Te Seguiré.

La Vie en Rose.

Canción: La Vie en Rose cover de Abbey Glover, la canción original es de Edith Piaf.

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Castiel miraba con ojos entrecerrados el rostro a su lado mientras la luz de la mañana comenzaba a colarse por su ventana y las cortinas eran agitadas por una suave brisa mañanera, danzando como dos ninfas en medio del bosque. Restregó su mejilla contra la almohada antes de alzar una mano y acariciar la mejilla de la persona a su lado con delicadeza, temiendo perturbar su sueño; con la yema de los dedos siguió el contorno de la nariz y los pómulos contando las pecas en sus mejillas, deslizó los dedos por la sombra de una barba incipiente en su barbilla y ascendió hasta peinar sus cejas.

Ojos que huyen por los míos,
una sonrisa que se pierde en su boca.
Aquí está el retrato sin retoque
del hombre al que pertenezco.

El hombre a su lado se removió inquieto haciéndolo sonreír; comenzó a peinar su cabello antes de rascarle suavemente con la yema de los dedos, ganándose un suspiro y que aquellos ojos se abrieran mostrando dos esmeraldas brillantes y poco somnolientas. Castiel se vio reflejado en sus pupilas sintiendo como su corazón se hinchaba en su pecho llenándolo de calidez mientras aquella pintoresca habitación comenzaba a tornarse de un débil color rosado para él, como cada mañana que Dean abría sus ojos y lo primero que veía era al pelinegro a su lado.

—Buen día, amor—susurró Dean con voz somnolienta.

Cuando me toma en sus brazos,
me habla en voz baja,
veo la vida en rosa.

Castiel suspiró al escucharlo sintiendo su interior esponjarse como si estuviera hecho de algodón de azúcar, Dean se inclinó apoyándose sobre un brazo y colocó suavemente sus labios contra los de Castiel antes de deslizarlos por su rostro, besando cada centímetro de su piel, hasta llegar a su oído y aplastarlo con todo su peso haciendo reír al pelinegro con alegría; sus pies se buscaron bajo la sábana enredándose con los otros, acariciándose y sintiendo el calor que tenían para brindar.

—Eres la cosa más hermosa que veo en las mañanas—susurró Dean en su oído antes de comenzar a besarle el cuello—Mi ángel entre los mortales.

Me dice palabras de amor,
palabras todos los días
y eso me hace sentir algo.

Las mejillas de Cass se encontraban por completo rojas mientras envolvía con ambos brazos a Dean. Las cortinas, de un rosa pálido, comenzaron a danzar con más insistencia mientras el cielo se teñía de ese color similar al de los flamencos debido al amanecer tan tardío que se avecinaba; los pájaros comenzaron a cantar mientras las paredes de aquella blanca habitación se llenaban de sombras divertidas y alegres; las flores en el alfeizar de la ventana parecieron brillar por un momento, como si fueran de cristal, haciendo que la alegría que experimentaba la pareja en aquella habitación fuera comparable con el exterior.

Dean comenzó a llenar de besos el rostro de Castiel haciéndolo reír mientras intentaba quitárselo de encima; no, no se celebraba nada en específico pero así eran ellos a pesar de sus malos ratos, estaba irremediablemente enamorados del otro, besaban el suelo por donde ambos caminaban y amaban pasar su vida juntos. Sí, había días en las que no se soportaban, días en las que Dean dormía en el sofá o en las que Castiel se quedaba solo por un fin de semana pero ¿saben? Nada de eso importaba porque cada mañana, sin importar el día o los acontecimientos anteriores, ambos se volvían a enamorar como la primera vez al verse recostados el uno junto al otro.

Entró en mi corazón,
una parte de felicidad,
conozco la causa.

—Necesito ir al baño—susurró Cass contra los labios de Dean.