CAPÍTULO 38

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REZO POR MI


A la mañana siguiente, Beltrán Arraya se hallaba reunido  con el presidente de la comercializadora eléctrica, Pedro Lambert y con Carlos Vanoli, mandamás de legales, en una pequeña oficina que tenía la compañía fuera de la sede central. La decoración estaba dominada por los tonos claros, bajo una iluminación cálida y una ecléctica muestra de grabados de distintos colores que parecían re alzarse entre sí. Beltrán había arribado a la ciudad de Buenos Aires en el primer vuelo de la mañana, previo arreglo telefónico de la reunión con el abogado, a quien le había adelantado días atrás sobre las fotos recibidas. El cariz que estaba empezando a tomar el juicio de los empleados comenzaba a preocupar a los dos directivos. La idea de la reunión era evaluar y decidir los pasos a seguir, incluida la eventual renuncia al  juicio de Arraya.

El presidente estaba significativamente deteriorado con relación a la última vez que lo había visto. Era evidente que los problemas del sector energético iban dejando su huella en un cuerpo que empezaba a encorvarse, y, en especial, en la flacura que exhibía las facciones del rostro. Lucía los ojos un poco hinchados, con profundas sombras que se advertían debajo de ellos.

-Arraya, le presento al señor Guido Martin, agente encubierto especializado en inteligencia de la Policía Federal y actualmente uno de los ayudantes del Fiscal General de la Nación, un viejo amigo mío. Están investigando casos de corrupción en el Poder Judicial de todo el país -explicó Lambert. Ninguno sonreía, especialmente Beltrán, que nada sabía acerca de la presencia de este sujeto en la reunión.

-Martin está al tanto absolutamente de todo este asunto que se vuelve cada vez más sórdido, sobretodo tomando en cuenta las fotografías que le hicieron llegar a su casa. No se moleste en rastrearlo, él no aparece en ningún lado - advirtió. 

El policía miraba a Beltrán con suspicacia, sus ojos desprendían una mirada inexpresiva y por eso mismo, no menos preocupante.

-Para su tranquilidad -intervino el agente- esta reunión es completamente confidencial. Lo que queremos es precisar alguna información que nos diera la empresa que nos ayude en la investigación secreta que estamos realizando sobre la conducta de algunos jueces. Le pido que sea tan amable de contarme todo lo que sabe.

Luego de recibir el gesto de asentimiento de los demás presentes, el joven abogado procedió a contar con cuidado lo ocurrido en los últimos meses, dando detalles con la mayor precisión de la que fuera capaz. Martin sólo atinaba a observar sin agregar palabra, salvo alguna que otra pregunta de rigor, hasta que el relato llegó a la recepción de las fotos en San Martín de los Andes.

-Ese tal Domínguez dijo que el juez Díaz Santillán necesitaba el dinero... ¿le creyó usted?

-Parecía sincero -respondió con precaución.

-Y si le creyó, ¿por qué no lo denunció a la policía?

-Por razones obvias. Era su palabra contra la mía. Además, tenía que hablar antes con ellos -contestó Beltrán señalando con un leve movimiento de la cabeza en dirección a los otros dos.

-Agente, tiene razón Arraya. Como le expliqué, el juicio iniciado por los empleados es una causa muy complicada en la que el deber de información y de confidencialidad cliente-abogado no se puede violar bajo ningún aspecto-intercedió Vanoli.

-¿Le dijo a usted cómo instrumentar el pago? -continuó el policía.

-No, jamás. Tampoco le di posibilidad alguna de que me lo dijera. Fue lo que acordamos en su momento nosotros tres. Es más, la última vez que hablé por teléfono con Domínguez la conversación no terminó para nada bien.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora