Capítulo 41

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Todo el camino Pablo fue sacándole charla a Marizza para que ella no se sintiera aburrida o le dieran ganas de sacarse la venda que llevaba en los ojos...

—¿Y qué pasó con eso de ayudar a Sonia en la tienda?—preguntó.

—En realidad no mucho, mi madre me dijo que ya no me iba a necesitar, que Franco quería seguir aquí un tiempo más para solucionar algunas cosas —explicó ella.

—Oh, que mal que Franco no quiera despejar la cabeza, ¿no?—dijo Pablo.

—En cierto punto lo entiendo, él cree que encargarse del proyecto que era de Mia lo hará no tener que "despedirse" tan rápido de ella, después de todo Mia era su nenita —dijo Marizza.

—Tenés razón, esos proyectos son un recuerdo de ella, y es como cumplir su voluntad. Es realmente admirable—comentó Pablo.

Ella asintió con la cabeza.

—Oye, ya cortale con tu misterio, decime a donde me llevas—pidió con pucherito.

—Nop, no te lo diré. Ya casi llegamos sólo espera otro poquito más, no seas desesperada —le dijo Pablo.

[...]

Luego de otro rato de camino, Marizza, aunque no lo quería reconocer estaba bastante muy nerviosa, no sabía de que manera terminaría esa prueba y le daba algo de miedo, ya que hasta el momento, su convivencia con Pablo ha sido buena... Aunque igualmente no quería seguir con las vueltas y los jueguitos de besos robados.

Estaba tan absuelta en su mente que no notó cuando el auto se dejó de mover, sólo salió de su trance cuando sintió la mano de Pablo tomar la suya.

—Mari, ¿me escuchas?—preguntó Pablo.

—Si, si, claro—dijo ella aún un poco desorientada. —¿Ya me puedo sacar esto?—preguntó.

—No, aún no llegamos... Tal cuál —dijo él.

Marizza sólo lo sintió alejarse de ella. Escuchó la puerta del auto abrirse y luego cerrarse, después escuchó su puerta abrirse.

—Muy bien, creo que es momentl de que bajes—dijo Pablo.

—Y si me caigo? Recuerda que esto esta medió alto y yo no veo un carajo—comentó ella.

—Si, tenés razón... ¡Ya sé!—luego de esas palabras Marizza sintió que Pablo la agarraba de la cintura....

Le dió miedo.

—Ya está así no te pasará nada —dijo él una vez que la tenía en su hombro, cual saco de papa.

—¡Pablo Bustamante Ortiz, bajame ahora!—dijo ella entre asustada y divertida.

—No te va a pasar nada, no es como que te voy a dejar caer ni mucho menos. Tú tranquila—dijo Pablo.

Marizza simplemente se relajó y dejo que Pablo la llevara hasta... Dónde sea que iba a llevarla.

Pasado un rato Pablo, finalmente, la bajó de sus hombros, lo que hizo que ella se relajara más, ya que ahora no tenía.miedo a caer ni nada.

—Ya podes sacarte la venda—le susurro.

Ella llevó sus manos al nudo de la venda y lo deshizo de manera rápida. Cuándo al fin pudo ver no lo podía creer. Estaban en su lugar del bosque que conectaba con un pequeño muelle. Uno que junto a Mia y Manu descubrieron hacía 18 años atras y al que no iban hace 10 años.

Y ahora, ahí estaba otra vez. Sólo dos de los cuatro nenitos, los dos que menos se llevaban y mostraban afecto...
Apunto de tener una cita, en la que él se esforzó y a ella le encantaba.

Uno de los árboles tenía muchas luces a lo largo de su tronco y unas cuántas más sobre las ramas. Y justo frente a este árbol habían colocado una pequeña mesa, con sólo dos sitios y le habían puesto una vela en el centro de ella.

Le vinieron miles de recuerdos a la cebeza.

—¡Es nuestro escondite!—dijo emocionada.

—¿Aún lo recuerdas? pensé que era el único traumado que se acordaba de este lugar—dijo el riendo.

—¡Claro que no!. Este lugar tiene muchísima historia para los 4, jamás lo olvidaré.

[...]

Ya estaban cenando, y era una cena bastante dinámica por llamarla así, porque en ningún momento pararon de charlar y reír recordando las tonterías que hacía de niños, las cosas que vivieron en la adolescencia y más.

Marizza no podía dejar de sonreír.

—¿Te gustó la sorpresa?—preguntó Pablo.

—Me encantó!. Se ve que te esforzaste—dijo Marizza.

—Si, la verdad es que sí—respondió él.

Marizza se acomodó en su lugar y habló:

—Por más hermoso que esto sea, debemos hablar, no podemos dar más vueltas.

—Si, lo sé, es algo estresante la situación—apoyo Pablo.

—Y bien...¿Qué sientes? —preguntó Marizza.

Pablo se quedó callado un instante, tratando de acomodar sus ideas, todo lo que saldría de sus labios.

—Siento que... Que cada vez que te veo llorar algo se me parte a mi por dentro. cuando estabamos en la clínica, yo vi el momento en que Marcos te besó y sentí unas irracionales ganas de apartarlo de vos y ser yo quién te besara.

Marizza rió.

—No te rías boluda, es cosa seria—dijo Pablo.

—Ahora ya sabes lo que fue para mi al atender tu celular y escuchar la sarta de boludeces que te decía Arlett. Tener que verte a la mañana siguiente absolutamente ebrio y todavía que el señor llegara pidiéndome beso, hazme el favor—dijo ella.

—Por eso me rechazaste, por celos—dijo Pablo.

—Si, por eso no te besé y mira que deseaba hacerlo, pero no era correcto, no luego de la nochesita que te habías pasado con esa mujer.

Pablo sonrió.


[...]

Eran las 12 A.M cuando ellos volvieron a la casa, sabían que era tarde, pero, la parte positiva es que Annie vivía en su misma zona, literal la niña sólo debía cruzar la calle y eso era todo. Así que no se sentían tan mal después de todo.

—Hola, ¿Cómo estuvo su noche?—saludó Annie.

—Hola Annie, estuvo muy linda, gracias.—respondió Marizza.

La niña se levantó del sofá y se preparó para irse. Simplemente espero a que Pablo le pagara y luego se dispuso a irse.

Aunque no sin antes quedarse un instante más observando a los dos adultos. Les sonrió y dijo.

—Son una muy hermosa pareja—dijo annie y luego salió rápidamente de la casa.

Marizza miró a Pablo, iba a hablar, pero él la freno antes de hacerlo.

—Está bien. Yo opino exactamente lo mismo— le dijo, luego de darle un pequeño jalón y acercarla a si mismo.

Marizza sonrío e hizo lo que llevaba toda la noche deseando...

Lo besó.
























La Vida Como La Conocemos(Pablizza).       [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora