CAPITULO 3

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BELTRÁN


La radio tenía un equipamiento técnico algo escaso, pero suficiente para enviar y recibir por Skype, iTunes, Streaming, Twitter, POTS, SIP y demás APPs. En el interior, la escenografía minimalista consistía en una mesa redonda mediana con entradas para los auriculares y para los micrófonos, un tablero indicador con luces rojas y verdes y una lámpara colgante de cromo focalizada en el centro de la mesa. El diseño de la luz tenue permitía conjugar el contraste entre el lenguaje gestual del conductor -tan común como necesario durante el programa- con la oscuridad del entorno que a través del ventanal, se prolongaba hacia las montañas.

-Creo que esta noche va a ser especial, lo presiento en el aire, en el ambiente. Mira la lista de temas que tengo preparada, desde Joy Division, pasando por Foo Fighters, Babasónicos, Bunbury  hasta llegar a The XX . Además tengo una sorpresa reservada para el final del programa que no te imaginas– cerró Tommy con una copa de Malbec en la mano derecha y el porro a medio armar sobre el borde de la mesa.

- No me digas que vas a quedarte callado.

-No, ni ahí. Todo lo contrario, pero no te voy a decir nada por boludo. Te hago una pregunta...¿Tenés idea de lo que es el kintsugi?

- No– le dije con la poca paciencia que tengo cuando siento que alguien me está jodiendo.

- Tampoco te lo voy a decir porque, además de abogado, sos medio bruto.

Eran las diez menos cinco de la noche, minutos antes de que diera comienzo Rajen del Cielo, el programa que producía, armaba y conducía mi amigo los martes y jueves de 10 pm a 1 am por una de las tres FM de la ciudad.

Tomás O'Hara, descendiente de irlandeses, tenía pelo colorado y ojos muy azules. Como muchos de ellos, era extremadamente flaco y alto. Vive en San Martín de los Andes desde que sus padres se instalaron en el sur y lo sacaron del colegio en el que fuimos compañeros en Buenos Aires. Años después, lo reencontré medio de casualidad en una fiesta y gracias a él y en especial a su padre, desembarque  en este lado del mundo. 

A los veinte abandonó su casa harto de los sermones de su padre y se fue a vivir con un dealer de poca monta. Era claro que no había valorado la confianza que Tommy creyó depositar en él y esa fue la excusa perfecta para que iniciara los flirteos con las drogas, con el alcohol y con la falta de compromiso con el futuro. Sus padres siempre estuvieron ausentes. Uno, reconocido artista plástico, porque viajaba permanentemente por trabajo y en los últimos años se encontraba viviendo en San Pablo.

Su madre, porque había muerto hacía mucho.

-En los últimos años, mi vida pasó por diferentes etapas de la cultura hip hop – me dijo una mañana entre enigmático y sobrador pocos días después de que yo me instalara definitivamente en la cabaña– Hay que democratizar la diversión hasta límites exasperantes y aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrece la vida.

-¿Cómo cuales? – le pregunté .

- Por ejemplo, que hasta ahora, si bien no todo fue perfecto en mi vida, la verdad es que tampoco me ocurrió nada que no tenga remedio –era evidente que cierto pesimismo de Tommy estaba marcado por la marginación que sufrió desde chico en un contexto de rechazo hogareño. -Hay que saltar a la calle lo más temprano posible, irse de casa, crear un propio territorio en donde los demás te entiendan y te ayuden. Hacerse el freaki o el distinto es fácil, lo jodido es ser parecido a los demás.

- ¿Entonces?

-Entonces nada. Los defectos de cada uno terminan siendo lo que nos iguala, aquello que en definitiva se comparte con los amigos y por eso en cierta forma hay que apoderarse del otro para fortalecerse y ayudarse mutuamente. Quién, salvo aquel que tiene los mismos problemas y defectos que yo, va a comprenderme y darme una mano. A los demás, les importa un pimiento- sentenció.

NOVIEMBRE ASTILLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora