CAPÍTULO 58

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Un hombre de edad madura, vestido con una campera de cuero negra, sombrero y anteojos de sol, nos observó mientras cruzábamos la calle, mi mirada intercambiada con la suya. Un leve encogimiento de hombros de su parte me hizo pensar...¿lo conozco? ; le dediqué una tímida sonrisa a la que respondió con un casi imperceptible movimiento de cabeza...¿acaso no será...? "hemos vivido con los ojos " creí escucharle al pasar. 

Caminamos sin hablar, mirando de reojo la luna llena que asomaba en el cielo profundo detrás de los bajos edificios. Los ángulos limpios de las facciones de su cara muestran aires de contradictorio cansancio. La sonrisa, igual que la de toda la vida, hacía juego con la tímida comisura de los labios, denotando la indiferencia diaria de siempre en relación a cómo la veían los demás. ¿Quién juzga lo que nos pasa?  ¿Quién puede juzgar lo que viene antes o después en el tiempo? Sea por que uno obedecía a los infortunios de los excesos y el otro al de inestabilidad,  ninguno de los dos tenía fuerzas ni para ser siquiera malos perdedores a esta altura de la vida.

Hacía una eternidad que no nos veíamos, ni nos hablábamos; mucho intervalo nocturno pasó en el medio en que uno no supo nada del otro, como ocurre justamente ahora, en que no sabemos hacia donde estamos yendo en silencio, tan habituados a nuestras propias compañías. Nunca nos dimos cuenta que el futuro siempre estuvo entre nosotros (¿injustamente compartido?) y por eso ambos dejamos (en partes desiguales) nuestro corazón en alguna parte.Tal vez ahora sea el tiempo de ir a buscarlo. Los dos estamos solos y somos lo suficientemente grandes para entender únicamente sobre aquellos conflictos que valgan la pena, los que nos llevan tiempo, cuerpo y alma, los del dolor directo.

Mientras seguimos avanzando con rumbo incierto, la luna rojiza juega a convertirnos en cenizas en una noche que no debiera (ojalá) terminar nunca. 

Posiblemente algún día aceptemos el desafío de reinventar nuestras vidas, si bien para eso primero debemos abrazarlas. Tal vez estemos cerca de permitir que aquella vez deje de ser una lejana evocación del pasado para transformarse en un componente central de nuestra capacidad para reconstruir la felicidad ye el amor.

Y entonces sí, quizás, sea para siempre.  

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora