19

8.8K 421 92
                                    

Hoy les toca a los chicos enfrentarse a Uruguay.

Y esto me recuerda que hace casi cuatro años Paulo jugó su primer partido con la selección, en el que también fue expulsado. Espero que en éste no termine así.

–¿Qué haces con mi hija? —miro al hijo de Sofi y Lucho, Mati.

–Estamos jugando —me mira señalando la pelota.

–¿Me la cuidas?

–Si —asiente el nene rubio sonriendo.

–Son todos rubios acá, me siento excluida —Anto mira a los más chiquitos. Gianna, Mati, Toto y Azul.

–Mira esos bracitos —alzo a Gian y está comienza a llorar, sin lágrimas como siempre, y a patalear—. ¿Por qué siempre que te alzo lloras amiga?

–¡Basta! —me mira mal cuando la bajo.

–Eso significa que estás embarazada —Sofi me mira.

–Sisi, ya.

–Es verdad... cuando estaba embarazada de tu amada ahijada y todavía no sabía, cuando alzaba a Mateo lloraba todo el tiempo —habla Anto.

–¿Vos te acordás lo que eran Mía y Azul cuando vos estabas embarazada? —Yanina me mira—. No querían estar con vos.

–Callense, no estoy embarazada.

–¿Qué pasa? —llega mi mamá sonriendo, como siempre. Aveces me preguntó si ella la pasa mal algún día.

–Vamos a tener un nuevo integrante —mi cuñada la mira sonriente.

–¡¿Estás embarazada?! —la mira sonriendo—. Qué lindo.

–Yo ni, tu hija —me señala.

–Ay no, ¿Vos estás embarazada? —mamá me mira tocándose el pecho—. Sofía, por dios.

–¡No estoy embarazada! Mamá por dios, mirando voy a estar embarazada justo ahora con una piba de un año —la miro.

–No, ustedes son dos taradas —nos mira a Yanina y a mi—. Me ilusionan al pedo par de providas.

–Pro vida nunca querida —Yanina la señala—. Insultame con todo menos con eso.

–Tanto que querés un bebé, tenelo vos —la miro.

–No puedo querida.

–Adopta, que se yo —me encojo de hombros—. Yo no pienso volver a pasar esas noches en las que tenía que despertame mil veces con la nena llorando, putear a Paulo porque no sabía hacer nada, tener esos dolores horribles antes del parto... No, ni en joda.

Luego de eso y unos minutos más de charla, me llaman ya que en unos minutos empezaría el partido.

Hago lo mismo de siempre con los jugadores y salgo al banco de suplentes.

[...]

En la mitad del segundo tiempo, Giovani entra al campo de juego.

Unos minutos después él corre con la pelota en sus pies hacia el arco contrario y no se quién, por no lo veo, lo tira a la mierda literalmente. Claramente todo el equipo se queja con el árbitro mientras el pobre pibe está tirado en el césped.

Hasta que no dan permiso nadie puede entrar a revisarlo, así que apenas que nos dan la señal troyanos hasta él para verlo.

Vemos la zona afectada y está roja por el impacto y comenzando a ponerse morada dando la señal de que se va formar un moretón en breve.

Sacan a Giovani del campo y vamos detrás de él.

–Llevatelo y esperá a los médicos, quedate con él —Lionel me mira y asiento.

–Vamos —miro a Gio el cual camina saltando en un pie. Claramente no lo puedo ayudar porque peso 50 kilos mojada.

Apenas llegamos al vestuario, él literalmente se tira sobre un banco y hago que levanté el pie para sacarle el botín junto con la media.

Mientras esperamos a los médicos, para que lo revisen mejor, nos mantenemos en un silencio bastante incómodo.

Agradezco a Dios cuando los médicos llegan y lo revisan, aunque me tengo que quedar ahí es mucho mejor porque ya no somos nosotros dos.

Me dan varias indicaciones para los días futuros y a él igual.

–¿Estás bien? —lo miro mientras lo vendo cuando ya los médicos se fueron.

–Si —asiente—, gracias.

Solo lo miro dándole una sonrisa sin mostrar los dientes y sigo vendando su zona afectada. Al instante los chicos llegan felices porque ganamos por un gol.

–¿Qué onda? —Paulo mira a Giovani.

–Nada, duele un poco —él lo mira.

Ahora los enemigos se cuidan. Mira vos.

Salgo del vestuario para que ellos se cambien o hagan lo que quieran, por mi parte vuelvo con mis compañeros a guardar todo.

Cuando terminamos de guardar todo, los chicos claramente no terminaron porque son peores que yo a la hora de bañarse y vestirse.

–Gracias por meterle fichas a Paulo —Oriana me mira.

–¿Qué?

–Nunca nos quisiste juntos.

–Juntos o separados, lo quiero ver feliz —la miro.

–Después del divorcio espero que vayas corriendo a los brazos de tu amado —se acerca a mi—. Lo único que espero es que no te vuelva a cagar con otra mina como lo hacen todos los pibes con los que estás... Andate con la pelotuda de mi hermana que provocó todo esto a festejar que nos vamos a separar, sean felices una vez.

–Oriana, no la ví una vez a tu hermana —suspiro—. Y nunca me pondría contenta por algo así porque se que Paulo no la está pasando bien.

–Pendeja, sos lo más reemplazable que existe en el mundo.

Yo sabía que esto iba a pasar.

"Sos lo más reemplazable que existe en el mundo". Eso me dolió, demasiado... más de lo que debería.

21 | Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora