Capítulo 61

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«El exceso de confianza, es el más peligroso de los descuidos».

La mañana siguiente, sin embargo, no estaría entre los mejores amaneceres de Lillie

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La mañana siguiente, sin embargo, no estaría entre los mejores amaneceres de Lillie. Entregada al mundo onírico desde su visita a Pimpinela, sus sueños se repiten una y otra vez como una pesadilla que, a diferencia de otras, le gustaba que se repitiera. Ella, sentada en la banca de un árbol de cerezos junto a Gary, después de disfrutar un acaramelado paseo acompañados del lucero vespertino que tanto le gustaba a Lillie observar desde niña.

Le gustaba mirar las estrellas desde su ventana. Eran muy buenas para guardar secretos.

Las noches iluminadas por los astros le reconfortaban con su belleza en el cielo nocturno. Su presencia era un recordatorio que aun en la bruma de sus penurias, siempre existe su luz que guía en la más oscura de las noches. Ellas eran su esperanza. Las únicas a quien pudo contarle las desidias de una niña. Ese lucero vespertino que iluminaba sus ocasos, siempre con la ilusión que algún día la llevaría con ella a recorrer el mundo desde las alturas.

Nunca pensó que tomaría la forma de un chico tan especial como Gary.

No obstante disfrutar del océano de sus sueños, las garras de la pesadilla terminaban perturbando sus aguas. Justo cuando empezaban acortarse distancias y Lillie podía sentir sus suaves exhalaciones sobre su piel, la tempestad se encargaba de agitar las aguas del mundo onírico y nunca llegaba a ver lo que ocurriera después, no importaba cuantas veces recuperara el momento. Cuando por fin parecía totalmente inmersa, lo extraño fue el cambio que sufrieron sus caricias. En lugar del hilarante, ameno y suave palpitar de la yema de sus dedos, ahora eran húmedos y ásperos, incluso desabridos y fríos. Lo hizo una. Dos. Tres veces.

—Fr-froslass... ya basta... ya ca-casi lo logro. —balbuceó, tratando de seguir soñando.

La segunda cosa extraña. Ahora estaba cubierto por un mullido y liso pelaje. «Es imposible», pensó para sí misma.

—Cin-cinco minutos más.

Insistió, frotándose contra su cara. Estaba tan cerca que podía escuchar su respiración.

—Ok está bien... ya me levanto. —replicó, conteniendo lo mejor que pudo su mal humor.

Sus párpados estaban pegados de tal forma que tuvo que esforzarse para separarles y mostrar el verde esmeralda de sus ojos. Parpadeó varias veces para retirar la cubierta de fibra escamosa del despertar y juró, que el pequeño pokémon ahora era una mancha blanca y no una mezcla del violeta y azul regio.

—¡Mamá! —Escuchó un agudo, «¡pi!»

Lillie dio un chillido agudo levantándose de golpe. Fue a parar de cara al suelo en su afán de alejarse al otro extremo de la habitación, pero la criatura la siguió dando pequeños saltos por toda la habitación riéndose con ternura. El alboroto despertó a Cosmog quien, después de observar la situación, se mostró dispuesto a participar del juego de perseguirla y acorralarla por toda la habitación.

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