CAPÍTULO 48

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BELTRAN (I)

Semanas después de que Lola me rescatara del infierno, mi vida volvió a transcurrir por la senda de la normalidad. En primer lugar, renuncié a seguir siendo abogado en el juicio sin brindar demasiadas explicaciones. Allá ellos con la falsa creencia de que la vida corporativa todo lo puede y justifica, incluyendo la transa con lo peor de la justicia.

Definitivamente ni la empresa, ni el juez corrupto Díaz Santillán, ni el hijo de puta de Domínguez formaban parte de mi presente. Para colmo, la última conversación que tuve con Carlos Vanoli, el jefe de legales de mi ex cliente, no fue precisamente amable. De cualquier manera no tenía caso volver sobre aquello, salvo para recordar, con cierto dejo de nostalgia, el inesperado final de mi aventura judicial. Durante la charla lo noté muy intolerante y agresivo, como superado por las circunstancias, algo impropio en un tipo que siempre se caracterizó por la frialdad a la hora de enfrentar los problemas. Todas las excusas que me brindó por no haberme anticipado el arreglo con el tribunal fueron simplemente eso, estériles excusas de su parte. Pese a la desilusión de lo ocurrido con la comercializadora eléctrica, que a mis espaldas había arreglado con Díaz Santillán,  yo me sentía tranquilo. Además, como una de esas gratas sorpresas que siempre depara del destino, la instructora de esquí me volvió a contratar por una razonable cantidad de plata para que la asesorara en la firma de un contrato de alquiler del campo que administraba en el valle de Río Negro.

De los correos electrónicos que recibí esa tarde de mediados de noviembre, hubo uno que me llamó poderosamente la atención ya que desconocía por completo a su remitente. Se trataba de un abogado francés llamado Jean Belaire que se presentaba como director de asuntos jurídicos del holding al que pertenecía la compañía que yo defendí en el juicio. Luego de las presentaciones de rigor, el abogado francés me invitaba formalmente a una reunión en las oficinas de París para el día miércoles de la semana entrante.

El contrato que yo había firmado para representarla contemplaba expresamente que terminado el vínculo profesional y durante el plazo de un año, yo me encontraba a disposición de ellos para brindar cualquier tipo de información que me fuera requerida. Sea en el país o en el exterior, debería darla personalmente o por escrito, previo pago en su caso de los gastos de traslado, hospedaje y de los honorarios en dólares que se estimarían por día. En el escueto mensaje que no especificaba la razón de la reunión, el abogado me adjuntaba un boleto electrónico de Air France para el lunes a las diez de la noche. Tuve un fuerte presentimiento acerca del motivo por el cual me llamaban de urgencia los franceses, pero preferí no ahondar en el tema ni pensar en ello. Ya vería cómo me las arreglaría y de qué forma organizaría el trabajo pendiente durante la estadía allá. Por las dudas, antes de tomar una decisión chequearía la veracidad del correo. Al final de cuentas, viajar a París y que encima te paguen, no es algo tan común para un tipo como yo, más allá de los motivos  de la convocatoria. En definitiva, mi vida de a poco parecía encarrilarse.

Salvo por un pequeño detalle. 

Tommy estaba re contra enojado conmigo ya que se enteró que durante los días que estuve desaparecido en Bariloche, en los que él me buscó por todos lados, yo había dormido dos noches en la casa de Lola. Claro que él no sabía nada de lo que pasó durante la mañana de aquel  viernes en tribunales, ni del puñal que me clavó Paloma, ni de la recaída que tuve en el bar; menos todavía tenía idea de las circunstancias casuales en las que apareció mi ángel salvador. Para mi amigo no había otra explicación que la más obvia tratándose de hormonas masculinas a todo volumen: sin decirle nada, a oscuras y a escondidas, estuve de fiesta durante dos días enteros con quien él creía que era el amor de su vida.

Cometí el crimen, es cierto, pero ahora voy a cumplir la condena.

-¿Para qué mierda me llamas? -me dijo hace un par de días, seguramente harto de mis intentos  de querer comunicarme con él.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora