Niños

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John estaba cansado y con la esperanza de tener un panorama mejor que ir del hospital a su casa a esperar a Mary, decidió ir a ver como iba su amigo con su nueva compañera. No fue una sorpresa encontrarlos peleando, él sabía que Sherlock haría drama, pero jamás pensó que Rosalie le siguiera el juego.

John intentó razonar con ambos, pero ninguno noto siquiera su presencia. Así que el doctor optó por sentarse en su sofá a observar como peleaban, con cierta diversión por lo tonto de sus argumentos. Incluso se creo una auto apuesta en su mente, apostando por la victoria de su amigo al final. Si Sherlock ganaba, él se permitiría ir por un helado después de esto.

–Aprende a aceptar que hay más gente que sabe... –Dijo ella.

–No. Nadie sabe, todos son unos idiotas.

–¡Hey! – Respondió su amigo.

–Tú no, John.

Sherlock y Rosalie pelearon un rato más, por cosas que John ya ni escuchaba, pues su atención se centraba ahora en un periódico. De pronto la chica paso de largo y se sentó frente al doctor, mirándolo con ojos grandes.

–¿Quién es más inteligente? –Preguntó ella.

–¿Qué? -Respondió John.

–Que ¿quién es más inteligente? –Dijo Sherlock, por fin sin gritos.

–Em... –El doctor penso unos minutos. No podría asegurar quien lo era, pues no conocía a la chica. –No podría decirlo, no soy un test de iq.

–Bueno, pero tú sabes el mío, John. –El rubio asintió. –Ella no debe tener más de 130...

–¡Hey! Ya deja de insultarme. –Respondió el doctor.

–John, no tengo nada contra tu puntaje de 125. Es ella la que me molesta.

–No sabes lo que dices, idiota. Seguramente el tuyo es mas bajo que el mío...

–Lo dudo... -Dijo con cierta alegría, Sherlock.

John propuso que se revelaran los puntajes que ambos habían obtenido y que dejaran de pelear de una vez por todas. Ambos aceptaron lo que el doctor dijo y finalmente los dos dijeron su puntaje a la cuenta de tres. Las caras de asombro fueron por parte de todos los presentes. John estaba impresionado de lo tonto que se sentía entre ambos, Sherlock aunque no lo admitiese se impresiono por la extraña probabilidad de conocer a alguien con el coeficiente de Rosalie, y la chica se sorprendió porque perdió.

En su vida no había conocido a nadie que superara su inteligencia, de hecho no conocía a nadie que tuviera más de 140, como mucho. Pero que Sherlock tuviera un coeficiente de 190 era impresionante. Aún así ella no se sentía mal por el suyo y aunque eran prácticamente lo mismo,  si se sentía mal por perder. 184 era un número bastante bueno, demasiado para la mayoría del mundo. Sherlock sonrió y ella lo miró con enfado.

–Te dije que era más inteligente. –Dijo él.

–Sherlock... –Replicó su amigo. –Es lo mismo, no hace la diferencia.

–190 es más alto. –Dijo él.

–Eres un niño. –Respondió Rosalie.

–Y tú también.

–¡Ambos lo son! Niños, los dos. –Grito John.

John se quedó hasta que los dos se calmaron un poco. Todos, aún sorprendidos por el tema, decidieron no hablar más de eso. Aunque en la mente del detective y la joven, habían varias interrogantes. John lo dejo como una gran coincidencia. Finalmente las cosas se calmaron un poco y John pudo irse a casa con su mujer, dejando a los dos con la esperanza de que al volver mañana, ambos siguieran con vida y favorablemente ilesos.

Rosalie no dijo una palabra desde que John se marchó, Sherlock le dedico algunas burlas menores, nada que perturbase la calma de la joven a tal punto de gritarle, golpearlo o torturarlo.

Poco después apareció la señora Hudson con comida para ambos. Rosalie se mostró muy agradecida con ella, pues no solo los estaba alimentando, sino que coincidió que la lasaña era su plato favorito. Sherlock por su parte solo musitó que no comería, porque lo ponía lento y somnoliento. Rosalie repitió plato.

Finalmente la noche se instaló y ambos decidieron que era hora de dormir, y sin dedicarse una sola palabra, caminaron en silencio a sus respectivos lugares, cerrando de un portazo al unísono. Rosalie se recostó, pero sin poder pegar los ojos, decidió salir un rato.

Las calles eran más tranquilas de noche, sobre todo porque el frío evitaba las muchedumbres. La joven camino sin rumbo por las calles aledañas. No tenía un lugar al cual ir, y eso era tan satisfactorio como aterrador. En su mente viajaban miles de posibilidades de lo que podría pasarle en un futuro, pero su corazón se apretaba al pensar que nadie estaría ahí para llorar su pérdida. La chica se permitió una lágrima, una sola y así siguió con su recorrido.

–Quizá...

A su mente volvió aquella lista que había hecho. Necesitaba dinero y que mejor forma para conseguirlo que una noche vacía. Una joyería a unas cuantas calles parecía estar cerrando, para su suerte no era una muy grande y su dueño era un anciano junto a un joven de unos 30 años. Sonrió al saber lo fácil que sería. Un minuto, eso fue lo que le tomó en pensar tres planes diferentes. Finalmente se decidió por el último, el más seguro y con menos heridos. Rosalie se puso la capucha, dejando su cabello fuera, pues si la llegaban a ver, su descripción seria cabello castaño y largo, algo que para mañana cambiaría. Sin hacer ruido se acercó a los hombres, quienes hablaban mientras cerraban la cortina metálica. El más joven bajaba con fuerza el pesado metal y el viejo metía la caja con el dinero en el auto. La chica espero a que ambos estuvieran de espaldas entre sí y paso como un espíritu entre ellos, tomando la llave del bolsillo trasero del mas joven. Se alejó con la misma rapidez y aguardo a que el momento indicado llegara. No le tomó más de un minuto llegar al auto, mientras ambos hombres se aseguraban de haber cerrado todo bien. El sonido del motor alteró los sentidos de ambos, pero para cuando voltearon el auto ya estaba a varios metros de distancia y ni correr, ni gritar sirvió para devolverles su auto y dinero.

Rosalie detuvo el auto unas calles más lejos. Cálculo el tiempo que la policía londinense tardaría en llegar, 15 a 20 minutos. Tiempo tenía de sobra. Tomó el dinero que necesitaba y limpio toda huella que su presencia pudiese haber dejado en el auto. Incluso se dio el tiempo de escribir un "Sorry" en el polvo que estaba en el vidrio. Con el dinero en su poder y la escena limpia, corrió lejos de ahí. Era hora de volver a Baker y hacer como si nada hubiese pasado esa noche.

–––––

Eso de los IQ lo busqué... según (ya no se quien, pero gente que había revisado todos los "hechos" en los libros de Sherlock Holmes), él tiene un IQ de 190, y según lo que vi 184 entra en otra categoría, un poco más "común" que la de 190 (es como uno en 700 mil versus 1 en un millon, respectivamente) .. igual ambos son especiales e inteligentes y bla bla

Criminal (Sherlock BBC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora