Capítulo 39: Purificados.

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Desperté abriendo los ojos con mucho cuidado. Había mucha luz entrando por la ventana principal del cuarto y eso provocó que observara todo mi alrededor con los ojos algo entrecerrados. Me los talle un poco y luego me senté sobre la cama.

Hacía frío, mucho frío.

Miré a mi derecha y de nuevo sentí la soledad. No era esa misma sensación, pues antes del apocalipsis me aferraba a la seguridad de que algún día volvería a ver a Thommy, mientras que ahora, la soledad que se generaba era porqué podía sentir un futuro incierto. No sabía ni siquiera si lo volvería a ver y eso me tenía roto por dentro.

Me levanté de la cama. Me hallaba solo en ropa interior y así mismo, me acerqué a la ventana por dónde entraba toda la luz. Corrí un poco la cortina y observé el exterior. Un enorme banco de niebla tapaba el sol por completo, dándole a todo un aspecto bastante hermoso. Pude divisar a una mujer ir de la mano de una pequeña niña que daba pequeños saltos a medida que avanzaban. La madre, por otro lado, iba con la mirada fija en el frente y de vez en cuando volteando a mirar su alrededor. Ella sonreía, satisfecha de poder haber hallado un lugar seguro para lo que a mí parecer era su hija. Sonreí con algo de nostalgia y por un momento olvidé por completo que estaba rodeado de muros y que detrás de esos muros solo había muerte.

Tomé una larga ducha y luego me vestí con la misma ropa con la que había llegado. La chaqueta de cuero de Thommy ahora no olía si no a cuero viejo y los Jeans que llevaba puestos estaban bastante desgastados. Aún así, me vestí y salí de mi habitación... bueno, en realidad era la habitación de mi mejor amigo, quién ahora andaba encerrado en un frío sótano porque era una gran amenaza para Rachel y para mí. Solo espero que no dure mucho tiempo así y podamos sacarlo de allá para que podamos escapar de este lugar.

Una vez que salí de la habitación, cerré la puerta tras de mí y observé en ambas direcciones. Frente a mi tenía la puerta de acceso a la habitación de Rachel y un poco más a la derecha había otra puerta a la que seguramente llevaba a una habitación donde Rachel tenía todas las cosas de los anteriores dueños. Al final del pasillo mirando a mi derecha, este se terminaba y en el fondo se posaba un gran matero con unas plantas secas y muertas. A la izquierda, había otra puerta más pequeña que daba acceso al baño y también las escaleras para poder llegar a la primera planta.

Lo primero que noté al llegar al pasillo, fue que desde el primer piso de la casa llegaba un rico aroma a café recién hecho junto a un leve olor a huevos quemados. Se me encogió el estómago dado a que tenía hambre y decidí bajar.

Una vez en la cocina, vi a Rachel parada y muy estática frente al fregadero y con ambas manos apoyadas sobre el mesón. El café estaba hirviendo y los huevos que tenía allí cocinando se estaban quemando debido a que no les había prestado atención. Me pareció extraño y por eso me acerqué para apagar la estufa. Ella ni se inmutó ante mi presencia, estaba quieta con la mirada perdida en el frente.

-¿Rachel? -intenté llamar su atención, pero no respondió. Me acerqué un poco más a ella, la tomé de los hombros y la giré para que quedara frente a frente conmigo.

Chasqueé mis dedos frente a ella y cuando hice esto, parpadeó un par de veces y pareció salir del trance en el que estaba metido. Me miró y se llevó ambas manos hacia su cabeza.

-Dios... -cerró los ojos con fuerza y los volvió abrir. Al parecer tenía fuertes dolores. -¿Qué hora es?

No dije nada, pues ni siquiera tenía idea de que horas eran ni mucho menos a qué fecha estábamos. Solo sabía que era 2018.

Apocalipsis Z El Inicio - Romance GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora