CAPÍTULO 49

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BELTRÁN (II)


El imponente edificio de cuarenta pisos de la sede central del grupo francés estaba ubicado en la zona de La Defense, ese megaproyecto urbano que albergaba a casi dos mil empresas y que continuaba el eje histórico de París.

Exactamente a las dos de la tarde, Jean Belaire, el abogado que me había enviado el correo electrónico citándome a la reunión, me recibió cordialmente en el décimo quinto piso. El piso de ochocientos treinta metros pertenecía por entero al área de legales de la compañía en la cual trabajaban, entre abogados y administrativos, unas setenta personas. Dos minutos después ingresó a la sala el director de Recursos Humanos del grupo, quien se presentó como Antoine Aguirre, visiblemente mayor que el abogado.

Belaire estaba a cargo del de la Dirección de Asuntos Jurídicos del holding y era la mano derecha del CEO. Tenía sesenta y dos años, estaba vestido con un traje azul marino que no debía valer menos de cinco mil euros y lucía unos zapatos negros italianos impecables. La camisa de seda suiza de color blanco y la corbata Hermès con pequeños motivos búlgaros hacían juego con la elegancia del conjunto, dotando al personaje de una autoridad y de una presencia que infundía, primeramente, respeto. 

Si me hubieran dicho que se trataba de un actor de cine, lo habría creído sin lugar a duda.

Luego de que una secretaria prolijamente vestida con el traje azul de la corporación trajera café y agua para todos, Belaire dio comienzo formalmente a la reunión. El abogado abrió el juego en un perfecto castellano aprendido -según explicó- en los casi diez años que vivió en el Distrito Federal de México trabajando para la filial de la compañía. Su primera mujer fue una mexicana oriunda de Monterrey con quien tuvo un hijo, ya mayor de edad, que vivía con ella. Actualmente estaba casado por segunda vez con una francesa que era nieta de argentinos por parte de la madre. Al parecer, su nueva esposa era bastante menor.

-Arraya, hemos analizado su legajo entero. Ha trabajado muchos años para un estudio jurídico de primer nivel en la Argentina.

-Sí, antes instalarme en la ciudad de Bariloche, trabajé en el bufete que dice.

-También conocemos su historia y los motivos por los cuales se fue del mismo- dijo el abogado, neutro.

-Mejor entonces, así evitamos esa etapa de mi vida y vamos derecho al asunto por el cual me convocaron -respondí rápidamente con algo de nerviosismo.

Durante los siguientes cuarenta minutos hicieron un detallado repaso de todos los años en que trabajé en Buenos Aires, de la relación del grupo con el estudio jurídico y de la aparición del juicio promovido por los empleados que fueron despedidos por estafa.

-¿Por qué cree que lo contrataron para llevar adelante la defensa de la empresa en el juicio de Bariloche? -me preguntó Belaire.

-Supongo que ustedes lo sabrán mejor que yo. A pesar de mi adicción al alcohol, nunca dejé de ser un buen abogado, calculo.

-Interpreta mal, Arraya - dijo el director de Recursos Humanos en un castellano no muy bueno. Su mirada no tenía compasión alguna- Vea esto, por favor- sostuvo en un tono levemente más amable mientras empujaba una carpeta sobre la mesa en dirección hacia mí.

La ojeé.

-Es mi legajo médico.

-Correcto. Lea el informe confidencial del médico psiquiatra que lo entrevistó varias veces antes de que la firma en Argentina aprobara su contratación como abogado. Está agregado al final en un sobre blanco.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora