y ni con una nota de "Perdón, tuve una emergencia, No te quise despertar" o algo.

Pablo se pegó más a ella y llevó su boca al cuello de ella, para luego dejar una serie de besos inocentes. Marizza sentía que sus piernas eran unas simple y burdas gelatinas en ese momento.

—¿Podemos hablarlo?—preguntó Pablo.

Ambos salieron del closet y se sentaron en la cama de Marizza a charlar.

—Sé que no estuvo bien lo que hice, no debí dejarte de esa manera hoy en la mañana, pero es que... —titubeo un momento— Tenía miedo, esa es la verdad.

Marizza se sorprendió.

—¿Miedo de que o a qué?—preguntó.

—De cómo reaccionarias al despertarte y encontrarme a tu lado en la cama—dijo.—Pensé que te ibas a arrepentir y decir que había sido un error. Y eso cagara la relación que de un tiempo para acá ha sido muy linda, provocando problemas.

—Yo no creo qué fuera un error, de creerlo así no habría permitido que ayer a la noche ocurriera, te habría detenido.

—Yo también querida, cuando desperté no me quería ni mover para que no te despertaras y se pusiera cagar la imagen que tenía de vos toda tranquilita, abrazada a mi,  no podía creerlo. Vos que tanto decías que era un He-man trucho, muñequito de plástico y no se que más, así, conmigo.

Marizza sonrío.

—Quién diría que el gran Pablo Bustamente le tendría miedo a que una mujer se arrepienta de estar con él.

Pablo hizo puchero ante la burla de Marizza.

—Ay no me este pucheriando —dijo Marizza pellizcando una de sus mejillas.

P

ablo no se controló y se acercó rápidamente a callar a Marizza de la mejor manera que sabía. A besos.

Ella soltó una risita mientras se dejaba que el la recostara en la cama.
















La Vida Como La Conocemos(Pablizza).       [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora