Algo retumbó en el extraño sitio que me encontraba. Me rodeaba una profunda oscuridad que se extendía por todos mis flancos y no parecía terminar. El reflejo de mi cuerpo se veía en el suelo como si estuviera parado sobre un enorme espejo de color negro. Levanté la mirada observando todo mi alrededor y di una vuelta completa sobre mi eje cuando me di cuenta de que no había nada a varios metros de distancia. Me senti abordado por el miedo y comencé a correr en una sola dirección, pero cuando lo hice no pasó nada. Todo se veía igual.— ¿Hola? — pronuncié en voz alta y con la esperanza de que alguien pudiera responderme. —¿Ámbar? ¿Nico? ¿Tonny?
Frené en seco cuando comencé a correr de nuevo. Estaba buscando una salida para escapar de esta gran caja de color negro que no parecía terminar, pero no había nada.
Cai sentado sobre el suelo y entonces se comenzaron a escuchar voces de fondo. También se oía el ruido que hacía una avioneta y nada más. Me levanté con cuidado y miré hacia arriba solo para darme cuenta de que todo allá arriba se veía igual como lo que tenía enfrente. Solo yo resaltaba entre la oscuridad como un pequeño punto que no dejaba de moverse.
Di de nuevo una vuelta completa sobre mi eje y me detuve cuando a un par de metros de mí había un hombre dándome la espalda. He de admitir que me llevé un buen susto y pegué un pequeño salto hacia atrás temiendo lo peor. Pero decidí calmarme.
El tipo tenía sobre su cuerpo una bata blanca y vestía un pantalón negro que se me hizo familiar. Era uno de esos que Bill usaba y que tenía muchos para ir a trabajar.
— ¿Bill? — pregunté nervioso. No obtuve respuesta alguna y eso me llevo a dar pequeños pasos para acercarme. Extendí una mano para alcanzar su hombro. Me temblaba todo en ese instante. —¿Billy?
Cuando llegué a su altura, lo agarré del hombro y lo giré hacia mí para que quedara frente a frente. Cuando esto pasó, palideci por completo al ver su rostro. Su piel estaba pálida y por debajo de sus ojos se marcaban unas grandes ojeras que me pusieron la piel de gallina. Sus ojos eran blancos y de su boca desprendía mucha sangre.
—¿Por qué esforzarse intentando llegar a alguien que ya murió? —me dijo sin quitar esos pálidos ojos de mi. Dió un par de pasos al frente y sonrió un poco. —Yo no estoy vivo... Al igual que otras siete mil millones de personas más.
Y sin decir más, me agarró como si fuera a darme un abrazo, pero en realidad era para aferrarse a mi cuello y atravesar mi yugular con sus dientes.
Abrí los ojos de golpe y me llevé una mano directo al cuello envuelto en el terror. Miré en todas direcciones y ví que Tonny estaba sentado frente a mi. Ámbar se hallaba de copiloto junto a Nico.
—¿Thommy? — preguntó el chico que tenía enfrente con mucha emoción. Se acercó a mí y se sentó a mi lado mientras yo no dejaba de masajearme el cuello. —¡Chicos! ¡Acaba de despertar!
Su grito a un lado mío había sonado como una bomba que me irritó un poco, pero no lo culpé por eso. De hecho, Ambar y Nico ni siquiera se percataron de de que yo había despertado.
— ¿Cómo te sientes? —me preguntó con ternura. Lo volteé a mirar y dejé caer mis manos sobre mis piernas.
Hablando de eso, mi pantalón estaba roto y allí podía ver varios trapos llenos de sangre y uno en especial que cubría mi herida. Ámbar había hecho un perfecto trabajo intentando detener la hemorragia que seguro el disparo me había provocado.
— Estoy bien... eso creo. —le respondí. Me sonrió. —¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
— Más de un día... perdiste mucha sangre. —me respondió.
ESTÁS LEYENDO
Apocalipsis Z El Inicio - Romance Gay
Science FictionBilly, un médico de una pequeña ciudad en Colombia, queda a la deriva en un mar de anarquía y violencia cuando una misteriosa enfermedad llega para quedarse. Entre el caos y separado de su novio por un mar de kilómetros. Entenderá que la única mane...