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Sherlock estaba tranquilo esa mañana. No habían casos muy interesantes pero algunos que entretuvieron su mente durante un par de horas antes de resolverlos.

John estaba ocupado con Mary, así que tampoco podía pasar tiempo con él y la señora Hudson no comprendía del todo sus divagues. No quedaba otra que jugar con su revolver o hacer uno que otro experimento en la cocina. Incluso la morgue no era una opción, pues Molly se había molestado con él por decirle que su nuevo novio era un idiota con complejo de Edipo.

Se removió en su sofá, acomodando su bata mientras lo hacía, eran casi las once y media, pero él no tenía intención de levantarse en lo que quedará del día. Pensó en los criminales, lo perezosos que estaban últimamente y como los maldecía por aquello.

–¡Ahh! –Gritó el hombre.

En otra parte de la cuidad, una joven corría a todo lo que sus pies daban. Su cabello oculto en la capucha de su chaqueta y su ropa común ayudaban a que se mezclará entre la muchedumbre. Por suerte siempre fue una chica atleta.

Miró a todos lados, después de detenerse unos segundos. Los había perdido, no tardó más de dos segundos en reconocer una tienda, donde fácilmente podría sacar una o dos prendas para cambiar su aspecto. Tomó una sudadera roja y una mini de jean. Sin problema alguno dejo sus antiguas ropas colgadas en el probador y salió como si nada.

Nadie dijo nada, nadie sospecho nada. La chica se tomó el pelo en una cola y en su camino se metió unos anteojos al bolsillo, unas calles más allá los saco para usarlos. Por suerte no eran de mucho aumento, por lo que logró ver por donde iba. Los minutos pasaron y ella camino, calladamente sin rumbo, hasta que se dio cuenta de que por fin los había perdido.

Dio la vuelta a la esquina, y se encontró con una calle mucho más tranquila que las que anteriormente había visitado. Miró la hora, ya era hora de almuerzo y ella no comía nada desde el desayuno de el día anterior.

El aroma guió a la nariz de la chica, ella solo hizo caso a los rugidos de su estómago. Los toques se escucharon en todo el edificio, no tardó mucho en que la puerta se abriera, revelando a una señora de amable sonrisa.

–¿Si? –Pregunto la mujer.

–Eh... necesito ayuda.

Extrañamente la mujer no puso ningún reproche en dejarla entrar. La chica se sorprendió un poco, pero aludió todo a una simple amabilidad muy grande. La mujer dirigió a la joven escaleras arriba, indicándole que puerta debía tocar y dejándola sola en la mitad del camino.

–Adelante... espero que sea algo bueno. –Se escuchó después de los golpes. La chica entró.

El detective no volteo a verla, pues estaba seguro que nada de lo que ella trajera podría interesarle. Le pidió que tomara asiento y se volteo solo cuando escucho que la joven se sentó. Él la miró de pies a cabeza por unos segundos. Parecía que algo en ella no andaba del todo bien, pero no lograba sacar mucha información.

Hizo una lista de sus deducciones.
1. Ropa nueva, no era costosa por lo que probablemente no tenia mucho dinero.
2. Soltera. No había anillo ni collar ni nada que la ligara a un romance.
3. Apariencia poco cuidada. Cabello despeinado, estaba a corriendo y zapatos sucios, corrió bastante.

Pero eso fue todo. No había profesión, no había nada sobre dónde provenía ni nada más. Deducciones que hasta John seria capaz de hacer.

–¿De qué huyes? –Preguntó él con un toque soberbio.

La chica no entendió. Captó las palabras y sabía hablar el idioma, pero ¿cómo? No había dicho una palabra y él sabía que estaba escapando. Sus manos comenzaron a transpirar y el calor de su cuello aumento unos grados.

–Ehh... ¿cómo...

–¿Cómo lo supe? –Él sonrió, pues era su momento de alardear. –Cabello despeinado, zapatos así de sucios y esa ropa completamente nueva... corriste en el camino acá, te viste en la obligación de cambiar tu apariencia para que no te encontrarán, pero no pudiste hacer mucho por lo demás. ¿Me equivoco?

Ella negó.

–Ahora, dime que te trae aquí.

–Eh... si, claro. –La mujer volvió a concentrarse, dispuesta a hablar.– Me llamo Rosalie y... –Pero fue interrumpida por el gran sonido que su estómago hizo.

Para su suerte la casera estaba justo en la entrada y logró escuchar el feo sonido. De ser por Sherlock, la pobre chica se hubiese desmayado de hambre. La señora Husdon le ofreció té y un plato de comida, los cuales fueron aceptados con gusto.

–Sherlock... ya hablaras con la niña, ¿no ver que estaba muriendo de hambre? –Respondió la mujer, cuando su inquilino reclamo sobre que quería saber los detalles y que no lo interrumpiera.

No hubo mucho más que Sherlock pudiese decir, porque Rosalie ya estaba atragantandose con el pollo de la señora Hudson. Así que simplemente la dejo comer, mientras él iba a buscar algo mejor que hacer.

Rosalie estaba terminando su té cuando la puerta se abrió nuevamente. Esta vez revelando a un hombre, más bajo que el que ahí habitaba. Este las miró por un segundo pero no se inmutó ante su presencia y siguió de largo después de darle un saludo cordial.

La chica termino con todo y volvió a la sala con los hombres, quienes hablaban animados. Ella se percató de que este tipo, Sherlock, quizá no sería del todo de confiar y por algún motivo su nombre le sonaba de alguna parte. Para su mala suerte no llevaba un teléfono consigo, como para buscar información de él.

Ella no contaba con un teléfono, pero ellos si. Se aproximó al más bajo, pues supuso que seria un blanco más fácil. Y en un rápido movimiento quito si teléfono sin que ninguno notara. Se excusó para ir al baño y meterse en este. No tardó en descubrir la contraseña.

De fondo había una foto de él con una mujer. Así que supuso que la contraseña seria el nombre de ella, ahora ¿cuál era su nombre? La mujer era caucásica, así que las posibilidades de nombres bajan bastante. Nada exótico. Sacó una pequeña lista metal de nombres comunes para mujeres blancas. Ubico a aquella mujer en Inglaterra y la redujo aun más, finalmente descarto aquellas que fuesen muy largas para las contraseña y al tercer intento lo logró. Mary.

Busco el nombre y salieron miles de artículos diferentes. Sherlock Holmes era su nombre, detective. Rosalie pensó unos momentos. ¿Qué hacer? Estando a un paso de rendirse y huir, decidió que quedarse seria la mejor opción que tenía por ahora. Además que su soberbia le permitía pensar que él jamás notaria su secreto. Nadie jamás lo había notado, él no sería el primero.

Salió como si nada y dejo el teléfono por la mesa, en la cual el rubio había dejado sus llaves anteriormente. Se sentó frente a los hombres y comenzó a hacer lo que mejor hacia, mentir.

Criminal (Sherlock BBC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora