Safe.

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Destiel Au (me gustó mucho esta canción, honestamente)

Canción: Safe de Daya.

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Dos pequeños corrían por el jardín delantero de una casa en Kansas, reían mientras intentaban atraparse el uno al otro. Sus risas llenaban el vecindario de esa agradable música, sus madres los miraban desde sus respectivos porches con una gran sonrisa, saludándose de cerca a cerca al verlos reír y pasarse al otro jardín. Ambas acariciando sus abultados vientres mientras sus dos pequeños se divertían.

I remember the rise
we were running backyard to yard
wasn't scared of going too far, staying out till it's too dark

Los pequeños sabían que no debían bajarse de la banqueta, que no podían pasar del árbol que estaba junto a la casa de uno ni del auto estacionado frente a la casa del otro pero ninguno tenía miedo de llegar demasiado lejos, a veces incluso jugaban a salirse de sus límites por cinco segundos y luego regresar corriendo antes de que sus madres se dieran cuenta.

El rubio alcanzó al pelinegro y lo abrazó haciendo que ambos tropezaran y rodaran por el césped hasta quedar recostados de espaldas, sus madres los miraron alarmadas pero ambos seguían riendo, divertidos por el juego que no tenía sentido, en realidad, pero les divertía de sobremanera. El rubio de ojos verdes ladeó el rostro y miró al moreno de ojos azules, el interpelado se sintió observado y miró al otro, sonriéndole radiante con la inocencia de un pequeño de cuatro años.

—Siempre seremos amigos, ¿verdad, Cass?

—Claro, Dean—el pelinegro asintió—Siempre.

Ambos se tomaron de las manos mientras veían las nubes pasar, intentando encontrarles forma, soñando con que podían atravesarlas y sentarse en una para viajar por el mundo porque eso hacían ellas, ¿no es así? Se paseaban por todos lados cambiando de formas, como si fueran otras. Sentían que podían viajar a la luna y descubrir juntos el espacio como en las películas.

—Dean—habló el pelinegro mirando al rubio.

— ¿Qué?—preguntó el pequeño sin dejar de mirar el cielo.

—Te quiero.

—Yo también, Cass.

Claro, porque cuando uno es niño no tiene prejuicios, porque cuando uno es niño se puede permitir querer a quien quiera sin temor a ser juzgados, porque cuando se tiene cuatro años puedes decirle a quien quieras que lo quieres y esa persona no te mirara raro. Porque querer estaba bien, porque eso es lo que enseñaban sus padres. Porque ellos eran amigos y podían quererse.

Sus madres los dejaron quedarse en el jardín hasta que el cielo comenzó a oscurecer y a enfriar, cuando se acercaron a ellos para llevarlos dentro descubrieron que estaban dormidos. Cass tenía sujeta la mano de Dean mientras se acorrucaba contra su brazo y Dean lo estrujaba como hacía con su oso de peluche. Ambas se miraron con una pequeña sonrisa y, con algo de trabajo, lograron cargarlos en brazos para llevarlos dentro. Siempre era así, siempre se quedaban jugando hasta el anochecer y siempre les tocaba a ellas cargarlos de vuelta al interior.

Y ambas estaban seguras de que así sería el día siguiente.

...

Castiel salió de su casa después de que convenciera a su madre de que a Gabriel, su hermano menor, le tocaban los platos y no a él puesto que los había lavado el día anterior. Gabe había hecho una rabieta porque era cierto pero quería salir, en esa ocasión ganó Castiel así que se apresuró a salir antes de que su madre cambiara de parecer.

Te Seguiré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora