Capítulo 33: Reencuentro.

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Narra Rachel.

A estas alturas no podía echarme para atrás y huir. William estaba ahí, tirado en el piso de mi habitación con una herida en la frente que no dejaba de emanar sangre a borbotones. Mientras yo estaba ahí parada, expectante observando con atención como la respiración de mi compañero iba y venía con cuidado. El golpe había sido tan fuerte que así se quedaría un buen rato, pero no podía quedarme quieta, había que actuar antes de que pudiera despertar.

A duras penas arrastré a William por el suelo y con mucho cuidado lo bajé por las escaleras hasta llegar a la cocina de la casa en la que vivíamos. Lo dejé tendido sobre el suelo y yo tomé asiento en una de las sillas del comedor. Lo detallé un poco, aún estaba respirando y la sangre que ya no le salía por la herida.

—Me estoy metiendo en un grande problema contigo. —le dije al cuerpo que yacía inconsciente en el suelo, me llevé una mano a la cara y me quité el sudor que resbalaba por mi frente. Estaba exhausta, temblando de miedo y con el corazón a punto de salirse por mi boca.

Por un lado, no creo que debería de preocuparme demasiado, pues Josh era consciente de que me había inyectado su famoso virus de "control mental", que más bien parecía un adormecedor para el cerebro. Así que solo tenía que actuar como ellos, fingir que el virus estaba haciendo efecto en mí y así pasaría desapercibida., pero no debía de quedarme quieta y esperar a que este hiciera efecto. Tenía que actuar para evitar que esto sucediera. Debía de encontrar la cura.

Mientras me dedicaba a pensar en cómo haría todo esto; escuché que alguien estaba llamando a la puerta. Fueron dos leves golpes que me sacaron de mis pensamientos y al mismo tiempo provocaron una reacción en cadena dentro de mí. Me sentí acorralada y quise huir, pero no tenía que hacerlo.

Agarré a William por las manos y lo junté lo mejor que pude contra la pared. Lo senté allí mismo y se quedó quieto en ese rincón, todavía respirando y con esa pequeña herida en la cabeza que ahora estaba seca.

Me levanté de allí a toda velocidad y me miré en el primero espejo que vi. Me peiné con los dedos, limpié un poco mi rostro y respiré con profundidad para calmarme.

—Muy bien... Rachel... tranquila... solo finge ser uno de ellos. —sonreí al final y me dediqué a caminar hasta la puerta. Observé por el pequeño ojo de buey y entonces lo pude ver. Un hombre alto, con la piel blanca y con un lado de su rostro lleno de pecas. Era Josh.

Volví a tomar una bocanada de aire temiendo lo peor y abrí la puerta.

Ahí estaba él, con el puño en alto preparado para volver a llamar, pero entonces cuando le abrí la puerta, sonrió y bajó la mano para juntarla con la otra. Todo iba bien hasta el momento, no parecía sospechar.

—Hola, Rachel. —me saludó y se me quedó viendo. Tenía los ojos clavados en mí. —Te ves un poco agitada, ¿estás bien?

—Padre... —dije tranquilamente. —Estoy bien, no se preocupe.

—Me alegra que te sientas mejor. —dio una mirada al interior de la casa y los nervios se me pusieron de punta. —¿Puedo pasar?, necesito hablar contigo.

No supe como reaccionar en ese momento, no sabía si debía dejarlo ahí afuera parado o dejarlo pasar solo hasta la sala. No quería levantar sospechas de ningún tipo. Mi cerebro iba a explotar, pero al final se puso en automático.

—Claro que sí... pase. —le invité con una sonrisa. Me hice a un lado y entonces él sin pensarlo dos veces ingresó a mi casa. Era raro verlo sin esos dos guardias con los que mantenía. Estaba solo, indefenso y como un blanco fácil para yo poderle hacer algo, pero no debía. Eso sería ser estúpido.

Apocalipsis Z El Inicio - Romance GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora