CAPÍTULO 52

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TOMMY

En pocos minutos terminará la nerviosa espera ya que se anunciará al ganador. La angustia, en cambio,  quedará por resolver. El teatro Gran Rex de Buenos Aires luce en todo su esplendor, lleno de gente que dicen pertenecer al mundo artístico y literario. Esperan, como yo, que esta noche de mediados de diciembre, anuncien a todos los ganadores entre los más de noventa diplomas entregados en las nominaciones. Se había instalado desde temprano el deseo de que el acto no durara horas para que no fuera un bodrio y por suerte hasta ahora, los discursos de los ganadores habían sido cortos, algunos teñidos con buenas dosis de ingenio despojadas de connotaciones políticas o reivindicaciones sociales.

Desde temprano fue incesante el desfile de invitados y periodistas, todos mancomunados a conocer los predestinados a ganar los diferentes premios. Mujeres no siempre del todo elegantes y en su mayoría perfumadas, coincidían con la desidia y el informalismo de muchos de los hombres que, despeinados -los que tenían pelo- y desprolijos, deambulaban por los pasillos del teatro.

-Me pasé la vida huyendo de este libro –me comentó en voz baja Andrés Hume. Era el otro ternado para el premio al mejor cuento del año .

-Como diría el dramaturgo, sin libros la vida no vale un carajo -le contesté con una sonrisa tan cómplice como falsa.

El cuento de él era buenísimo.

En tren de ponerme medio poético, su libro era como una constelación en la que cada situación brillaba con luz propia, mantenían una marcada uniformidad en la calidad de los diálogos y un astuto encadenamiento de la narrativa. Sin duda sus relatos hacían de Hume un escritor con elecciones fuera de lo común, que sorprendía con una escritura tan sutil que se diluía por las grietas del enigma literario. Cielo adentro, el nombre del libro, era también el segundo de los cuentos del libro y el que competía conmigo.

Además de escritor de cuentos, Hume era todo un precursor de la poesía coloquial, una suerte de moderno irredento. Su poesía, como él mismo reconoció en varias entrevistas, era cerrada pero no necesariamente oscura. A la vez, yo coincidía con él en que los cuentos, por su estructura, están más cerca de las poesías que de las novelas, que admite muchas más páginas funcionales y sobreabundantes.

Con tono sereno y sin que estuviera previsto que lo hiciera, Hume pidió el micrófono para agradecer a quienes lo habían distinguido así como al público que llenaba la sala, haciendo hincapié en el cambio operado en las últimas décadas respecto del rol que cumplían los intelectuales. Emocionado por la nominación, cedió la palabra al locutor de la ceremonia. Aún activo a los setenta años, el viejo Herrera era el último exponente de una generación de editores independientes que había logrado a lo largo de todos estos años el reconocimiento de muchos personajes del ambiente literario. Su editorial había abierto su catálogo a los autores indie de la literatura europea y americana, usufructuando creativamente las ventajas de los blogs y la recomendación de los pares y de los lectores. Acérrimo defensor de un mundo con libros y con editores a escala humana, de carne y hueso y profundo amor por las palabras, con suma habilidad y prudencia creó un clima acorde al galardón que anunciaba.

-Contra los apocalípticos pronósticos agoreros de aquellos que promueven la desaparición de los libros en papel, simplemente les digo que cada año que pasa es más frenético para las editoriales, no hay años abúlicos ni calmos.

Se escucharon algunos aplausos.

-Gracias a Dios, estamos viviendo un boom de lectura, especialmente en el sector joven adulto. No recuerdo tanto consumo y tanta diversidad como en los últimos años, y sinceramente creo que ello tiene una asequible explicación.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora