Te Seguiré.

In The Dark.

Deanmon! Angel!Cass AU

Canción: In The Dark de Bring Me The Horizon.

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Las cadenas se ajustaban en torno a sus muñecas mientras pendía de la pared de ladrillo húmeda; las heridas que le habían hecho aún se mantenían sangrantes pero aquel dolor ya no significaba nada, no desde que vio la traición en unos ojos color cielo. Gruñó apretando los puños como si así pudiese romper las cadenas que lo sujetaban pero sólo logró que le quemaran, la maldita magia enoquiana que le quemaba la piel y runas demoniacas que lo inhabilitaban por completo se encontraban en esas cadenas haciendo que fuera imposible luchar contra ellas.

Oh, lo he vuelto hacer,
he cavado un poco profundo
y todo se derrumbó.

Escuchó pisadas acercarse pero no le importó, probablemente querían sacarle la información que había guardado tan celosamente en su interior y usarían cualquier método que pudieran para tenerla pero él era un demonio ¿qué podían hacerle? Vivió durante siglos en el infierno, torturó almas hasta doblegarlas así que aquellos santurrones no podían hacerle nada. No ahora que ya no le importaba lo que le pasara.

Ahora caeré libre
en un agujero negro.
Sé que me estoy calentando porque me siento frío.

La puerta de su celda se abrió y él se atrevió a abrir los ojos mirando a aquel ángel de alas hermosas, las mismas alas que lo cobijaron en las noches que se amaron, las alas que lo hicieron caer de rodillas ante él miles de veces. Dean, aquel caballero del infierno, sintió azufre subir por su garganta al ver el rostro de quién lo traicionó, el mismo rostro que lo miró diciéndole que todo había sido mentira y lo entregó al cielo sin deje de remordimiento.

—Miren qué tenemos aquí—habló con sorna mientras sonreía—El gran ángel, héroe de todos en el cielo, aquel que logró doblegar al caballero del infierno como si de un perro se tratara—se irguió todo lo que las cadenas le permitían y sonrió— ¿A qué se debe tu visita, gran ser celestial?

—Dean, por favor—pidió con aquella voz tan lírica que le había atraído como una maldita polilla.

—Oh, ¿ahora soy Dean? Hace unos días era el maldito demonio—el demonio gruñó sintiendo como sus heridas escocían.

Pero estoy mirando el lado positivo ahora,
tratando de averiguar que,
de alguna manera, nada de esto es real.

Las cadenas que lo tenían sujeto brillaron débilmente quemándolo hasta los huesos, el grito de Dean se escuchó por todo el calabozo del cielo haciendo que las bisagras de su prisión temblaran, nuevas heridas aparecieron en su piel haciéndolo sangrar, haciendo que todo doliera como si estuviera ardiendo en agua bendita, no le sorprendería que se la inyectaran en las venas.

Cuando el ardor menguó un poco contempló al ángel que seguía frente a él con el rostro inmutable, como si le diera igual si lastimaban al demonio que dijo amar; Dean vio como la toga blanca cubría su cuerpo decorada con hilillos dorados haciéndolo parecer por completo celestial parecía brillar sutilmente; vio aquella maldita aureola en su cabeza brillando como una corona y sus estúpidas alas que antes habían causado admiración brillaban y se arrastraban por el suelo mientras se acercaba a él. Dean quería alejarse de su presencia, sentía que le quemaba como si aquel ser irradiara calor en cada poro.

Antes estar ante él no dolía, antes su naturaleza no lo lastimaba pero ahora le quemaba. Había pasado noches enteras acariciándolo, trazando patrones en su piel como si dibujara sobre un lienzo, susurró secretos sobre ella mientras lo miraba con adoración y ahora se revelaba como si también hubiera olvidado por completo todo lo que pasaron juntos pero, claro, aquello sólo había sido una mentira para poder entregarlo.