CAPÍTULO 46

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MI SUEÑO DE VOS,  

Bariloche, Octubre de 2018


Sólo aquel que haya transitado el desamparo que las pesadillas proponen durante su curso, que haya atravesado las ciénagas y así todo, devuelto al vacío, puede llegar a comprender lo que expreso entrelíneas. Como seguramente lo harás vos. Dice el poeta que a las emociones les faltan las palabras, pero no es así. No son mis lágrimas las que tiñen el papel cuando escribo, es el dolor que la misma tinta desprende y que se corre en cada letra cada vez que la invade la tristeza que le transmito. 

Las palabras, a veces ingratas, hacen trampa.

Desde que nos separamos, no te volví a ver. Como tampoco vi a nadie más, aún cuando durante la mayor parte de mis horas me encuentro rodeada de gente. La soledad me atraviesa al punto que a veces desearía enfermarme para no levantarme. Sé que cometí errores imperdonables, pero no me pidas que no sea una inconsciente; siempre percibí al amor como algo irrefrenable en nuestras vidas tan desparejas por la historia que nos impusimos nosotros mismos.Me pregunto qué tengo que ceder para estar de nuevo contigo ¿la presencia de tu recuerdo o el brillo de tu ausencia?  Vos y yo sabemos quién de los dos fue el que decepcionó al otro, quien traicionó al otro. 

Pero quiero que sepas que aún hoy mi sueño de vos no ha terminado.

Recuerdo el primer síntoma cuando nos encontramos aquella mañana en tribunales y aún hoy me estremezco; nada de lo que vino después fue igual. No me importó la edad, ni la diferencia de estatus social, ni que estuvieras casado. Aquella vez que me hablaste de frente, mirándome fijo a los ojos en la inmensidad de tu despacho, me desarmé.

-No tienes que decir nada, cuando el resto haya firmado, toma la lapicera Mont Blanc y déjala sobre el escritorio con la capucha apuntando hacia mí que estaré sentado del otro lado. Así sabré si te interesa -o no- lo que habré de proponerte - dijiste con elegante seguridad.

Tres años después, llevo a cuestas el peso de mis incertidumbres y de mis miedos, mientras trato de reinventar la vida cada día. Soy una sobreviviente que necesita hacerse cargo de sus recuerdos y asumir sus propias voces. La voz de la herida (la mía), me recuerda que las heridas empiezan a sanar cuando sangran.

Por eso te escribo.

Y te perdono si no me perdonas.




ESTHER

-Me gusta más ahora que lo estoy dejando –dijo la jueza Esther Lamas con lánguida ironía- No me preguntes por qué, pero a la vez siento una especie de necesidad creciente de estar presente en su desesperación.

-No te pregunto - contestó Luro, su abogado de confianza.

-Hay penas y penas. Los que repiten que todo tiempo pasado fue mejor para no aceptar la realidad y aquellos que frenan el reloj, añorando una época en que la vida se parecía más a ella. No es mi caso, siento una pena inmensa con todo lo que me pasa.

La conversación transcurría a media mañana con la cordialidad del encuentro entre dos personas que en su interior, vislumbraron con el paso del tiempo algo más que una amistad a pesar de los años de diferencia que se llevaban. La escena -sentados uno al lado del otro, rozándose los brazos en el banco de una plaza ubicada en la periferia más humilde de Bariloche- tenía un ligero encanto teatral, acentuado por la ausencia de palabras de a ratos y por la apariencia serena del lugar. Esther lucía un pañuelo negro que le cubría la parte de atrás de la cabeza y tenía puestos unos anteojos oscuros que disimulaban las ojeras debajo de las pupilas, atenuando la congoja que se dibujaba en su cara.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora