Capítulo 36

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Los días pasaron y Marizza aún no le daba una respuesta a Marcos, ya que era real eso de que su vida estaba muy atareada en esos días, ya que tenía muchas cosas que hacer: Letras que terminar y mil más. Le era más fácil pasar tiempo con Pilar y Mateo.

Eso hacía que Pablo sintiera un gran alivió, por alguna razón el hecho de que ella aún no acabara de escribir es que ella había dicho que no haría ningún plan hasta que acabara de organizar sus deberes.

Ya era noche cuando Pablo volvió a casa. Inmediatamente después de entrar llegó hasta él un aroma que ya le era familiar: Olía a comida, era más que obvio que Marizza ya estaba cocinando la cena.

Pablo dejó sus cosas en el sofá, se saco la chamarra y la dejó también. Luego caminó hasta la cocina, donde seguramente estarían Marizza y Cande, ya que a ésta última no le gustaba estar sola.

Y antes de llegar a la cocina escuchó algo, así que se asomó un poco para ver que pasaba:

🎶Yo no se que pensar
otra vez te vi venir.
Te vi llegar y me escondi
y mis ojos se cerraron en mi almohada
y entre sueños te hiciste de madrugada

Para que resentir
habra tiempo para ir
sin escapar y no elegir
pero tengo que decirte que no hay nada
que me guste mas que hundirme en tu mirada

No es que yo sepa que hacer,
quiero entender,
quiero entender.

Antes que sea demasiado tarde
debo salir a buscarte
a darte todo mi amor.🎶

Marizza estaba cantando mientras Cande la oía atentamente, la bebé sonreía tiernamente viendo como su tía cantaba y Pablo las observaba a ambas. Esa imagen provocó que una gran sonrisa se le instalara en los labios.

<<Sí tan sólo...>>

Marizza se giró como parte de su baile y encontró a Pablo detrás de ellas.

—¡Ay Tarado!—dijo ella asustada.

—Lo lamento, créeme que no quería asustarte—dijo él

—Sí, no importa—dijo ella. Marizza lo miró atentamente por un momento—¿Y esa sonrisa? —preguntó.

—No es nada. Sólo me da gusto que ya estés cantando nuevamente y esa letra nunca la escuché—dijo él.

—Es que es una de las nuevas. Cande no dejaba de llorar y decidí cantar para ver si la calmaba, funcionó... Y pues me agarré haciendo un mini concierto para nuestra sobrinita bella—relató.

—Entonces...¿Para qué me cantes tengo que llorar? —preguntó él aún con una sonrisa.

—No seas tarado, obvio que no. Si querés luego te canto, lo prometo—dijo ella. Se le acercó y la abrazó, por la cintura, pero manteniendo a Marizza frente a él. Ella igualmente respondió el abrazo.— Aunque con la condición de que vos me cantes a mi también. Hace años no te escuchó cantar.

—Yo soy productor, ya no cantó —dijo él.

—Bueno, pues me vas a oír cantar nuevamente hasta que vaya a grabar, ya que vos no podes cantarle a tu amiga de toda la vida, pues me vas a oír cantar hasta que esté en la cabina, como buen productor que sos.—dijo ella segura.

La Vida Como La Conocemos(Pablizza).       [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora