CAPÍTULO 40

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BELTRÁN


Todos los días hay decisiones que tomar, al menos una, para enfrentar al mundo. Y la mía de esta tarde, fue la de terminar de flagelarme con lo ocurrido con Domínguez y concentrarme en los demás asuntos que tenía que resolver. Un largo ataque de tos que acompañaba el fuerte resfrío que tenía me obligaba a abrir los ojos insistentemente, preguntándome si no debí haberme quedado en la cama todo el día descansando.

Decididamente, no. 

De haberlo hecho, seguramente habría pensado muchísimo más en Domínguez, en lo insólito de su conducta y ello me habría colocado en una situación vulnerable, riesgosa para mi condición de adicto en recuperación. Alguna vez salvé mi futuro tomando una firme decisión; el problema ahora era que el tejido de codicia, hipocresía y corrupción que envolvía el juicio de los empleados tenía un castigo similar, literal o no. Por otro lado no tenía la menor duda de que Domínguez era un mentiroso traicionero y por lo tanto enfrentarse con el malvado mundo hoy no podía no ser tan tremendo.

Luego de algunos impases y de una serie de idas y vueltas en las semanas previas, finalmente el abogado de la aseguradora de riesgos del trabajo me dio el consentimiento definitivo al acuerdo para el pago de la indemnización a la instructora de esquí que se había accidentado gravemente mientras daba clases en el cerro Chapelco. El mismo se firmaría mañana jueves por la tarde en una escribanía de Bariloche. El monto que la compañía accedió a pagar era más que considerable y, como consecuencia, el monto de los honorarios que cobraría yo -tanto de la empresa como de mi cliente- era muy tranquilizador para mis flacas finanzas. A su vez ella, satisfecha con el asesoramiento y con el resultado obtenido, me dijo que me iba a tener en cuenta en el futuro como su abogado de confianza en la ciudad, lo cual no era algo para nada despreciable, dado que su anterior marido –muerto en un accidente - le dejó varios bienes inmuebles para administrar.  La publicidad que traería aparejada ser el abogado de una mujer importante dentro de la comunidad, no era menor.

Esta tarde también tuve tiempo de analizar nuevamente el fallo que había dictado el Tribunal Superior de la Provincia de Río Negro en la causa del obrero boxeador Alonso, despedido por agredir a su jefe. Llegué a la conclusión de que la sentencia era irreprochable. Recordé el documento que me había acercado Domínguez aquella tarde en el bar y no pude reprimir un insulto, ya que no me quedó más remedio que admitir que era el mismo que tenía ahora en mis manos, con el agregado de los votos de los demás jueces. El reverendo tenía contactos en la corte de la provincia, ya que un instrumento de esas características no era habitual que se filtrara del tribunal. Pero lo cierto era que si alguna vez un ministro de la Corte Suprema de Justicia la Nación fue acusado de robar una sentencia en contra del Banco Central de la República, poniendo en evidencia al resto de la sociedad de manera burda la manipulación oficial de los fallos, de ahí para abajo, se podía esperar cualquier cosa de cualquier funcionario judicial.

Llamé a Vanoli por segunda vez en el día y nuevamente me atendió el contestador. La idea era continuar la conversación acerca de la frustrada reunión en el spa con Domínguez. Por mi parte le había explicado al director de legales de ESA lo acontecido en la pileta y quedamos en volver a conversar a la brevedad con el objeto de delinear el curso de acción a seguir dado lo inesperado de la situación. El intermediario había cambiado drásticamente de actitud y ninguno de los dos todavía le sacaba la ficha, si bien estaba más que claro que actuó de esa manera por desconfianza. Media hora después intenté comunicarme por tercera vez, pero fue en vano. De cualquier manera, no era una cuestión que requiriera una resolución inmediata, por lo que probaría más tarde o mañana temprano. A lo mejor Vanoli me contestaba el llamado.

Me acordé de Tommy y decidí llamarlo para ir a comer algo, pero antes tenía pensado hacer otra llamada. Cuando apreté el último número del celular me temblaba levemente la mano; cada vez que recorro ese número me atrapa una sensación de excitación mezclada con incertidumbre.

-Hola, Beltrán, ¿cómo estás? -atendió Paloma desde Bariloche.

-Muy bien, ¿y vos?

-Bien, cansada de extrañarte.

-Bueno, empezamos bien, por lo que veo. Te llamaba porque mañana viajo para allá a firmar un acuerdo, así que había pensado...

-No me digas que llegaste a un arreglo en el asunto de Natalie Portman. Te felicito –ella me interrumpió aludiendo a la semejanza física entre mi clienta y la actriz-  Puede ser un combo interesante para vos, no sólo desde lo económico. Claro que con el antecedente que tienen algunos personajes que interpreta, yo que vos lo pienso dos veces antes de bajarme los pantalones.

-Desde ya te digo que una parte de la propuesta no me interesa.

-Sí, claro, como si fuera a creerte.

-Digo que lo económico no es lo único en la vida.

-Gracioso.

-Entonces nos vemos una vez que termines de trabajar -insistí.

-¿Alguna propuesta interesante?.

-¿Sadomasoquismo? A lo mejor sea una solución simbólica siempre mejor que el manual de autoayuda, si es que te aburro mucho.

-Humm... no lo veo...pero reconozco que en estos tiempos de felicidad obligatoria y de hedonismo puro, a lo mejor no estaría mal.

-Buscaré el cinturón ideal para vos.

-Ni se te ocurra. Te espero en casa para comer a las nueve y media. Por ahora, la entrada es gratis.

-¿Qué te llevo?

-Helado de dulce de leche, por favor.

-Entonces no reservo hotel.

-Yo que vos no dejaría de hacerlo por las dudas, no vaya a ser que no se te caiga ninguna idea interesante después de comer el helado -dijo divertida Paloma.

Corté la comunicación más animado y de mejor humor. Tenía en claro que debía renunciar al juicio de los empleados de la comercializadora eléctrica, ya que había hecho todo lo posible para defender leal y diligentemente los intereses de la compañía, hasta donde me lo permitieron las circunstancias. No obstante, el viernes por la mañana aprovecharía mi estancia en Bariloche para ir al tribunal y consultar las últimas novedades del expediente. Decidí no contarle absolutamente nada a Paloma de todas las derivaciones del juicio, ni mucho menos de las fotos recibidas en mi casa.

Llamé  a Tommy, sin éxito. Comí algo rápido en la cabaña , me bañé y me tiré en la cama a ver televisión. Quince minutos después, mientras el noticiario informaba sobre la desaparición de un abogado en la localidad de Comodoro Rivadavia, al sur de la provincia del Chubut, me quedé profundamente dormido, inducido por la paz que traía aparejada el principio de solución que parecían tener algunos de los problemas que me aquejaban.  



NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora