CAPÍTULO 12

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DICIEMBRE 2017

BELTRAN


Al amanecer el lago Lácar de San Martín de los Andes mezclaba distintas tonalidades de azul, formando un espejo de agua intenso. La temperatura de tres grados iba en aumento a medida que los primeros rayos del sol comenzaban a reflejarse por detrás de los picos montañosos. La ruta que bordeaba de un lado la montaña hacia arriba y del otro lado hacia abajo, al lago, dotaba al running de una fascinación casi hipnótica. Por un instante detuve la vista en los bosques oscuros y en las negras gargantas de la cordillera que avanzaban hacia las cumbres más altas de donde se desprendían las copas de los árboles envolviendo las rocas;  guardianes de las montañas, desafiaban una y otra vez, como durante siglos, los climas y las tormentas.

Cada tanto un ciervo cruzaba como sombra en busca de su guarida; los pájaros comenzaban a flotar y el viento, todavía glacial, se agitaba entre las hojas. El clima seco y frío me invitaba a mantener un ritmo veloz y parejo. Correr terminaba siendo una forma de encontrarme a mi mismo, una especie de terapia en la cual, a medida que se avanza, se piensan la vida y los recuerdos.

Cuando decidimos irnos a vivir juntos, compartimos ideales y el presente. El departamento en el barrio de Belgrano era una de esas típicas torres modernas de dos ambientes construidas para parejas como nosotros. Aquella mañana nos despertamos destruidos por el cansancio heredado de una noche larga y movida. La voz áspera y ronca de Olivia no me llamó la atención.

-Anoche tuve un sueño... soñé que íbamos a tener un hijo.

-Mejor que ni lo sueñes, recién llevamos un año viviendo juntos, sería el fin de nuestra relación.

-Que mala onda che, no seas tan dramático, en algún momento podemos imaginar que vamos a ser algo más que una dupla- comentó ella.

-No me rompas a esta ahora, siempre me dijiste que tenes terror de quedarte embarazada. Además, está esa cosa del dolor físico que viene de los antecedentes de tu familia.

La abuela y la madre de Olivia tuvieron serios problemas en el parto de sus hijos, llegando su madre a tener placenta accreta, lo que obligó a los médicos a practicarle una cesárea de urgencia que le salvó la vida milagrosamente a ella y a Olivia, pero le impidió volver a tener hijos.

-Sí, es verdad, pero las técnicas de parto han evolucionado muchísimo desde aquellos años.

-Boluda, te dije que no me rompas las pelotas con eso... ¿o me estás insinuando algo?

-No, ni a palos, ¿vos crees que yo jodería con algo tan importante como tener un hijo? No seas pendejo.

-Para este tipo de charla, lo soy.

-Entonces, además de pendejo, sos un inmaduro. Bien podría ser verdad lo que te digo –dijo ella, arrepintiéndose al toque, callando aquello que la obsesionaba: a partir del nacimiento comienzan los verdaderos dolores, los miedos y las angustias por el bienestar de los hijos.

Llevaba dos días de atraso...imaginario.

Con el tiempo supe que nuestras expectativas se habían perdido mucho antes de la conversación de esa mañana, que nos habíamos ido alejando sin palabras concretas y casi sin darnos cuenta. El título de abogado de los dos. El trabajo en tribunales de ella y mi ascenso en el estudio jurídico. Irnos a vivir juntos. Todo pasó a mil kilómetros por hora, como también sucedió en ese momento en que la aparición del instante mágico del sexo hizo que nuestras pocas ropas se enredaran en la cama y giraran los cuerpos hasta llegar al sensible silencio del agotamiento.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora