Capítulo 68

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«Elige lo que es correcto, no lo que es fácil».

El eco recorre el pasillo asignado al Equipo Rocket en el tercer piso de la gran Mansión Æther, camino a la sala de conferencias

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El eco recorre el pasillo asignado al Equipo Rocket en el tercer piso de la gran Mansión Æther, camino a la sala de conferencias. Liliana trató de relajarse y convencerse de la locura que estaría por cometer era lo correcto, maquinando una coartada a las preguntas de Domino. Una especie de calambre endurecía su pecho como si la estrujasen con fuerza, añadido, además, su dolor de cabeza. De ser posible, hubiera golpeado a través del holomisor al chico que lleva por compañero.

—¡No hay tiempo! —espetó después de ordenar a su dragón destruir un muro rocoso en el camino hecho por Serena—. Escúchame, sé que su siguiente parada es Villa Tapu. Si les informan, estoy seguro, enviarán sus reclutas a capturarle y estarán vulnerables. Ese día tomaré un Charizard y volaré hasta Paraíso Æther y entraré con la Policía Internacional a terminar con todo esto de una vez por todas.

—¿Y como sugieres que haga eso? ¡Van a sospechar, tarado! —dijo irritada. El calor comenzaba a sofocarla.

—Es problema tuyo. Eres la lista —respondió seguido de otro estruendo—. ¡Rayos con Serena y sus muros de roca! Inventa una buena excusa.

Frente a la puerta, escuchaba los gritos del nido de Seviper que era Paraíso. En especial la voz tosca y reseca del jefe recién llegado de la región conocida como la Joya del Modernismo. A penas lo vio pasar, sintió escalofríos.

Ghetsis, como se hacía llamar, le parece un hombre retorcido y maléfico. Vestido con un enorme traje negro adornados con ojos de iris grises, rasgado en los bordes más bajos producto de zarpazos. Usa un bastón bañado en oro blanco, en cuyo mango destaca su pequeño circulo, justo con la X sobresaliente. En el centro, lleva un escudo con la forma de una P adornada con una especie de Z invertida que no alcanzó a interpretar. Llevaba un parche rojo en el ojo derecho de lo más siniestro.

Liliana sintió frío sobre el pomo de hierro, respirando los más lentamente que pudo para calmarse. Se arregló el pelo por detrás de las orejas con su mano libre, pidiéndole a cualquier deidad una mejor idea. Su mente ya estaba vacía cuando abrió la puerta del salón. Y no era por sentir los labios de algún chico guapo.

—¿Qué quieres Liliana? —espetó el comandante Atlas. Domino le lanzó una mirada indiferente, examinando su expresión.

—Traigo un reporte que a todos les interesa. —Las palabras salían de su boca sin escogerlas, como si estuviese poseída por una versión demente de sí misma.

—¿De qué hablas mocosa? ¿No ves que estamos en una reunión?

—Más vale sea bueno lo que tienes que decir, niña. —replicó Lusamine.

La ira de sus palabras le dio valor para escupir lo que tenía entre la garganta y el pecho.

—Sé a donde se dirigen Ash y su grupo. —soltó al fin.

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