CAPíTULO 34

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 BARILOCHE, BLUES (Junio 2018)

Las cosas comenzaron a derrumbarse cuando empezaron los trámites del juicio político por el ejercicio irregular del cargo de jueza. Una noche dormía cinco horas y la siguiente se desvelaba a las tres de la madrugada, sin lograr conciliar el sueño hasta que llegara la hora de levantarse para ir al tribunal. Posiblemente la noche siguiente no durmiera en absoluto, cautivada por los pensamientos que transitaban en modo random por su mente. Más de una vez, sentada en el sillón de su despacho, el cansancio la volteaba y se despertaba sobresaltada a los pocos minutos con el vestido  arrugado, sin la menor noción de la hora. Una vez, a raíz de la furia desatada y del ataque de paranoia, hizo un backup  de todos los archivos laborales y personales existentes en la computadora, metió un montón de documentos en una bolsa y se los llevó a su casa para nunca más regresarlos al juzgado.

La paranoia perfecta, la conciencia perfecta.

Tampoco las cosas con su marido parecían marchar por el camino de la prolijidad acostumbrada. Existía algo mucho más hondo y agudo que la tornaba inútil emocionalmente en la relación con Carlos. Recordó la última ocasión en que tuvieron sexo -hace mucho- y la razón por la cual, por primera vez en mucho tiempo, se preguntó qué significado, qué importancia tenía tenerlo pese a lo espaciado de los encuentros. Aquella noche -recordaba con un dejo de tristeza- se dio vuelta en silencio hasta quedar boca arriba, percibiendo levemente el murmullo de satisfacción de él, convirtiéndola en una simple espectadora no partícipe del acto. Le rodeó la espalda con los brazos y subrepticiamente sintió que era ningún hombre quien la abrazaba. Durante un largo rato no hicieron más que permanecer callados entre las húmedas sábanas, en precario equilibrio. Lo que no era habitual fue que esa noche ella se descubrió hipnótica una vez que él se hubo dormido sin que pudiera enervar el convencimiento de que la frustración podía durar por siempre.

Luego de dictar su clase semanal de Filosofía del Derecho, esperó que se hicieran las ocho de la noche y salió a la avenida por la entrada principal de la universidad. Al cruzar el portón de salida sintió cómo el viento frío y la nieve le golpeaba de frente en la cara, produciéndole una sensación de energía y vitalidad que disiparon su letargo. Levantó el cuello del tapado y emprendió la marcha percibiendo sus propios pasos en la vereda. Dobló en una esquina cualquiera sin ninguna intención ni necesidad de ubicación, como si fuera un escape hacia algún lugar recóndito de una ciudad que comenzaba a parecerle ajena. A la par, adivinaba otra sensación, inexplicable, de sinrazón por lo que le ocurría.

Aunque lo supiera perfectamente.

Esther Lamas fue acusada ante el Tribunal de Enjuiciamiento de la Provincia de Río Negro por mal desempeño del cargo. La acusación era un tanto delicada.Tiempo atrás, la jueza, íntima amiga de un fuerte empresario local, le anticipó a éste la sentencia del tribunal a su favor en el marco del juicio que dos trabajadores le iniciaron a la empresa por fraude. Que un juez conversara con alguna de las partes no era algo del todo inusual, pero no por ello dejaba de ser una irregularidad; el problema radicó en el encuentro a solas que tuvieron en un motel de las afueras de la ciudad durante la tramitación del proceso judicial que fue registrado por los servicios de inteligencia a la espera de la mejor oportunidad para ver la luz.

-Lamento mucho lo que te están haciendo – le dijo Esteban Luro, su empleado de confianza y el único que sabía de lo ocurrido.

-No lo lamentes, vos me lo anticipaste.Lo hecho, hecho está. Sé que me equivoqué en decirle cuál sería el resultado del juicio, pero es una pavada al lado de las cosas que se dicen y hacen por ahí . Pero también sé positivamente que la parodia de juicio que están instando es una represalia no sólo por mi voto en contra de la acería de la provincia, sino también por otros votos que dicté en el pasado. Díaz Santillán me la tenía jurada desde hacía rato.

-Esther, de nada sirve seguir haciéndote mala sangre por las eventuales consecuencias de tu decisión.

Ella se movió inquieta en la silla. Cuando habló, su voz sonaba entre dolida y perturbada.

-¿Eventuales? Te pido que no seas condescendiente conmigo. Es el gobernador y su séquito de canallas y alcahuetes, entre los que figura mi colega del tribunal, que no soportan que los jueces no hagamos lo que ellos quieren.

-Lo que quiero decirte es que es el bendito sistema que tenemos y el riesgo que tiene la toma de decisiones en tu trabajo -le dijo Luro con  irritante parsimonia- Lo interesante de ser político es que ellos no corren los riesgos que otros asumen por plata.

Ella no respondió al último comentario.

-Encima antes de fin de año vamos a tener que dictar sentencia en el bendito caso de la comercializadora eléctrica. Ya me imagino la presión del sindicato, si es que no me suspenden antes -se limitó a decir.

La mano derecha de la jueza se encogió de hombros con un gesto impotente.

-Estás al tanto de que el mes pasado hubo un encuentro en Buenos Aires entre representantes políticos y representantes de los jueces laborales de todo el país -dijo Luro.

-¿Y vos cómo lo sabes?

-Lo sabe todo el tribunal Esther, la gente de Díaz Santillán se encargó de filtrar la información.

Lamas lo miró fijo. No necesitaba más enemigos.

-Sí, es vox populi que el gobierno nacional está muy preocupado por la ola de despidos que se avecinan en varios sectores industriales del país. Por eso sugieren que los diversos tribunales evalúen las causas laborales en trámite con ojo clínico pro-empleado -completó la jueza.

Ambos callaron por un largo rato. Finalmente el abogado habló.

-¿Qué vas a hacer?

-No lo sé. Por ahora, defenderme, aunque no se bien cómo.


En corto tiempo comenzaría a sesionar el jurado de enjuiciamiento y si bien aparentaba una calma ficticia, haciendo gala de toda la templanza de la que fuera posible, el nerviosismo la dominaba. Nunca, ni por asomo, supuso que alguna vez su investidura iría a transitar el camino del escarnio público. La parodia montada por el aparato político en su contra dejaba en evidencia la hipocresía subyacente a la casta de los funcionarios y la impotencia no menguaba ni siquiera cuando exploraba sobre la fragilidad del ser humano y sobre el mundo plagado de contradicciones que lo habitan. Ella y su circunstancias desembocaban en un dilema moral que la asolaba a perpetuidad: hasta qué punto las personas podían ser consideradas seres enteramente honestos. Bariloche es una ciudad que todo lo esconde de manera arbitraria y cruel. Ostensiblemente dual, en su esencia conviven capas sociales antagónicas que enfatizan, la mayoría de las veces,  los valores estéticos por sobre los temas morales, haciendo gala de un pretendido esteticismo, falso por donde se lo mire. 

Digno copyright del país que integra.

Argentina y su doble moral, el ser y la apariencia, plagada de vicios y de antinomias, enferma de vanidades. La política oscura, símbolo infame de la modernidad, representaba la mala conciencia de una sociedad egoísta y escéptica a la que también ella pertenecía, por un lado como ciudadana y por otro lado como integrante del Poder Judicial. Siempre punzante en el análisis y en la autocrítica, ahora no alcanzaba a hacer las paces con ese presente que le tocaba en suerte, que la atormentaba y que a lo mejor no fuera otra cosa que el pasado que se arremolinaba y desparramaba esquirlas hacia todos lados.

No pudo pegar un ojo en toda la noche de lo ansiosa que estaba. Deseaba en lo más íntimo de su ser que el juicio político comience lo antes posible. Dio vueltas en la cama hacia un lado y hacia el otro, sin lograr conciliar una posición que le permitiera relajarse y al menos descansar unas horas. A las cuatro de la mañana, temerosa de despertar a su marido con sus movimientos inquietos, bajó a la cocina y preparó un té de tilo. La sonrisa radiante y su pelo enmarañado, le produjo una ocasional sensación de contención.

Cuánto lo extrañaba, tan lejos en la distancia.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora