Caso I: 7 hombres muertos

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Lestrade había estado dandole caso tras caso a el nuevo "equipo" al cual Sherlock, sorprendentemente no había puesto objeción alguna. Rosalie había recibido sus pagos y con eso pagaba parte de la renta, comida y los taxis de Sherlock, que el parecía olvidar que no eran gratis. 

Todos ya estaba acostumbrados a la presencia de la joven, y al parecer Sherlock la aceptaba de buena manera. O eso pensaban todos. Pues ambos eran unos actores de primera cuando se trataba de engañar a los amigos del detective. Ese show de "yo te ayudo con el caso" y "¿tienes el libro que te preste?" era algo que ambos habían acordado implícitamente para poner en práctica cuando estuvieran en público, claro que la cosa cambiaba cuando se encontraban solos. Eso lo podían decir las rodillas de la joven, que estaban más que raspadas por la cantidad de veces que Sherlock le puso el pie para que cayera. O quizá los abrigos del detective que cada semana se hacían más pequeños después de ser lavados, obligándolo a comprar ya tres nuevos.

Si bien sus peleas no eran más que cosas infantiles, cosas que unos niños de primaria harían para molestar al chico que no le quiso prestar su lápiz, en el fondo yacía un desdén que ninguno podía admitir del todo. Rosalie pensaba que Sherlock era un idiota por estar del lado de los policías, Sherlock opinaba de forma similar a la chiquilla, asegurando que ella era bastante inteligente como para hacer algo, pero lo suficientemente idiota como para estar del lado de quienes solo cuidan su propio pellejo. 

–¿¡Te puedes callar!? Intento pensar. –Dijo Sherlock. 

Era ya bastante tarde, la luna estaba en el centro del cielo y las pocas nubes que había en el cielo la cubrían a ratos, dando por resultado una ventana que se iluminaba por momentos. Rosalie estaba ayudando a Sherlock, como su asistente, a buscar unos nombres en los archivos que Donovan había llevado esa tarde a Baker, Sherlock por su parte armaba una pizarra con pistas que podían llevarlo al final del enigma. 

Este caso era por mucho el más complicado que había tenido en meses. ¿Cómo era posible que siete hombres de similar edad fueran asesinados sin tener una conexión? Si, siete hombres de 57 años habían muerto en lo que llevaba del mes. Según la policía, se trataba de un asesino serial con una afición a los hombres de esa edad y ya. Sherlock pensaba que había una conexión entre ellos, pero nada daba indicio a ello. Todos fueron a escuelas y universidades diferentes, ninguno trabajaba en el mismo lugar, y tampoco había una relación entre las empresas que los contrataban. Rosalie se había limitado a coincidir con la teoría de Sherlock, pues sabía que algo no era como la policía decía.

–No dije nada. –Replicó la joven desde su silla. 

A pesar de ese desprecio que se tenían, ambos ya estaban acostumbrados a la presencia del otro. Una especie de rutina se había instalado en ambos. Todas las mañanas Rosalie preparaba té, mientras Sherlock estaba en la ducha, para que cuando él fuera por el té, este estuviera medio frío. Después Sherlock hacía más té mientras Rosalie se bañaba, procurando gastar agua para que la presión de la ducha fallara.  Las tardes eran turnadas, si Sherlock salía, ella se quedaba y viceversa. Las noches eran noches de recopilar la información del día. Rosalie juntaba carpetas de mucha información y sacaba lo importante para el caso, se lo dejaba a Sherlock quien terminaba con las conclusiones, siendo siempre interrumpido por la irritante voz de su compañera, agregando uno que otro detalle. La mayor parte de los días eran así, salvo que apareciera John con Mary o Lestrade que solo iba a molestarlos. 

–Pues mueves las hojas como si las odiaras. –Dijo Sherlock. –Haces ruido. 

–Pues las odio. –Dijo Rosalie poniéndose de pie. –Estoy harta de leer nombre tras nombre. ¡No coinciden! ¿No será que Greg tiene razón? 

–Imposible. 

–Pero no tienes pruebas. –Dijo ella, desafiando su inteligencia. 

–Tú tampoco, ahora cállate. 

–Pff... ¿Sabes que creo? 

–No, ya lo dijiste y no es verdad. 

–¿Por qué no? Es una buena teoría. 

–Claro que no. ¿En serio crees que una mujer los mataría a todos? ¿Qué tanto despecho puede tener? 

–Jamás hablé de despecho... admite que mi teoría es la única que suena mas o menos razonable. 

–No lo admitiré. 

Rosalie, había dicho por casualidad algo que había venido a su mente, después de mucha búsqueda que no los había llevado a nada. Su teoría era algo improbable, pero que podían decir ellos de probabilidades si se habían encontrado el uno al otro. La teoría decía que una mujer, que conocía a los siete hombres, tuvo algún tipo de problema, ve a saber cual, y decidió matarlos a todos. Probablemente era una mujer que se metió con tipos con novia o algo, o quizá fue ya de casados. El problema es que no podían saber cuando se habían conocido ni nada. 

Después de eso Rosalie decidió irse a dormir. Sherlock iba a seguir negando que ella tenía la teoría más consistente de todas y en ese caso, no tenía más que hacer con él. El detective se quedo mirando las pistas, las pocas pistas que habían sobre los asesinatos. Ya hace días que no pensaba en la chica, pues su investigación lo había llevado a nada. Era como si la joven que vivía con él no existiera en lo absoluto. Ahora su mente estaba cien por ciento puesta en el caso, que lo mantenía despierto hasta altas horas de la mañana. 


La mañana transcurrió como siempre. Sherlock le aviso a su compañera que irían a ver la última escena del crimen nuevamente. Rosalie no puso objeción ante eso, así que se dispuso a ir por sus cosas y esperó a Sherlock en la puerta. El taxi no demoró mucho, por lo que llegaron con tiempo de sobra. Rosalie fue inmediatamente a buscar muestras en las paredes de la cabaña, Sherlock por su parte se pudo a buscar un camino oculto, por donde pensaba que el asesino había escapado.  

John apareció unos minutos después, a petición de Sherlock, quien al parecer quería un aliado en la situación, pues que su asistente se pusiera en contra de él no ayudaba a avanzar como el deseaba. John se paseo junto a Sherlock, mientras la joven hablaba con un policía sobre las muestras que habían sido enviadas a los forenses. Ella prefería revisarlo por su cuenta y asegurarse, así que se llevo sus muestras de todas formas. Rosalie acudió a donde estaba los hombres y se paro junto a ellos. John la saludo amablemente y Sherlock solo se agachó para revisar el césped que crecía junto a la cabaña. 

–¿Qué buscas? –Preguntó ella. 

–Una ruta de escape. –Le respondió el doctor, luego de que el detective solo se alejara de ambos. 

Los tres se pusieron en marcha para poder encontrar dicha ruta, y cuando esta finalmente apareció, dejo a todos con más dudas aún. Dos rastros diferentes. Sherlock se dio el tiempo de seguir cada uno, los dos iban a parar a lugares diferentes. No tenía sentido, claro podía haber un complice, pero ¿de que servía irse por diferentes caminos? ¿no hubiese sido más fácil tomar el camino normal y luego separarse? 

–No cuadra... –Dijo Sherlock.

–¿Un complice? –Preguntó John. 

–Si, pero ¿por qué separarse si iban a tomar una ruta oculta? –Dijo Rosalie.

–¿Gemelos? –Preguntó John con cierta emoción. 

–Jamás son gemelos, John. 

–Oh quizá... –Respondió ella. 

–Nunca lo son. –Volvió a decir Sherlock. 

Pero la idea no salió de la mente de la joven. Eso explicaría el tomar caminos separados, no querían ser vistos juntos. Poco a poco las piezas se fueron juntando en su mente, y si Sherlock no quería escucharla, ella misma iba a resolver el caso. 

Irónicamente, atrapar criminales se estaba convirtiendo en algo tan divertido como ser una. No es que no disfrutara hacer lo que quería, pero el lograr descubrir a las mentes malignas más interesantes de Inglaterra, era un buen pasatiempo. 

Rosalie sugirió separarse para buscar pistas en ambos lugares. Sherlock no puso objeción, tomó a John del brazo y lo arrastró con él al camino que iba al norte, dejando a Rosalie por su cuenta, lo cual era justo lo que esperaba. Ahora solo quedaba encontrar a los hermanitos que estaban matando hombres.

Criminal (Sherlock BBC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora